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Ensamble capitalino trabaja en el rescate de la música típica

Los intérpretes Omar Durán, Gustavo Jiménez y Javier Cilveti quieren que los jóvenes disfruten y valoren este patrimonio sonoro

 
Periódico La Jornada
Martes 27 de febrero de 2024, p. 3

Volver a colocar en el mapa la música que sonaba en el país a finales del siglo XIX y principios del XX –polkas, valses, chotis y pasodobles, entre otros géneros y ritmos– es la misión del Ensamble Típico de la Ciudad de México, que el sábado dio un concierto en la sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (Cenart).

Detrás de tal cometido no existe una motivación nostálgica ni un afán de rescate de música en desuso, sino el interés de que las nuevas generaciones disfruten, valoren y reconozcan uno de los patrimonios sonoros y culturales de nuestra nación, explicó el jaranero Omar Durán, uno de los tres integrantes de esa agrupación.

Nuestro reto ha sido retomar esa música, volverla a tocar, regresarla a los centros culturales y que la gente se encuentre con ella y sus autores y la disfrute; es decir, reactivar esta tradición musical que se ha quedado un poco rezagada, señaló el etnomusicólogo y percusionista.

Hay un acervo enorme de esa música en el país que queremos volver a poner en el mapa. Para ello, nos damos a la tarea no sólo de conseguirlo en bibliotecas y archivos personales y de instituciones, así como con otros colegas, sino también de hacer arreglos para nuestra dotación poco convencional: jarana, leona y marimba chiapaneca.

Diferencias con la tradicional y folclórica

Otra de las encomiendas del ensamble desde su fundación, en 2017, es preservar ese amplio repertorio como un patrimonio cultural de la Ciudad de México, aclaró el intérprete en entrevista con La Jornada.

Aunque hay muchos compositores de diferentes partes del país, el epicentro de la cultura fue siempre la Ciudad de México, y aún lo es. Muchos autores del interior emigraron aquí para dar a conocer su trabajo; entonces, su obra se volvió parte de la música de esta capital; es algo que hemos querido poner en el mapa, apuntó.

Porque la música oaxaqueña tiene auge y fuerza, así como sus grupos representativos en las bandas, lo mismo que sucede en Jalisco con el mariachi. Cada entidad tiene algo muy representativo en términos musicales, pero la Ciudad de México no; la música típica es lo más icónico de esta urbe. Pese a que hablamos de más de un siglo, nos parece muy importante resaltarlo y divulgarlo, para que la gente la identifique y haga suya esta música.

Según Omar Durán, en México hay confusión en torno de la música típica, a la cual se le asume como música tradicional o folclórica cuando, en realidad, está asociada a un segmento temporal determinado: finales del siglo XIX y principios del XX.

Detalló que esa expresión está conformada por géneros como la polka, el vals, el pasodoble, el chotis, la marcha, la habanera, toda esa música que ya casi no se toca, excepto por algunas orquestas típicas o algunos ensambles, que también han ido desapareciendo y caído en desuso.

Precisó que la música tradicional proviene de los pueblos y cumple una función dentro de los mismos en términos de sus cosmogonías y rituales, mientras la típica cuenta con una carga de origen europeo y un sentido más de entretenimiento y gozo, dado que su auge fue en la época del porfiriato.

Un género que no es rancio ni almidonado

Integrado asimismo por Gustavo Jiménez y Javier Cilveti, quienes ejecutan la marimba y la leona, de forma respectiva, el Ensamble Típico de la Ciudad de México tiene a la fecha un repertorio de unas 80 obras. Algunas son de origen tradicional o no corresponden al periodo histórico donde esa expresión tuvo auge, sino que son más contemporáneas, como algunos danzones; incluso, cuentan con piezas originales.

A lo anterior, Durán agregó que este año existe el proyecto de renovar ese repertorio, a partir de invitar a compositores a crear obras dentro de esos géneros y ritmos de antaño.

Si de algo están convencidos en esa agrupación, afirmó, es de que la típica no es una música con sonido ni sabor rancio.

Tal convicción anima también la estructura de sus conciertos, pues procuran quitarles lo almidonado y que sean divertidos, dinámicos y el público salga de ellos con información sobre las obras, los autores y los instrumentos que utilizan.