Política
Ver día anteriorDomingo 7 de abril de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Debate presidencial

Derrotas de Mitterrand, Nixon y Hillary Clinton

En el mundo, el cara a cara de aspirantes ha definido el rumbo de las contiendas
Foto
▲ El candidato presidencial de MC, Jorge Álvarez Máynez, durante su ensayo de ayer para el debate .Foto Fabiola Martínez
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de abril de 2024, p. 9

En los anales de la democracia en el mundo, los debates electorales se han consolidado como parte fundamental de las campañas, y en algunas experiencias han sido definitivos en el rumbo de la contienda al desnudar a los candidatos ante millones de electores, descolocarlos frente a grandes audiencias o evidenciar sus estados de ánimo, lo que repercutió en el resultado de las votaciones.

Convertidos en espectáculo político en algunos países, el peso de las ideas cuenta tanto como las formas y la ecuanimidad de los aspirantes en esos momentos climáticos de las campañas, donde un error o un acierto puede modificar el rumbo de las preferencias electorales.

En la primavera de 1974, la disputa por la presidencia en Francia confrontaba al derechista Valéry Giscard d’Estaing con el socialista François Mitterrand, quien se reivindicaba como líder de las causas populares frente al miedo que generaba un proyecto de la derecha. Durante el debate, D’Estaing soltó una frase que descalificó el liderazgo de Mitterrand: Usted no tiene el monopolio del corazón....

En una contienda tan cerrada, el efecto que le generó esta afirmación se valoró posteriormente como fundamental. En esa segunda vuelta, D’Estaing derrotó al socialista 50.8 contra 49.1. Siete años más tarde, en 1981, Mitterrand cobraría la revancha para alcanzar la presidencia en otra cerradísima disputa.

Menos rígidos que en México, en el mundo los debates han favorecido excesos no sólo discursivos, sino de actitudes. Proclive a la estridencia, en 2016 Donald Trump desplegó su arrogancia durante el segundo encuentro con la demócrata Hillary Clinton, aprovechando un formato que les permitía desplazarse en el escenario libremente, por lo que pudo colocarse justo detrás de Clinton –cuando ella intervenía– con un rostro adusto e intimidatorio.

En su libro Lo que pasó, Clinton relató aquella escena: estábamos en un escenario pequeño. Fue increíblemente incomodo; estaba literalmente respirando en mi cuello. Mi piel se erizó, pero tienes que elegir, te mantienes tranquila y sonriendo como si no estuviera invadiendo de manera repetida tu espacio o te giras y le dices claramente, vete para atrás, asqueroso. Sé que te gusta intimidar a mujeres, pero a mí no me vas a intimidar.

La práctica de esta confrontación de proyectos suele decantarse por giros audaces de los contendientes, o incluso por la participación de los moderadores. En 1988, durante un debate organizado por una televisora estadounidense, el demócrata Michael Dukakis se vio sorprendido frente a la pregunta del conductor:

–Si Kitty Dukakis fuera violada y asesinada, ¿estaría a favor de la pena de muerte para su asesino?

Dukakis no modificó su discurso contra dicho castigo, ratificando que no era disuasorio contra los delincuentes, pero eso no evitó una victoria holgada de George Bush padre.

A lo largo de la historia de los debates televisados, que se iniciaron en Suecia en 1958 y tuvieron un primer episodio en Estados Unidos, en 1960, con un encuentro memorable, porque la irrupción de la imagen de los candidatos en la televisión fue decisiva. Un desaliñado Richard Nixon, poco cuidadoso de su presencia, contrastó con una imagen jovial del demócrata John F. Kennedy, algo que no pasó desapercibido para la audiencia.

Un traje oscuro y la mirada siempre de frente a la cámara –cuentan los analistas de entonces– contrastaban con el rostro distraído de Nixon, quien se dirigía a los moderadores. Era la primera experiencia de debates presidenciales televisados en Estados Unidos.

La ecuanimidad y los reflejos políticos de los contendientes son factores que ha sido importantes en diversas experiencias. Con 73 años a cuestas, en 1984 el republicano Ronald Reagan buscaba la relección, con su edad como uno de sus flancos débiles, lo que el demócrata Walter Mondale buscó explotar en el cara a cara que sostuvieron.

Incisivo, Mondale cuestionó si con los años Reagan era apto para enfrentar los duros retos que vivía la Estados Unidos. La respuesta de Reagan fue demoledora: No voy a convertir mi edad en tema de esta campaña. No voy a explotar, por razones políticas, la juventud e inexperiencia de mi opositor.

La genialidad provocó la carcajada del demócrata, quien tendría una derrota aplastante semanas más tarde. Con 81 años, Joe Biden supera la edad de Reagan para buscar la relección.