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Histórica retrospectiva de Brancusi en el Centro Pompidou de París

Se puede considerar al escultor rumano uno de los padres del arte abstracto, sin ser abstracto

 
Periódico La Jornada
Jueves 28 de marzo de 2024, p. 3

París. El Centro Pompidou de París acoge una histórica retrospectiva del artista rumano Constantin Brancusi (1876-1957), que revolucionó la escultura en la primera mitad del siglo XX, como décadas antes hizo su maestro Auguste Rodin.

Más de 120 esculturas y centenares de bocetos, pinturas y documentos componen esta exposición abierta hasta el 1º de julio.

En 1995 se realizó la anterior antología de estas dimensiones, también en el museo parisino, que heredó el taller de Brancusi y toda la colección personal del escultor con la misión de preservarlos íntegramente.

Brancusi llegó a París con 28 años procedente de Rumania y se integró rápidamente al taller de Rodin en 1907, cuando el autor de El Beso estaba en el cenit de su carrera.

Nada crece a la sombra de los grandes árboles, dijo supuestamente Brancusi tras permanecer apenas tres meses, de enero a marzo de 1907, en el taller del gigante de la escultura francesa. A partir de ahí, Brancusi se lanzará a su propia refundación de la escultura occidental.

Esculpe directamente la madera o el mármol, con ímpetu, sin recurrir a los moldes, y en apenas 15 años su estilo se afina, se despoja vertiginosamente de todo adorno, hasta convertir las cabezas en formas esféricas, con finas líneas que apenas esbozan una nariz o un par de ojos.

Es penoso echar a perder un bello material con agujeros para los ojos, los cabellos, las orejas, explicaba Brancusi.

Uno de los ejemplos más conocidos de ese estilo depurado es La musa dormida (1910), escultura en bronce patinado de una cabeza femenina inclinada. Brancusi hizo posar a una clienta adinerada, la baronesa Frachon, que al ver el resultado lloró de emoción, explica la comisaria principal de la exposición, Ariane Coulondre.

Gracias a los amplios fondos del legado de Brancusi, que conforman dos tercios de la exposición, y a los préstamos del extranjero, el Centro Pompidou puede presentar un viaje fascinante al corazón de ese estilo depurado.

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▲ La exhibición, abierta al público hasta el 1º de julio, está integrada por más de 120 esculturas y centenares de bocetos, pinturas y documentos.Foto Afp

Ya sea mediante la serie de musas dormidas o el busto de un niño, o la manera en que Brancusi interpretaba pájaros o focas, el visitante puede comparar las distintas versiones de un mismo modelo, cómo se afina y cambia incansablemente.

Brancusi atraviesa todos los movimientos del siglo XX. Se le puede considerar uno de los padres del arte abstracto, sin ser en absoluto abstracto. Nunca quiso formar parte de ningún movimiento, verse asociado a otros artistas, explica la comisaria. Vendía él mismo sus esculturas, nunca quiso tener un agente, añade la experta.

Apenas daba entrevistas, pero recibía a menudo visitantes en su taller de 180 metros cuadrados, donde trabajaba y retrabajaba incansablemente sus esculturas.

El misterio de la princesa X

Brancusi impuso su huella en el arte occidental en apenas cuatro décadas. En 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, dejó prácticamente de trabajar. Sólo hay una obra conocida de esa fecha, explica Ariane Coulondre.

Hasta su muerte en 1957, se dedicó a reordenar incansablemente su taller. Cada vez que vende una obra, saca un molde para volver a situar la escultura donde estaba o aprovecha ese vacío para reorganizar todo el espacio.

Brancusi no escapará a las polémicas sobre el arte contemporáneo. Una de sus esculturas más controvertidas es La princesa X (hacia 1932), que parece un falo, pero que el escultor insistía en que era la versión más depurada posible del cuerpo de una mujer, aunque Brancusi prefería que el visitante sacara sus propias conclusiones. Hablaba con aforismos, sin dar pistas ni sobre sus fuentes de inspiración ni sus teorías.