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La Milarca, nuevo museo del coleccionista Mauricio Fernández Garza

El empresario reunió este acervo en 50 años // Espadas de Hernán Cortés, Porfirio Díaz e Iturbide, así como un anillo de Maximiliano, entre los objetos más destacados

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▲ El empresario, político y filántropo ante una escultura de Francisco Zúñiga.Foto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 20 de febrero de 2024, p. 3

Monterrey, NL., Insólito, ecléctico y único en el mundo, el nuevo museo La Milarca abrirá sus puertas en unos días para ofrecer la colección privada de 3 mil millones de pesos reunida en 50 años por el empresario, político y filántropo Mauricio Fernández Garza, quien continúa la misión de promoción de arte y mecenazgo de su estirpe familiar.

Desde fósiles de dinosaurios, pasando por la colección de amonitas más importante del mundo, la espada de Hernán Cortés o el anillo de Maximiliano, con cuatro techos renacentistas españoles de 1500 y siete arcos góticos del siglo XIII, La Milarca, ubicada en el Parque Rufino Tamayo en San Pedro Garza García, se convertirá en uno de los museos más importantes de América Latina.

Con 2 mil piezas que constituyen las pasiones de uno de los grandes coleccionistas de arte de México: naturalia, científica, exótica y artificial, La Milarca es una réplica de su casa ubicada en la Sierra Madre Oriental, en la Reserva Nacional Chipinque. El museo exhibe importantes piezas de paleontología y las bellas artes con la curaduría de un grupo de museógrafos encabezados por Miguel Ángel Fernández.

En un recorrido hecho por Mauricio Fernández a La Jornada, muestra en la recepción el suelo cubierto de canillas de vaca incrustadas: “cada canilla significa abrir la pata y luego quitar la pezuña a la vaca, para cortarla. La persona que me las consiguió me preguntó: ‘¿cuántas quieres?’ Yo dije: ‘unas 4 mil’. Se asustó, pero me las juntó en un año”, dice riendo.

El techo de este primer salón es un caleidoscopio pintado por el jalisciense Ismael Vargas. A continuación, llegan los fósiles milenarios, uno enorme está colocado en la pared de la formación río Verde, de los estados de Colorado, Utah y Wyoming, donde hace millones de años había un gran océano en Estados Unidos. A la izquierda se encuentra un mural de helechos carbonífero con 300 millones de años de Pensilvania. Por el pasillo, el visitante se encuentra con el primer arco gótico del siglo XIII.

Y así aparece el primer techo renacentista con dos arcos góticos, uno sobre un estanque de agua: Son de 1200, de la época de los mayas, para que la gente se ubique en tiempo.

Enfrente hay un ictiosaurio, el temible reptil prehistórico parecido al delfín; en este caso, una hembra preñada: Es una cría. Aquí está el ojito y la cabecita del bebé con la columna vertebral, explica Fernández Garza, mientras muestra unas pelotas de piedra de Morelia colocadas en el jardín: Estas las expulsó un volcán, obviamente, a una altura impresionante, y en el aire la lava se hizo cera. Me pase como 15 años comprándolas.

Colección Televisa

En cada rincón de este museo se encuentran los 50 años de colecciones e investigaciones de Fernández Garza. A continuación, un gran salón que será utilizado para actos, donde aparece el techo renacentista de par y nudillo de 35 metros de longitud: Es una maravilla de principios de 1500; es considerada la pieza con mejor acústica del mundo. Las vigas son de una pieza, de un solo árbol. Es muy impresionante, porque son arboles de cerca de 800 años; la madera tiene 1300.

El empresario regiomontano compró la colección que mandó hacer Emilio Azcárraga Milmo para el Mundial 1986, que fue la imagen de México para ese encuentro futbolístico: Se tardaron muchos años en hacerla; son piezas muy extraordinarias porque se cocieron en hornos de leña. Me contaba Paula Cusi que de 30 piezas sólo salía una, las otras tronaban por los conceptos de humedades dentro del barro.

Numismática y arte popular

En el siguiente salón se aloja la exposición Las monedas del cobre en la numismática mexicana, que incluye piezas mexicanas que no se conocían: la plata y el oro no te explican la historia de México, mientras la numismática del cobre sí. La museografía presenta la historia de las monedas.

Al salir al patio central, el visitante se encuentra con una escultura de Francisco Zúñiga de tres mujeres. En la siguiente sección del museo se ubica una colección de arte popular sobresaliente con un techo de mediados de 1300, de Palencia: “Este techo estuvo en un palacio como 800 años y el hollín de las velas acabó tapando toda la pintura y cubrió los colores. Cuando me llegó, era una torta prieta, pero el restaurador Manuel Serrano estaba llorando de emoción. Me dijo: ‘Ven, por favor’. Donde empezó a limpiar salieron los colores originales. Es la época de los mayas. Es una pieza toda pintada y policromada. Es algo inaudito”.

En el Salón Oaxaca hay un techo de un palacio de Sevilla de 1505, el único que queda en el mundo de cerámica: Ya me lo reconocieron en España. Es un privilegio tener estas piezas del Renacimiento. En este salón hay obras de Morales, Tamayo, Sergio Hernández, Toledo, Nieto, Eddie Martínez, Maximino Javier, Filemón Santiago, Arnulfo Mendoza y un retrato suyo que hizo Jerónimo López Ramírez, Dr. Lakra.

En otra sala vacía hay un techo mudéjar, que él llama cristiano musulmán: Se piensa que estuvo en la Alhambra.

El gabinete de Mauricio

Para Mauricio Fernández, los cuatro techos espectaculares del museo pertenecen a la clasificación de cristiano musulmanes, y son de los pocos que quedan en el mundo.

Finalmente, el visitante llega al sótano, donde se halla el Estudio del Coleccionista, uno de los cinco mejores del orbe, con piezas de primer orden mundial. Aquí expone Fernández una de sus grandes pasiones: la paleontología: “Esta tortuga tiene como 50 millones de años; sólo han aparecido tres en el mundo. Este es el meteorito Fukang. En la parte inferior expone la colección de amonitas, la más grande que existe. Entre estas piezas únicas en México, hay dos cuernos de megalocero gigante, el ciervo más grande, del que sólo hay dos, uno en el Museo Británico, en Londres, y aquí”.

Siguiendo la museografía, el visitante se encuentra con un huevo del pájaro elefante, extinto en el siglo XVII: Enteros como éste, sólo hay una docena en el mundo.

En el centro se halla un fósil de tiburón águila planctívoro, al que decidieron llamar como el museo, Aquilolamna Milarca, pieza por la que la revista Science dio la portada a Mauricio Fernández. Encima luce espectacular el Lepidotus, pez jurásico alemán con 180 millones de años, considerado el mejor conservado en fosilización en el planeta.

A un lado se observan unos huevos de avestruz pintados por Francisco Toledo, y un nido de huevos de dinosaurio, el cuarzo más grande del mundo de cristal de roca, el esqueleto de una jirafa al que cayó un rayo en su rancho, un dinosaurio Triceratops y el fémur de una brontosaurio.

En el último segmento muestra una colección de espadas de Ignacio Allende, Porfirio Díaz, Iturbide y la de Hernán Cortés, de quien tiene además la medalla con la que lo condecoraron marqués de Oaxaca.

Entre las piezas de joyería, el anillo de Maximiliano y dientes de megalodonte, hay además un retrato que Rufino Tamayo pintó a su madre, la empresaria y promotora del arte Margarita Garza Sada, un Diego Rivera y el primer autorretrato de Frida Kahlo. A un lado está el Mauriciosaurus Fernandezi, un fósil que encontró el coleccionista en 2011 en Vallecillo, Nuevo León.

Arte para el pueblo

Aunque las piezas de este museo pertenecen a sus seis hijos, ofreció al estado de Nuevo León un comodato de 30 años: Es la herencia de mis hijos, pero va a estar en comodato. Todavía no firmo los contratos, pero la idea es que se queden aquí para siempre en un control privado, y que a los 30 años se renueve. Es un legado de mi familia a mi país. Se trata de que la cultura sea para todos los mexicanos.