Ciencias
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Eclipse Solar
El día: la noche
G

raznan los patos, surcan junto a cisnes el lago de Chapultepec; los púberes enamorados dejan el faje y reman. Enfilan, estelas filosas sobre la pátina de agua, las aves acuáticas hacia tierra firme. Vuelan las aves con sonidos lamentosos rumbo a sus arbóreos aposentos. Bosteza un camello, gutura un bisonte, se aletarga la pantera. Una bella, bellísima jirafa se asoma con ternura a través de su alta ventana. Rumian los que rumian, cantan los que cantan. Antílopes se agrupan, flamingos se hacen nudos, abalorios sus tuberías como pescuezos rosas.

Las creaturas de la naturaleza se hacen círculo, se juntan, se arrejuntan, se recogen, se arrullan, se acurrucan. Duermen ya algunos, otros montan guardias azorados. Y en el cielo gime una nerudiana: ¡Ah, los astros trenzados! ¡Ah, la cópula loca!

El Sol y la Luna se hacen uno.

Zoológico de Chapultepec, jueves 11 de julio de 1991. Eclipse total de Sol.

Una multitud fluye lenta, tranquila hacia las jaulas, cerca las cercas, las barreras de contención. (Letreros apócrifos que se antoja inventar ante algarabía tal: Prohibido dar filtros para el Sol a los animalitos; Protéjase, vea el eclipse con condón.)

Es mediodía y la multitud no teme tanto por su vista como por su no-vista: ¿y si nos hacen de chivo los tamales y en lugar de eclipse de Sol tenemos eclipse de nube?

–Haz changuitos, manita, para que se vayan esas cochinas nubezotas.

Y el gineceo cruza los dedos índice y anular mientras en su jaula una changa con su chango hacen changuitos también.

El Sol es ya casi Luna en un cuarto menguante cuando, chin, la nubezota se interpone. Eclipse cardiaco. Y para acabarla de amolar, llueve. Está a punto de cobrar sentido la expresión valió sombrilla: todos despliegan, los que tienen, sus paraguas.

Pero sí lo merecimos: mientras los animalitos del Señor se metieron a la cama, se hizo la noche y todos estallamos en suspiros, gritos de júbilo, un grito con tu nombre adentro. Un niño aplaude enardecido y decenas de infantes lo secundan.

¡Oh, Dios, qué maravilla! Un abrazo solar. Un abrazo largo, largo, interminable. Oscuro ósculo brillante con esta joyería solar. El diamante solar. Un clamor. Es de noche y la ciudad no duerme. Es el alba y nadie duerme. Amanece. Buenos días, mi amor.

La pandita, jetoncita. Una pareja de faisanes se despereza en su cama que es una larga vara. Desanudan sus pescuezos los flamingos. El oso polar azota la puerta que lo encierra.

Los pinnípedos, los carnívoros, los camélidos, los falconiformes.

Y en el momento de mayor oscuridad estallaron los fuegos artificiales allí juntito, en el Museo Nacional de Antropología. Jolgorio. Y por los tronidos que se espanta el hipopótamo (le dio hipo) y que se pone nervioso el teporingo y que se arrejuntan más juntitos los antílopes y las palomas se tornaron más inquietas y despiertan por segunda vez en el mismo día las cautivas creaturas cautivadas.

Ha concluido el eclipse.

En el Zoológico de Chapultepec de la Ciudad de México reinicia la vida: se inicia un nuevo día en el mismo día. Dos veces.

Buenos días, mi vida.