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La Bienal de Venecia se abre a narrativas de inclusión con lo extranjero como eje

El brasileño Adriano Pedrosa, primer latinoamericano e integrante de la comunidad LGBT+ que se encarga de la curaduría de la muestra mundial

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▲ Mural del artista Maurizio Cattelan afuera de la prisión de mujeres de Giudecca que aloja el pabellón del Vaticano durante la bienal.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Viernes 19 de abril de 2024, p. 3

La Bienal de Venecia, la más conocida del mundo, se sumerge en su edición 60 en la problemática alrededor del concepto extranjero, al abordar tanto las connotaciones racistas como homofóbicas, así como el sentimiento de alienación experimentado por marginados y migrantes. La curaduría está a cargo del brasileño Adriano Pedrosa, quien no sólo se convierte en el primer latinoamericano en dirigir la exposición, sino también en el primero en hacerlo abiertamente como parte de la comunidad LGBT+.

En tiempos de crecientes nacionalismos, Pedrosa desafía uno de los temores y blancos de ataque más significativos: la diversidad. Con la participación de 330 artistas, Pedrosa ha priorizado la inclusión de categorías históricamente subrepresentadas en el arte, como la indígena y la queer.

Este innovador enfoque encuentra sus raíces en los cambios progresivos observados en esta bienal en la década pasada, donde se han integrado categorías como artistas no profesionales, arte africano y obras de mujeres artistas. Pedrosa, con una sólida trayectoria como curador internacional, ha demostrado su compromiso con la diversidad y la inclusión en proyectos anteriores, como su labor en el Museo de Arte de Sao Paulo Assis Chateaubriand desde 2014.

Sin embargo, a pesar de esta apertura a nuevas narrativas y perspectivas, la exposición actual parece apartarse de los estándares del pasado al casi excluir por completo a los artistas europeos, a excepción de aquellos que comparten la experiencia de la migración o la marginación. Esta decisión ha generado cierta controversia entre críticos como Luca Beatrice, al lamentar la ausencia italiana en la bienal, e interpretarla como un acto de desdén.

Las preocupaciones iniciales expresadas por el nuevo presidente, Pietrangelo Buttafoco, respaldado por el gobierno ultranacionalista de Giorgia Meloni, parecen haberse disipado. La Bienal de Venecia, tesoro cultural para la ciudad en constante expansión, se ha vuelto vital para su economía. Como señaló Buttafoco en una conferencia de prensa, la bienal representa un instrumento de paz que busca acercar a los pueblos a través del arte y el diálogo.

Venecia, isla global donde la población local se encuentra en declive, con menos de 50 mil habitantes, ha experimentado un crecimiento exponencial gracias al éxito de la bienal. Sin embargo, este auge cultural también ha dado lugar a un aumento significativo en la especulación inmobiliaria de la ciudad. Mientras las muestras satélite continúan proliferando y cualquier edificio disponible se convierte en un espacio para exposiciones, el costo de alquiler mensual puede oscilar entre 10 mil y 50 mil euros, dependiendo del tipo de inmueble. Por otro lado, el montaje de un pabellón puede costar entre 100 mil y 700 mil euros, según Paolo de Grandis, experto en el sector.

 

Atractivo económico y deterioro urbano

La preocupación por la posible comercialización de la bienal es compartida por figuras prominentes en el mundo del arte, como Maria Balshaw, directora de la Tate en Londres, quien insta a preservar la calidad y la originalidad del encuentro. Se señala, además, el creciente papel de galeristas y coleccionistas con intereses lucrativos, como ejemplifica el patrocinio, por segunda vez consecutiva, de Burberry al pabellón británico este año.

A pesar del atractivo económico que representa la bienal, surgen preocupaciones sobre la fragilidad de Venecia. Expertos como Mario Piana alertan sobre el deterioro de los característicos muros de los edificios venecianos debido a la oxidación de sus varillas, problema exacerbado por la calefacción y el cambio climático.

El contexto geopolítico también se hace presente en los pabellones de la bienal. La ausencia de Rusia por segundo año consecutivo y la toma de su lugar por Bolivia, así como el cierre del pabellón de Israel debido a conflictos políticos, son reflejos directos de las tensiones internacionales. Las protestas, como las llevadas a cabo frente al pabellón de Israel por manifestantes en favor de Palestina, demuestran que el arte es un espacio de expresión política y social.

En resumen, esta edición de la bienal es mucho más que un acto cultural; es un microcosmos donde convergen no sólo diversas expresiones artísticas, sino también las complejidades y tensiones del mundo contemporáneo.

En este escenario, la ciudad de Venecia se encuentra en una encrucijada, enfrentando desafíos tanto económicos como estructurales, mientras intenta mantener su identidad única en un entorno cada vez más globalizado.