Opinión
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¡Fallaron!
U

saron todos los instrumentos que tuvieron a su alcance, que son bastantes y, ciertamente, usualmente efectivos. Pero se toparon con un Presidente duro de roer. No obstante, la crítica continúa a la búsqueda de cualquier detalle para ensañarse en ello. Pero, al menos por ahora, no se atisba claro si la intentona logrará funcionar en lo sucesivo. El tiempo se les viene encima y la heredera del modelo ofrece menos flancos de ataque. Ahí están ambos personajes, en el centro de la arena, y con los ánimos preparados para las batallas por venir.

Lo que se ha denominado como golpe blando quedó corto y sus autores sufrieron desperfectos en la pelea habida. Andrés Manuel López Obrador tuvo también sus moretones, pero, una vez más, salió airoso y hasta robustecido ante rivales que no pueden despreciarse. La derecha reaccionaria, que tiene frente a él se lamerá las heridas y volverá a la pelea. Esto no se acaba hasta que alguien claudique o caiga, sin inventiva adicional, en el campo de batalla; o el pueblo se canse de sus mentiras y complicidades. Mientras, la disputa por el lugar que a cada uno corresponde se va precisando en sus detalles y propósitos. Unos, los atrevidos, están decididos a seguir adelante con sus cambios y, los otros, constreñidos a mermar a sus oponentes y, si se puede, detener su avance.

Este episodio, que por ciertos momentos marcó la actualidad del país, empezó con los millones de bots y troles, lanzados desde oscura retaguardia, dispersa en el corto mundo. Aparecieron, con belicosa furia, en contra de aquellos a los que consideran peligrosos para sus masivas ambiciones de retomar privilegios, hoy en fuga. Por corto tiempo se camuflaron bastante bien. Pero sus errores lingüísticos los delataron al tiempo que destapaban sus rostros y mostraron peludas manos titiriteras. En el rejuego analizado quedaron, al descubierto y sin pudor, los patrocinadores del enjuague. Se volvieron vulnerables, el campo abierto no es lo suyo y su eficacia disminuyó hasta hacerlos inofensivos. Volvieron a rehacerse y contrataron a un periodista de renombre que se presentó con viejas glorias premiadas (Pulitzer) y respaldo en un diario famoso ( The New York Times). Su debilidad fue el falso relato: construido con endebles suposiciones y tontas conclusiones. Sus magos y animadores locales fueron, casi de inmediato también, descobijados y ahí quedó atorada la aventura. AMLO pudo responder con su acostumbrada enjundia, basamento ético popular (71 por ciento) y alebrestada pasión. Sin embargo, reincidieron en la estrategia de mermarlo hasta volverlo, si esto fuera factible, un pato herido, uno que llega –según famosa imagen– al final de su mandato con las alas quebradas por la irresponsable cantaleta de narcopresidente. La fórmula no cuajó como se deseaba allá arriba donde moran los confabulados. Menos todavía repercutió en la candidata, a quien en verdad desean debilitar con similar pasión. Saben que tiene una formación bien cimentada, de su íntima propiedad y decidida eficacia organizadora. Instrumentos por demás valederos para una gestión exitosa. La visualizan, con precautoria cautela, como honesta funcionaria como para menospreciarla. Sería un grave error político creer que doña Claudia cederá ante sus conocidos embates y que no tienen armas distintas y eficaces ante sus reacciones negativas.

El conservadurismo escogió mal a sus abanderados. En especial a la que piensa que puede aspirar a la Presidencia de esta República en movimiento. Por más apoyos mediáticos que traten de empoderarla, su confesado provincianismo silvestre la sitúa, a cada rato, en su debido tamaño. No hay argumento –ni tampoco chicle alguno– que la ponga a la altura de un combate electoral que va perdiendo. Menos todavía que pueda, siquiera, aparentar calidad ejecutiva para sentarla en la silla del águila. Simplemente carece de los atributos y la reciedumbre conceptual para hacerse de los argumentos y proyectos indispensables para el triunfo. Sobre todo considerando el vivo movimiento y la trayectoria popular de sus rivales.

Por ahora el probado golpe blando les resultó de mecha corta. Muy a pesar de sus aliados internos, prestos a secundar la patraña inventada, cual tontos útiles, este tipo de aventuras, aún en contra de la independencia de la Nación. Y fracasó, también, por el respaldo de los millones de ciudadanos que han hecho consciente el peso político y electoral que tienen en sus alforjas. No están satisfechos con lo, hasta hoy, avanzado. Desean seguir adelante por la misma ruta y, con seguridad, lo habrán de lograr. Estos álgidos episodios dejan varias moralejas. Una exige no perder el apoyo popular para sostenerse en una lucha por demás descarnada. Otra, mantener la dirección sin mermar el paso. Las restantes apuntan a escudriñar el peso reaccionario del exterior, organizado y con vastos recursos disponibles. Por lo demás, habrá que ir a las cercanas urnas con la seguridad del triunfo pero sin fantasías, descuidos ni arrogancias.