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Trabajar nos mantiene vivas
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▲ Esperanza asegura que su actividad le permite olvidarse de los achaques y mejora su vida social.Foto Carolina Gómez
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Tengo independencia, amo lo que hago, asegura Alejandra.Foto Carolina Gómez
 
Periódico La Jornada
Domingo 25 de febrero de 2024, p. 10

Esperanza Agustín cumple 68 años la próxima semana y dice que seguirá laborando en una tienda de autoservicio como empacadora hasta que el cuerpo aguante, porque requiere dinero para la renta de su vivienda. Para ella, como muchas otras adultas mayores, no es opción dejar de trabajar porque requieren recursos para pagar cuentas, cubrir sus necesidades básicas y comprar medicinas.

Ella reconoce que mantenerse en el mercado laboral, sea formal o no, la revive y le permite a la vez olvidarse de algunos achaques. Incluso, dice, mejora su vida social.

Esperanza comenta a La Jornada que sus ingresos provienen de la Pensión de Bienestar para las Personas Adultas Mayores, un exiguo pago de jubilación por haber trabajado en una tintorería y de las propinas por recibe por empacar abarrotes.

En la tienda somos voluntarios y la propina es lo que nos quieran dar los clientes. Ahora bajó mucho, porque en diciembre sí nos fue bien. Llegaba a juntar 300 pesos al día. Pero lo que me den es bien recibido, el dinero está escaso, y agradezco a la gente si me da una moneda.

Sostiene que laborará lo más que se pueda, quizás hasta los 75 años, en caso de que sea el límite que imponga la tienda a los empacadores. Me gusta trabajar, y no dejo que los achaques me ganen, tengo que vencerlos. Estar de pie a veces hace que me duelan las piernas y me canso, pero en general me siento bien.

María Alejandra Calderón, de 60 años, es parte de una empresa de limpieza. Asea los baños en un parque al sur de la Ciudad de México y recorre los senderos papeleando. Es decir, con una varilla con punta recoge papeles y los deposita en la basura, como parte de una jornada de ocho horas de trabajo.

Me siento fuerte para trabajar, tengo capacidad y mucha responsabilidad, así que continuaré hasta que me digan hasta aquí. Seguiré lo más que pueda, porque necesito trabajar, aunque ganamos el sueldo mínimo, pero tenemos prestaciones. Y he tenido mucho apoyo de mis compañeras, porque tengo una discapacidad (disminución visual). Ellas son como mi segunda familia.

En otra época fue cocinera. Tuve un negocio de comida, vendíamos pozole y quesadillas, y después me dediqué a vender gelatinas. ¡Claro que nunca gané tanto como otras!, recuerda entre risas.

El trabajo te da independencia, amo lo que hago. La mayor parte de la gente que viene a caminar o correr es amable, pero hay de todo. Alguno ni las gracias te dan cuando les entregamos celulares que dejan olvidados en los baños. Otros dan una compensación, y eso ayuda a nuestro ingreso.

Gloria Navarro, de 67 años, labora desde hace dos en una instancia de gobierno local, cuyo ingreso complementa con la pensión de bienestar y con la distribución de una bebida a base de lactobacilos, actividad que realiza en una tricicleta recorriendo varias colonias.

Quiere seguir trabajando porque dice que así se siente útil, se mantiene activa y no me quiero ir a encerrar en mi casa a tullirme.

Su trabajo en el gobierno le encanta. Apoyamos a la gente que tiene dudas sobre los programas sociales en la Ciudad de México y vamos casa por casa. La mayor parte de la gente te recibe bien, sólo algunos opositores (al gobierno) no tanto. Pero las personas en general son muy lindas. Andas en la calle, te reconocen y agradecen el apoyo y la orientación.

A punto de cumplir 60 años, María Lourdes de Santiago sigue trabajando en una clínica de su familia como veterinaria y quiere continuar hasta los 65 años, cuando planea jubilarse.

Si tuviera que hacerlo, nuevamente elegiría mi profesión. No hay nada como salvar la vida de los animales. Provengo de una familia de escasos recursos, así que desde chicos trabajamos, y lo hice también durante toda mi carrera para solventar gastos. Así que tuve un sinnúmero de empleos, pero ya estoy cansada, aunque me gusta mucho lo que hago.

Hace tiempo padeció hipertiroidismo y su salud se deterioró. Aún así, trabaja 12 horas por día. Programamos cirugías desde las 8 de la mañana y se supone que el consultorio cierra a las 19 horas, pero casi siempre a esa hora es cuando llega la gente, lo que no le molesta, asegura, porque no son clientes, son amigos.

Trabajar a nuestra edad, cuando todavía tenemos aptitudes físicas y mentales es maravilloso, nos mantiene activas, ocupadas y vivas. Hasta se olvidan las enfermedades, afirma.

En eso coincide María Amada Carmona, de 64 años, quien atiende una cafetería semifija. Antes de casarse limpiaba casas, dejó de hacerlo y se dedicó al hogar. Ahora cumple una jornada laboral de 7 a 18 horas.

Con esto reviví, porque en casa haces las mismas labores y sin paga. Aquí platico con la gente, me divierto, hago amigos, recibo remuneración y no estoy pensando en achaques. Estuve 20 años con artritis, y desde hace seis meses no tomo medicamentos. La enfermedad se detuvo.

Los doctores dicen que trabajar me ayudó, continúa, que incidió el contacto con la gente y la naturaleza y mejoró mi ánimo. Me gusta vender café y viene mucha gente joven, deportistas, médicos, turistas, y he hecho muchos amigos. Antes yo era una persona muy reservada.

Cuenta que un barista le enseñó a usar la máquina para preparar café. Comprobé que a mi edad puedo aprender cosas nuevas, además de que la gente te motiva. Preparo chapatas, sándwiches, molletes, y trato de hacerlo como si fuera para mí. Los frijoles que les pongo, los guiso en casa.