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Economía moral

Cumplir 80 años y seguir festejando la vida

E

l domingo pasado 10 de marzo cumplí 80 años. Envejecer es una bendición. Dejar de envejecer es morir; seguir envejeciendo es seguir vivo. No formo parte de una familia longeva, por lo cual al cumplir 80 años he superado a casi todos los miembros de mi familia de los que conozco la edad a la que fallecieron, salvo una tía del lado materno. Es un buen momento para ver estadísticas demográficas como esperanza de vida, tablas de mortalidad, pirámides de edad y reflexionar sobre el envejecimiento y la muerte. Erich Fromm dice que la especie humana es la única que sabe que va a morir, de donde se deriva lo que él llama la principal dicotomía existencial del ser humano: quiere vivir, pero sabe que va a morir. Hace 70 años, en 1950, la esperanza de vida al nacer (E₀) a nivel mundial era de sólo 46.5 años, mientras en 2022 fue de 71.7 años; 54 por ciento más. Los valores de E₀ aumentan con el nivel de prosperidad de las regiones mundiales: Oceanía, con 79.2 y América del Norte (Canadá y EU) con 78.7 tuvieron las E₀ más altas en 2022, mientras África, con 62.2 tuvo la más baja. América Latina y el Caribe (ALyC), con 73.8, y Asia con 73.2 tuvieron niveles similares, mientras Europa, con 77.4, está arriba de estas últimas, pero no por mucho. En la E₀ cuenta mucho la tasa de mortalidad de menores de 5 y, sobre todo, la de menores de un año que ha venido bajando en el mundo a gran velocidad, sobre todo a partir de que se puso en práctica la terapia de rehidratación oral (TRO), que evita fácilmente la muerte por deshidratación de menores. El número de muertes anuales mundiales atribuidas a la diarrea entre niños menores de 5 años cayó de 4.6 millones (m*) estimados en 1980 a alrededor de 1.5 m* en el año 2000. Estudios de caso en Brasil, Egipto, México y Filipinas confirmaron el aumento en el uso de TRO que son concomitantes con caídas notables de la mortalidad (Victora CG, Bryce J, Fontaine O, Monasch R. Reducing deaths from diarrhoea through oral rehydration therapy. Bull World Health Organ. 2000; 78(10):1246-55.). Al tiempo que ha venido aumentando la E₀, ha venido bajando la tasa global de fecundidad. A nivel mundial bajó de 4.9 hijos nacidos vivos por mujer en 1950 a 2.3 en 2022; en ALyC bajó más rápido: de 5.8 a 1.8 hijos por mujer. Estas dos dinámicas llevan al envejecimiento de las pirámides de población: por un lado la edad promedio aumentó de 22.2 a 30.2 años a nivel mundial y de 18.3 a 30.6 en ALyC, entre 1950 y 2022; por otro lado, las pirámides dejan de ser pirámides con la base más ancha en los primeros grupos de edad que van disminuyendo a mayores edades; ahora el grupo más ancho no es el más joven. Por cada 100 mil habitantes masculinos nacidos vivos en 1950, cumplirán 80 años 13 mil 145; mil 219 cumplirán 90 años, y sólo 13 cumplirán 100; en cambio, por cada 100 mil mujeres nacidas vivas en 1950 llegarán a 80 años 17 mil 713; a 90 años, mil 910 y a 100 años, 24. La evolución temporal es más marcada que la ventaja femenina. Por cada 100 mil varones nacidos vivos en 2020, cumplirán 80 años (si no hay reversión en las bajas de la mortalidad), 49 mil 997 (la mitad), cumplirán 90 y 100 años: 21 mil 9 y 2 mil 745. De cada 100 mil mujeres nacidas vivas en 2010 cumplirán 80, 90 y 100 años: 60 mil 686, 29 mil 743 y 5 mil 137. No encontré tablas de mortalidad para 1940, por lo cual sólo puedo estimar qué de la población masculina nacida en 1944, cuando yo nací, la proporción de varones que cumplirán 80 años en 2024, será de menos de 13 por ciento, digamos 10 por ciento, 10 mil de cada 100 mil nacidos vivos en 1944. ¿A qué atribuyo haber llegado a los 80 años habiendo nacido en 1944, pues la probabilidad nacional era de sólo alrededor del 10 por ciento?

Es necesario introducir el estrato social de pertenencia y el medio (rural, R, o urbano, U) en que nací y he vivido. Nací en la ciudad de Puebla, medio urbano, en una familia de clase media o alta. Esto significó buena alimentación, acceso a buenos servicios de salud, buena educación, que me permitió continuar estudiando hasta el posgrado y, por tanto, desempeñar trabajos sedentarios que si bien exponen poco a accidentes mortales, propician algunas enfermedades como las cardiacas de las que he padecido. En mi libro Pobreza y estratificación social en México (1995; Inegi, El Colegio de México, UNAM, 112 pp.), usando datos de hijos nacidos vivos (HNV) e hijos sobrevivientes (HS) –reportados por las madres que respondieron el cuestionario censal– a la fecha del censo de 1990, calculé los hijos no-sobrevivientes (HNS) y las tasas de no-sobrevivencia (TNS) por estrato social del MMIP (Método de Medición Integrada de la Pobreza) como el cociente hijos no sobrevivientes (HNS) entre HNV; o sea TNS= (HNS/HNV)(100), para el conjunto de cada estrato y medio U o R. Son sobrevivencias mucho menores a los 80 años, pues se refieren a hijos de mujeres vivas. La clase alta urbana tuvo una TNS=3.99 por ciento, contra valores de los pobres U de 8.05 por ciento y del total urbano de 7.51 por ciento, del total rural de 12.19 por ciento y del total nacional de 8.69 por ciento. En este libro comprobé que la pobreza, literalmente, mata. La tasa de mortalidad o TNS de los pobres R es más del triple (3.22 veces), y la de la población nacional más del doble (2.18 veces), que la de la clase alta urbana. Thomas Pogge (How many poor people should there be? A rejoinder to Ravallion, en Debates on the Measurement of Global Poverty, editado por S. Anand, P. Segal y J. E. Stigltz, Oxford University Press) dice que “18 millones (30 por ciento de) las muertes anuales humanas son atribuibles a causas relacionadas con la pobreza”. Con estas dos divisiones, queda claro que la TNS aplicable a mis 80 años por haber nacido en 1944 no sería alrededor de 90 por ciento, que calculé antes (el complemento de 10 por ciento que sí llegaron a los 80 años), sino poco menos de la mitad, alrededor de 42 por ciento y, por tanto, una TS de 58 por ciento, que explica que esté escribiendo esto cuando inicio mi novena década de vida. Concluyo reproduciendo los primeros versos de un poema inconcluso que escribí alrededor de 1988, que se titula Escoge, pues, la vida:

“Quiero vivir, le dije, como Chagall/
Sano y en plenitud hasta los noventa y siete/
Reverenciando la vida hasta el final/
Siempre amar y entender/
Con dignidad envejecer”/
Involuntaria mi respuesta, /
canto insólito, de fiesta./
“Para lograr este ideal/
ama la vida, su señal/
con reverencia y fervor escucha/
la voz de tu inconsciente/
Hazle caso. Ten valor”/
Dijo la onírica figura, /
sabias palabras que perduran.

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