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Toros
Gran encierro de Pozo Hondo

En la sexta corrida de la temporada Diego San Román sale a hombros // José Mauricio, oreja por artística labor // Emilio de Justo: buena muleta, mala espada

Foto
▲ Diego San Román salió en hombros y recibió dos orejas.Foto cortesía Plaza México
 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de febrero de 2024, p. a41

Ante la bravura con edad y trapío, no su remedo, el público se emociona, los alternantes se crecen y la fiesta de los toros recupera su sentido ético y su trascendencia estética. Sin embargo, el sistema taurino insiste en ignorar estos principios atemporales.

Por esas contradicciones de la afición, el cartel más redondeado de todo el serial fue el menos favorecido –salvo el de las damas toreras−, por lo que el tendido de numerado lució notables huecos y prácticamente vacías las localidades de general. Una ganadería encastada y enrachada, dos figuras de México y España y un joven en vías de serlo, no tuvieron suficiente poder de convocatoria en el otrora mitotero público.

En la sexta corrida de la temporada de reapertura en la Plaza México hicieron el paseíllo el capitalino José Mauricio (39 años de edad, 18 de alternativa, cuatro corridas este 2024), el torero de Extremadura, Emilio de Justo (41 años, 17 de matador en mayo), y el diestro de Querétaro Diego San Román (28 años, dos años 2 meses de alternativa y siete corridas en lo que va del año), para lidiar un muy bien presentado encierro zacatecano de la ganadería de Pozo Hondo, con bravura, exigencia y calidad que recargó en el puyazo, nada de pujal, y de haber estado los diestros certeros con la espada, más ejemplares habrían sido desorejados.

Habano, de 511 kilos, bragado y apenas lucero, corrido en tercer lugar, otro toro con el trapío auténtico que sólo da la edad, fue el primero de Diego San Román quien, sin dudar, cuajó una emotiva faena por ambos lados no obstante ser prendido en dos ocasiones, no nada más por la proximidad sino por no hacerse de la embestida con anticipación. Cobró un estoconazo volcándose y recibió merecida oreja.

Cerró plaza Cenizo, con 537 kilos, un berrendo precioso, con el trapío mexicano sin exageraciones de peso y encornadura, al que San Román recibió con delantales, chicuelinas, revolera y brionesa o remate de pecho con el capote. Luego del puyazo, quitó por ceñida saltillera, gaoneras y otra brionesa. Sin moverse, inició la faena con muletazos por alto para enseguida aprovechar aquella embestida alegre y con transmisión en templadas y largas tandas con ambas manos. Como no hubo un sometimiento inicial de la fuerte embestida, algunos muletazos resultaron eléctricos o enganchados.

Dejó tres cuartos de espada algo trasera que bastaron. Los despojos del toro merecieron arrastre lento y otra oreja para la labor de San Román, que emocionado invitó a los ganaderos Alatorre a dar la vuelta al ruedo.

José Mauricio, primer espada, vestido como subalterno, partió plaza con un niñito de luces al lado, menos mal que sin llevarlo de la mano, y dejó con Bandoneón, de 512 kilos, una media a pies juntos para un cartel. La elegancia fue la tónica de la faena, sobre todo con la diestra, y una estocada entera de despacioso viaje coronó su labor, por lo que el público solicitó la oreja, que fue concedida.

Con su segundo, Compae, de 529 kilos, que como sus hermanos recargó en el puyazo, realizó una faena meritoria con más aguante que dominio pues volvió a soplar el viento. Dejó un pinchazo hondo que bastó y en otro tiempo habría dado clamorosa vuelta, pero ayer nadie la exigió.

El diestro de Cáceres, Emilio de Justo, confirmó su alternativa con Tinterillo, de 534, de armoniosas hechuras y rítmica embestida. Dejó un pinchazo y casi entera traseros. Escuchó un aviso y fue sacado al tercio. Su segundo, que también exigía primero ser sometido, logró tandas lucidas, cobró una estocada defectuosa y le sonaron dos avisos.