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Esquema patriarcal obliga a investigadoras a estar siempre disponibles, sin vida personal
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▲ Imagen en el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM.Foto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de marzo de 2024, p. 7

Alcanzar altos grados académicos y consagrarse a la investigación y la docencia universitaria siendo mujer en México todavía implica un alto costo social, personal y hasta económico, pues muchas padecen precariedad laboral y salarial.

La presión que enfrenta un sector no menor de investigadoras, académicas y alumnas de posgrado por alcanzar los estándares de producción que imponen las universidades que aún se rige por patrones “patriarcales, neoliberales, coloniales y extractivistas, que te obliga a estar disponible todo el tiempo, sin vida personal, sin vacaciones e incluso sin pareja, y con la culpa como compañera constante.

Cuando te estás bañando, cuando haces el mercado, cuando lavas los trastes, estás pensando en qué vas a hacer con tu investigación, dónde vas a publicar, qué nuevo tema vas a indagar. Es parte de esta precarización, estar trabajando todo el tiempo, narra Isaura Castelao Huerta, becaria posdoctoral del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.

Precariedad laboral y salarial

En el conversatorio Ciencia, mujeres y neoliberalismo en América Latina, Castelao Huerta señaló que son múltiples las desigualdades de género que enfrentan ellas en la academia, que incluye no sólo la inseguridad laboral y salarial, sino también escaso financiamiento para sus investigaciones, e incluso el cobro hasta de 3 mil dólares para acceder a contenidos de revistas indexadas, donde podrían publicar sus artículos.

Su caso, como el de muchas otras jóvenes investigadoras, retrata una apremiante desigualdad de género. Con un contrato de posdoctorado por un año en el CIEG, que puede renovar sólo una vez, la incertidumbre laboral forma parte de sus desafíos a futuro. No tengo nada seguro como fuente laboral. Mi posición es bastante precaria, admite.

Cuidados y trabajo invisible

La historiadora y antropóloga Paola Suárez Ávila, profesora-investigadora de la Universidad Iberoamericana, señala que la academia es una construcción de redes. Dedicas casi toda tu vida a la formación, y justo cuando estás en el mejor momento para la maternidad debes enfrentar los procesos más exigente de tu carrera académica, como concursar por una beca, dirigir un grupo de investigación o mantener tu productividad académica para no perder los estímulos.

Aceptar que debes elegir entre tener una familia o una carrera es duro, porque también enfrentas condiciones laborales muy precarias, con poco o nada de tiempo libre.

Explica que las investigadoras, cuando no estamos en trabajo de campo, damos clases o trabajamos en los artículos que queremos publicar, pero incluso con altos niveles académicos, con doctorados, el salario promedio base mensual en una universidad pública no supera 21 mil pesos, lo que te obliga a competir por todo tipo de estímulos.

Amaranta Vallejo, alumna del doctorado en letras de la UNAM, reflexiona que otro sesgo de género es el peso del trabajo no remunerado del hogar, así como el cuidado de familiares e hijos.

En México subsiste una cultura machista muy fuerte, un falocentrismo que obliga a dividir tu tiempo en muchas actividades distintas a lo académico. Eres cocinera, chofer, cuidadora, ama de casa todo terreno, la que resuelve todo a la familia, aunque tú nunca tengas tiempo para ti ni para desarrollar tu verdadera vocación, lo que te interesa intelectualmente, enfatiza.

Los cuidados del hogar y de mis seres queridos ha tenido un impacto negativo en mi desarrollo académico. Me ha demorado en la conclusión del doctorado, lo que no es fácil, no sólo porque tengo 51 años y vengo de otra profesión que ejercí por más de 20 años, sino porque a mi edad prácticamente te cancelan cualquier oportunidad de desarrollo como investigadora, porque ya no tienes 30 años, aunque cuentes con las ganas y el amor al conocimiento.

Ruth Mercado Maldonado, doctora en Ciencias, experta en temas educativas e investigadora independiente, destaca que esta desigualdad viene de lejos. Desde los años 60 del siglo pasado, señala, enfrentamos una ardua lucha por nuestros derechos, que no se ha detenido.

Profesora decana del DIE-Cinvestav por más de 30 años, plantea que el impacto de sostener una carrera académica y científica en la vida personal y familiar de investigadoras y académicas aún sigue sin ventilarse mucho.

Sin embargo, asume, “para muchas colegas de mi edad, e incluso mucho más jóvenes, ha sido muy difícil; es un costo muy alto porque una de las primeras cosas que se pierden es al compañero, incluso si es progresista y de izquierda.

Nunca te dicen no, pero está implícito que hay una negociación en la que siempre te piden ceder parte de un territorio conquistado, como asistir o no a una estancia posdoctoral o acceder a una beca de investigación. Y la decisión, subraya, siempre es difícil.