Opinión
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Ciudad perdida

Tufo azul, durante y tras el debate

E

sta vez la decisión fue unánime: Claudia ganó el debate, y el posdebate también.

Salvo las voces de siempre, que con infinito coraje buscaron, como acostumbran, cambiar la realidad, las opiniones iban en un solo sentido: la candidata del Prian perdió otra vez porque cometió los mismos errores.

No, no se trataba del huipil ni del cambio en el gesto, esta vez transformado en rictus de odio. El asunto era el afán constante de atacar por todo, sin ton ni son. Falló porque apenas respondía a las preguntas de la gente, la ignoraba y sólo se refería a la candidata de Morena; sólo con ella hablaba, nadie más existía.

Pero en fin, el coro negro de los enemigos de la administración actual tenían otro canal. Ellos atestiguaron un debate diferente al que miraron millones de personas en toda la República y por ello relataron un encuentro totalmente diferente al que los demás asistieron.

Era increíble oír o leer a algunos de ellos, que por más que querían inventar y trasladar a la gente a malolandia, fracasaban. Hablaron del país en torno a su economía e inventaron casi todo, menos los datos del déficit, pero mintieron en cuanto a inversión extranjera directa e inventaron horizontes de desastre en el Tren Maya que no se ven por ningún lado, y luego se fueron sobre las pensiones y así.

Y así, la seño de las gelatinas, tan dotada de actitudes chistosas –por decirlo de algún modo–, ahora se miró molesta, enfurecida, como contagiada de ese odio que los azules que la apoyan tienen tan acendrado y del que ella parecía vacunada.

Pero ya está dañada y en su desesperación lanzó como golpe bajo el recordatorio de aquel video en el que Carlos Imaz, ex de Claudia Sheinbaum, recibía dinero en una acción aparentemente ilícita, pero no recordó que esa fue una trampa en la que estuvieron involucrados los más altos dirigentes de su partido.

Diego Fernández de Cevallos, el abogado –hoy en la cárcel– Juan Collado y un grupo que ya apuntaba a lo que ahora tenemos. Rosario Robles, militante del PRD; Carlos Ahumada, militante de la mentira y los negocios turbios, todos dirigidos por Carlos Salinas de Gortari. Lo que hoy conocemos como Prian hacía sus pininos.

Una vez más la pregunta salta: ¿sirven de algo los debates? Por lo pronto, deberíamos decir que lo que hasta ahora se ha visto es patético y más que llamar a las urnas desalienta a quienes pretenden votar.

Por eso, no estaría mal que el INE, que tiene tanto dinero, se ponga las pilas y realice una gran encuesta en la que la población señale qué le provocan los llamados debates. Hoy por hoy esa práctica es un artilugio que se usa para tratar de equilibrar las fuerzas políticas. Sólo un show.

De pasadita

Se llama Rogelio León Díaz y es juez, el mismo que dejó en libertad a Don Rodo, hermano de El Mencho, líder del cártel Jalisco Nueva Generación, porque según él la detención del sujeto no se apegó a las reglas que el Poder Judicial ha impuesto.

Este juez, que no le tiene miedo a que lo exhiban en la mañanera y menos aún a la ley, le dio libertad a un asesino, a uno de los criminales más conspicuos del crimen organizado, porque nada hay que pueda frenar su complicidad.

Son muchos los ejemplos de lo que ocurre en el Poder Judicial. Por eso, es más que importante y urgente poner en orden a estos juzgadores. La ley debe alcanzarlos y debe reformarse. Lo que ahora tenemos es una burla a la ciudadanía, al sistema político, a las leyes que rigen la economía, en fin: es un desastre. No esperemos a que estalle la bomba, anticipémonos al desastre.