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Cultura-CDMX homenajea a Brigitte Broch por su trayectoria de diseñadora de producción
 
Periódico La Jornada
Domingo 4 de febrero de 2024, p. 8

El guion nunca lo toco, pero sí lo puedo cuestionar, dice Brigitte Broch, quien a través de los espacios, las locaciones, los escenarios y los detalles cuenta historias.

Ha hecho magia para crear lo que se llama séptimo arte dando contexto a decenas de narraciones audiovisuales que han quedado en los anales del cine mundial.

Nacida en Hamburgo, Alemania, pero mexicana por elección, Brigitte ha dejado escuela en cuanto al montaje cinematográfico. Se formó como diseñadora en nuestro país, y su primer filme fue Bandidos (dirección de Luis Estrada y fotografía de Emanuel Chivo Lubezki).

La Güera, como se le conoce en el medio, es reconocida en el mundo. Tiene en sus vitrinas un Óscar, un Ariel y otros premios que oculta tras las cortinas del bajo perfil. Es decir, la parafernalia y el relumbrón, no son lo de ella, porque es una mujer sencilla, cálida y muy trabajadora. Cuentan los que han colaborado con ella que es de las que se duermen en el set hasta que las escenografías o locaciones estuvieran listas hasta el último detalle, ésos que, incluso no se ven frente a la cámara.

Ha sido maestra de muchos diseñadores de producción y ha dado la patada de buena suerte con su ojo en el diseño de producción de cineastas como Guillermo del Toro (en Cronos) y Alejandro González Iñárritu (en Amores perros). Broch ha sido nominada a diversos premios por su trabajo en películas como Romeo y Julieta (1996) de Baz Luhrmann, con la que fue nominada al Óscar por mejor dirección de arte y decoración de set; Sexo, pudor y lágrimas, de Antonio Serrano (1999), con la cual ganó el Ariel al Mejor Diseño de Arte. También fue reconocida con un Óscar a mejor diseño de producción por Moulin Rouge, también de Baz Luhrmann.

Estudió teatro pero comenzó a crear contextos cinematográficos para una filmografía que padecía de una estética pobre. Llegó a hacer magia, a hacer que los actores sintieran como suyo el escenario de sus personajes, como la describió la diseñadora de producción Ana Solares, una de tantas alumnas de ella.

No pienso hablar mucho. Sólo de lo que más me impresionó, de cómo fue que por el cine me enamoré de gran parte de México, comentó Broch, homenajeada ayer por el gobierno de la CDMX por medio de la Secretaría de Cultura y la Fábrica de Artes y Oficios Faro Cosmos.

Se reconoció el trabajo de Brigitte, quien ha marcado ha muchas generaciones del cine nacional.

En el acto organizado por Mónica de la Mora, Brigitte relató algunas experiencias que la dejaron marcada tras su llegada a México. Empecé a ver colores a través de mi ex pareja que tomaba fotos de las paredes, sobre todo de las de Veracruz. Eran superficies descarapeladas. Me enamoré de los colores desvanecidos en esos muros, dijo.

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▲ La diseñadora de producción cinematógrafica, Brigitte Broch.Foto Rumania Olivares

Y reveló que lo primero que la enamoró fue conocer El llano en llamas. Recuerdo que, apenas aprendí español, y me enamoré del lenguaje de Rulfo y de la gente que describía. Luego, por el cine viajé a otros lugares. Me tocó estar en la presa Miguel Alemán y luego quedarme donde vivía gente mazateca, la cual nos permitió dormir en una escuela, en el piso de concreto y darnos de comer tortillas con cajeta.

Otra experiencia que la dejó tatuada fue un trabajo que hizo en Chiapas. Era una producción Suecia-Dinamarca que se llamaba La hija del puma. “Tengo recuerdos maravillosos de ese filme porque fue la mejor experiencia que he tenido en toda mi vida: pude convivir con mayas que habían huido de Guatemala del régimen de Ríos Mont –quien por cierto, los mataba a machetazos y quemaba sus pueblos–. Un tiempo terrible para esos pueblos. Nosotros reconstruimos uno como el de ellos. Sus casas tales y como eran, con sus estufas de barro. Cuando las terminamos nos quedamos a dormir en una de ellas para ver cómo se sentía. Además, comimos hongos (no especificó de cuáles) y sobrevivimos”.

Relató también que le tocó vivir en una cabaña de madera junto a una laguna, “que fue otro sueño porque era amanecer y tener de baño en la propia laguna. Con los chicos aprendimos un poco de maya… No les puedo decir lo que me pasó en el corazón con toda esa experiencia pero la verdad es que fue mucho mejor que la parafernalia acostumbrada. Esa fue mi prueba de fuego con México; caí redonda con mis cuates mayas”.

Brigitte reveló que cuando acabaron ese filme se fueron a grabar otra producción a Tijuana. Fue fatal porque se acabó el dinero hasta para el café. No había plata pero pudimos terminar. Cuando de producciones se trata, no tengo palabras buenas para decir. Porque la verdad: pinches productores quieren que con un clavo o un botón se haga un foro. Ya en Tijuana fuimos con María Novaro a hacer El jardín del edén. Lo mencionó porque fue justo que, tras tener esa impresión profunda que me dejaron los mayas, me tocó ver el caso de los migrantes que quieren ir al otro lado y no pueden. Éstos construían sus casas con llantas y eso me permitió ver la inventiva de los mexicanos para hacerse con la vida. Después de Chiapas llegar a Baja California yo lo llamé como el crisol, el contraste, porque es una gente forjada por el maltrato por el rechazo, una mala vida y sobreviven. Eso me pareció un brinco de un extremo al otro. Fue bueno porque me enseñó que el mexicano tiene todas las capacidades para vivir, dejar vivir y sobrevivir.