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“Decidimos no destruirlo; si los lectores lo celebran, tal vez Gabo nos perdone”
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▲ Gabriel García Márquez en una imagen captada en noviembre de 2010. Hoy se presentará En agosto nos vemos en el Instituto Cervantes de Madrid.Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 5 de marzo de 2024, p. 3

Madrid. Poco antes de morir, Gabriel García Márquez sentenció sobre la historia en la que había estado trabajando los últimos años de su vida: Este libro no sirve. Hay que destruirlo. Hablaba de En agosto nos vemos, su novela inédita que finalmente verá la luz y que se presenta este martes en el Instituto Cervantes de Madrid, en un acto que tendrá repercusión mundial a través de las nuevas tecnologías, pero, sobre todo, por el enorme interés que sigue suscitando la obra y la figura de Gabo.

La decisión de publicar la novela la adoptaron sus herederos, sus hijos Rodrigo y Gonzalo García Bacha, junto con los responsables de la editorial Random House Mondadori –que tiene los derechos en el mundo de habla hispana, salvo en México, que será publicado por la editorial Diana, del Grupo Planeta.

Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa. Así empieza de la novela En agosto nos vemos, en la que el Nobel colombiano recrea la escena recurrente en la que su protagonista, Ana Magdalena Bach, visita cada verano la tumba de su madre. Ese arranque de la historia fue escrito y rescrito varias veces por García Márquez hasta esta última versión. Pero siguió trabajando en la historia, encajando los capítulos y las tramas, si bien finalmente no estaba convencido del resultado final. Ni siquiera después de haberle dedicado más de 10 años, ya que el propio escritor anunció el 18 de marzo de 1999 que estaba trabajando en un nuevo libro, que en un primer momento consistiría en cinco relatos autónomos con una misma protagonista: Ana Magdalena Bach.

Esa fue la última referencia al libro, al menos hasta su muerte, el 17 de abril de 2014, hace casi una década. Ahora, cuando el narrador colombiano hubiera cumplido 97 de años (nació el 6 de marzo de 1927), verá la luz la novela con la que se cerrará la carrera literaria de uno de los escritores más celebrados y leídos del mundo.

Sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, reconocen en el prólogo de la novela que la decisión la adoptaron incluso a pesar del criterio de su padre, quien ordenó sin más preámbulo su destrucción. Así justifican: “La pérdida de memoria que sufrió nuestro padre en sus últimos años fue, como es fácil imaginar, durísima para todos nosotros. Pero, en particular, la manera en que esa pérdida disminuyó sus posibilidades de continuar escribiendo con su rigor de costumbre fue para él una fuente de frustración desesperante. Nos lo dijo una vez con la claridad y la elocuencia de un gran escritor: ‘La memoria es a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada’”.

Continúan: “En agosto nos vemos fue el fruto de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea. El proceso fue una carrera entre el perfeccionismo del artista y el desvanecimiento de sus facultades mentales. El largo ir y venir de las muchas versiones del texto es descrito en detalle, mucho mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros, por nuestro amigo Cristóbal Pera en sus notas para esta edición. En su momento, sólo sabíamos de la sentencia final de Gabo: ‘Este libro no sirve. Hay que destruirlo’”.

Si bien, advierten sus herederos: “No lo destruimos, pero lo dejamos a un lado, con la esperanza de que el tiempo decidiera qué hacer con él. Leyéndolo una vez más, a casi 10 años de su muerte, descubrimos que el texto tenía muchísimos y muy disfrutables méritos. En efecto, no está tan pulido como sus más grandes libros. Tiene algunos baches y pequeñas contradicciones, pero nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor. El amor, posiblemente el tema principal de toda su obra”.

Por último, detallan que “al juzgar el libro mucho mejor de como lo recordábamos, se nos ocurrió otras posibilidad: que la falta de facultades que no le permitieron terminar el libro también le impidieron darse cuenta de lo bien que estaba, pese a sus imperfecciones. En un acto de traición, decidimos anteponer el placer de sus lectores a todas las demás consideraciones. Si ellos lo celebran, es posible que Gabo nos perdone. En eso confiamos”.

Una de las personas cruciales para que este libro se publique es Cristóbal Pera, académico de la Universidad de Texas y doctor en literatura de América Latina, quien fue restaurador ante el lienzo de un gran maestro. Pues, según cuenta Pera, él fue responsable de decidir el texto definitivo de la novela, para lo que se basó en los cinco borradores que existen de la novela y que están resguardados en el Harry Ransom Center, donde está el legado y el archivo personal del Nobel. Entre esos borradores está la última versión, en la que el escritor introdujo correcciones de viva voz, que iba dictando a su secretaria personal, Mónica Alonso.

El académico y amigo personal de Gabo explicó uno de los motivos por los que el novelista no se decidió a publicar la novela en vida: Su memoria ya no le permitía encajar todas las piezas y correcciones de su versión última, pero la revisión del texto fue por un tiempo la mejor manera de ocupar sus días en el estudio haciendo lo que más le gustaba hacer: proponiendo un adjetivo aquí o un detalle que podía cambiar allá.