Opinión
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Energía soberana
L

a proximidad de las campañas electorales permite trabajar sobre varias clarificaciones de temas trascendentes. Sobre todo en algunos de ellos que tocan, tanto el desarrollo como el crecimiento económicos y afectan la convivencia organizada del país. Y, dentro de este enorme caparazón, echarle un vistazo a la energía, enfocándola desde su concepción como prioritario agente para el refuerzo soberano. Insistir en tal categoría obliga a repasar sucesos actuales y las consecuencias que han afectado este preciso y vital campo. Ciertamente, la energía, se ha colado, hasta sin pedir permiso, en la actualidad de las naciones. Unas veces por causar agudos dolores en los bolsillos de la ciudadanía al limitar el bienestar individual y colectivo. Otras tantas enredada en las distintas maneras de enfrentar usos, costos y conducción de los sistemas que la producen y gestionan. Sin olvidar, claro está, las diferentes formas de integración que logran en los ambientes de cada país, valores, principios o cultura.

Después del periodo sexenal que avanza hacia su final temporal, se impone la renovación de convicciones en ciertas tareas que han quedado pendientes. Sean éstas legislativas, financieras o de organización sistémica. En medio de ello, profundizar su concepción como un todo que fluya de manera armónica. Es más, su descripción es tarea indispensable por las graves consecuencias que acarrea en su accionar cotidiano. Habrá entonces que comenzar por exponer las partes que se tienen que contemplar y enumerar.

La energía conforma un complejo sistema industrial y es al mismo tiempo palanca indispensable del desarrollo y estratégico bien nacional. Como industria abarca e interrelaciona los campos de la actividad privada con los deberes e intereses públicos, al tiempo que se interrelaciona y ve afectada por diversos aconteceres internacionales. Como bien nacional implica derechos básicos, así como la oportunidad de situarla, debidamente, como sostén soberano.

Habrá, entonces, que empezar por describir su ser industrial. Como tal es prudente saber que su campo de actividad toca tanto la generación como a su transmisión y distribución para llegar al usuario final. Actualmente, la actividad generadora de los particulares es admitida y alentada por la ley y regulada por ella. Los otros aspectos son exclusivos del Estado que, también, actúa como agente generador. Y lo es de primera importancia al retener, bajo su mando, un amplio segmento del mercado. Es, esta cualidad de agente público dominante, indispensable dada sus repercusiones en la seguridad estratégica nacional. Esta condicionante deriva de observar críticamente los sucesos externos, así como las vulnerabilidades políticas concomitantes. En estos casos se patentiza, a veces hasta de manera cruel con la ciudadanía, el imperativo de mantener el mayor grado de autosuficiencia industrial. Esta característica permite visualizar la energía como un todo que al mismo tiempo tiene etapas y componentes que deben y pueden llegar a ser autosuficientes en sus numerosos componentes.

El programa de gobierno que se exponga en esta campaña permitirá examinar y evaluar las ventajas y condicionantes de las distintas alternativas para la generación y el uso social. El examen debe ser riguroso e incluyente con el fin de mejorar la eficiencia del sistema completo. Es decir, enumerar con el rigor indispensable las distintas tecnologías a usarse: ciclos combinados, eólicas, nucleares, geotérmicas, solares hidroeléctricas y otras muchas adicionales. Pero, un programa comprensivo debe atender, como ángulo primordial, a los recursos con que cuenta el país en hidrocarburos, aguas y caídas, infraestructura, experiencia o capacidad organizativa. La inclusión del envolvente en el cual opera el aparato energético: legislación, complemento financiero, la regulación de competencia o capacidad científica y técnica. No es conveniente ceder y menos aún adoptar la narrativa de los vendedores internos y, en especial, los externos, que tratan de imponer sus muy particulares intereses. No deben adoptarse, como obligación indispensable a las energías –eólicas o voltaicas– como los actores definitorios de la transición energética. La famosa descarbonización y el combate al calentamiento (dióxido de carbono) global son horizontes discutibles en sus tiempos y contenidos. Situarlos es indispensable tarea programática, tanto por sus costos, o naturaleza –intermitente– que las presentan como adicionales y no definitorias.

Para visualizar la futura mezcla energética nacional es preciso no soslayar, como se ha hecho por demasiado tiempo, la contribución de la energía nuclear. Difícilmente, si no es que imposible, será encontrar la adecuada mezcla energética futura, sin incluir todas las tecnologías que pueden servir para concretar el objetivo soberano buscado.