Política
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Tenemos que hablar de Máynez
E

l Buenondismo es la apropiación de causas justas para beneficiar intereses personales y corporativos de la élite privilegiada. Así, el discurso ambientalista que cree que la solución al cambio climático es comprar productos orgánicos, dejar de usar popotes o sólo energías limpias, incurre en el buenondismo de pensar que la respuesta está en el consumo. La salida de esa crisis está en modificar sustancialmente la forma en que producimos, no lo que compramos. Sentirse ambientalista viene acompañado de una paz de conciencia, muy parecida a la que se experimenta cuando nos decimos tolerantes es decir, cuando soportamos lo que, en el fondo, reprobamos. Es una solución individual, no a la crisis climática planetaria, sino a sentir que se está actuando. Calma las culpas con cada visita al mercado orgánico.

Hablemos de Máynez. Su discurso ambientalista no se sostiene: él y su partido, el Movimiento Ciudadano, junto con el PRI y el PAN, votaron en contra de la posibilidad de que México decidiera sobre su política energética. Cuando lo explicó utilizó una fórmula buenondita, es decir, evadir las soluciones reales con intenciones disfrazadas de genuinas. Dijo: La naturaleza tiene voz en este Congreso y es la voz de la bancada naranja. La verdadera soberanía de este país son sus recursos naturales. No hay mayor garantía de soberanía para México que el sol y el viento del que disponemos. Cuando lo escuché, pensé en el ecologismo profundo de los diputados europeos de mediados de los años 90 que aseguraban que ellos representaban políticamente a los árboles. Pero lo que realmente importó fue que Máynez no reconociera la soberanía nacional, es decir, el alcance de las decisiones del Estado mexicano, y la confundiera con los propios recursos naturales: no es la nación la que ejerce su soberanía, sino los propios recursos naturales. Un despropósito. Al final, el McPrian votó contra la reforma energética ese 17 de abril de 2022.

Máynez usó la misma táctica buenondita para no comprometerse al final del segundo debate presidencial pasado: leyó una supuesta carta de su hijo de cinco años que hablaba con toda ingenuidad de ambientalismo, equidad de género y desigualdad, pero sin comprometerse. Decía la carta: Que todo sea rock and roll y futbol, que siempre pueda jugar con mi hermana y los equipos sean de niños y niñas, y que los abuelos y abuelas se traigan sus tenis. Que no se seque el lago que cavé en mí jardín, que esté limpia el agua. Que los conejos y las ovejas sean libres. Que en la granja haya más bebés de los animales y que las escuelas no cuesten mucho. Que ya no sean tan malas las gasolinas y que el pasto no esté venenoso. Que los niños y niñas no sean pobres, y que todos puedan ir a la feria, que todos tengan una casa calientita y fresquita.

Máynez y el gobernador de Nuevo León, Samuel García, practican la despolitización como identidad política. Pero no es una identidad colectiva, como sí la ejerce Morena, para quienes su identidad es la política, hablar de ella, informarse de ella y actuar. El obradorismo es una nueva pertenencia al país que cree en el Estado mexicano y la crítica antioligárquica. Para el buenondismo la identidad es un perfil, como el que se nos pide redactar en las redes sociales para dar de alta una cuenta personal. Si en la vieja búsqueda del Yo, en el siglo XX, la identidad se vivió y pensó como autenticidad, como una subjetividad que debías hacer aflorar y construir con un tipo de personalidad, en este siglo, la identidad como perfil es la atención pública, su aprobación, y hasta aplauso. No es que debas ser algo, sino ser el que quieres que vean. Es el Yo como marca comercial donde los otros son tus compradores, no tus iguales políticamente hablando. Así, la representación política se desvanece y te permite votar en contra de una reforma constitucional sin dar mayores explicaciones a quienes te compraron sin que te comprometieras a representarlos.

La idea de la marca comercial que sustituye al Yo es crucial para entender la despolitización del neoliberalismo. El Buenondismo es una de sus formas de apropiación de la política en la que trabajadores y dueños de corporativos son iguales en su defensa común ante el Estado que planifica, cobra impuestos, y militariza. Pero decir eso es demasiado para el buenondismo: más bien es como la carta del hijo de Máynez, llena de buenos deseos que, de ser compartidos con ternura por nuestra propia nostalgia por la infancia, dejan intocado el gran tema que se evade en el neoliberalismo: las clases sociales, donde unos somos trabajadores y unos cuantos son dueños de los corporativos. Donde el Estado no es el enemigo, sino que puede ser usado, como en el obradorismo, en beneficio de los pobres, plebeyos y excluidos.

El logo de una marca no se relaciona con la mercancía en venta. Es el significado que alude, lejanamente, a una forma de la estética. Un ejemplo es la manzana de las computadoras. Cuando la ves, no piensas en la barrita que camina lento bajando información, las actualizaciones, o siquiera en las teclas y el cursor, todas ellas rasgos de la experiencia de usar una computadora. Piensas en lo armónica que se ve, blanca, en la carcaza metálica de la tapa. En política el logo –el naranja– y la marca –el discurso vagamente personal– no provienen de los actos colectivos, de pensar en el país en el que vives, de la moral pública. Provienen del mundo comercial, de la mercadotecnia y sus usos siempre confundiendo la libertad con un cigarro para mujeres, como ocurrió al inicio de las campañas publicitarias que luego se hicieron las campañas para promover el neoliberalismo entre profesores, periodistas, jueces y conductores de televisión: la libertad de los dueños de las empresas es tu libertad también, aunque seas su empleado explotado.

Máynez tiene su aceptación más alta en el segmento socioeconómico más privilegiado y, de esos, sólo entre los jóvenes de 18 a 24 años: 10 por ciento. En el resto va del 7 al 4 por ciento, pero va en crecimiento, ante la debacle de la candidata del Prian. Para sus votantes es una solución comercial para no votar por el PRI y Acción Nacional. Como el ambientalismo que piensa que contribuye a evitar el cambio climático por no usar popotes, los votos por Máynez son para apaciguar la conciencia. Pero, sin duda, no son una solución política.