Opinión
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Isocronías

Jaraberos, copleros

Án

imas que cante el gallo / para ver cuándo amanece. El gallo no tiene hora, / canta cuando le parece. La anterior es una de las dos coplas que dividen en tres partes meramente instrumentales el jarabe que, en el segundo Encuentro Tradicional de Mariachi, interpretaron Los Jaraberos de Nochistlán. Hace ya mucho que bajé esa pieza, con otra, Los gorgoritos, a mi computadora, tanto que no sabría precisar cuándo.

¿De dónde? Tampoco. Sé que de ambas me convencieron su alegría, su gracia, su certeza o, si se quiere, sencillamente su muy patente estado de ánimo, que inducen un estado de ánimo no similar (¿se me permitirá la probable exageración?): idéntico, en el escucha.

Aunque una sola voz, limpia, potente, de dicción impecable, canta la estrofa al inicio reproducida, es claro que la intención del autor, a estas alturas seguramente anónimo, es presentar un (mínimo, sí) diálogo, por lo demás afortunado, entre dos voces. La imagen general es que el gallo canta al o en el amanecer, pero (esto es fácilmente comprobable) canta cuando se le ocurre. Acaso a oscuras es más audible, se note más, pero igual canta en el día –y a oscuras no nada más cuando está por amanecer. Y en sólo 32 sílabas queda en ese jarabe definitivamente tal realidad expresada. Técnicamente, pero también poéticamente (así no se trate de profundidades sublimes, sino de la cotidianeidad campirana), son cuatro versos perfectos. Y (supondré) sin autor. Qué delicia.

La otra copla, de cuyo contenido no nos ocuparemos, es: Ya te he dicho que no vayas / al pozo del agua fría / porque de allí se llevaron / a una prima hermana mía, técnica o formalmente también sin desperdicio. De la música no podría decir nada, excepto que es exultante, y que la grabación debe de ser en vivo, pues las percusiones (mi oído no distingue muy bien si hay tambora, creo que sí; si el arpa es cacheteada, puede ser, o si hay zapatazos, más que zapateo, contra la tarima) disminuyen mucho en las versiones que del mismo grupo encontré en una de tantas plataformas de Internet. Y vaya si hacen falta.

En mi vida, y ojalá (pero sé por experiencia e intuición que sí) también para otras vidas, son menos piezas que imprescindibles obras del arte popular nuestro.

Qué bonitos gorgoritos, / ¡quién los pudiera bailar! / Sólo los zacatecanos, / que los saben redoblar. ¿Otra vez un diálogo? Puede ser. Y por hoy, aquí lo dejamos.