ntes de entrar en el tema de cada lunes, una grata noticia: Gabriel Zaid cumple 90 fructíferos años. Poeta, ensayista, escritor, editor, agudo analista y crítico de los asuntos relacionados con el quehacer cultural, la economía, la política y el ambiente del país. Enemigo de los homenajes públicos, recibe en cambio el más merecido: el de sus lectores.
En la mañanera del 16 de enero, el presidente López Obrador descartó la existencia de desabasto de agua en la Ciudad de México y su área metropolitana. Lamentó que se magnificara con fines electorales. Dijo que se estaba atendiendo una situación de cierta emergencia
por las tormentas invernales que azotaban Estados Unidos. El mandatario está mal informado: la grave crisis del vital elemento que ahora azota a la cuenca de México y al resto del país no es fruto de nevada alguna. Lo es de las negligencias acumuladas durante décadas por el sector público, el Poder Legislativo y una ciudadanía ajena a las decisiones sobre un problema muy grave. Por no cumplirse el artículo de la Constitución que ordena proporcionar preferentemente agua de buena calidad y suficiente a la población.
Ello se expresa en los reportes de las instancias oficiales que administran y distribuyen el líquido en la cuenca de México. Desde sexenios anteriores advirtieron la reducción de las fuentes que surten al principal conglomerado humano del país y uno de los más importantes de la industria. Hoy las tres presas del sistema Cutzamala tienen menos líquido al no recibir el suficiente de las fuentes que lo surten. Ello, por la deforestación de sus alrededores y la sequía. En paralelo se tiene el creciente abatimiento del manto freático de la cuenca por sobrexplotación y recarga insuficiente con las lluvias.
El Cutzamala, al igual que los demás grandes embalses del país, vive la mayor crisis de los últimos 30 años; está a casi un tercio de su capacidad. Por eso es menor la dotación de líquido a la zona metropolitana. Agreguemos un añejo problema: por fugas, obsolescencia del sistema de suministro a los hogares y negocios, y por saqueo, se pierde un tercio del líquido. Cada nuevo sexenio se promete remediar el problema y obras para aprovechar la abundante agua de las lluvias para recargar el acuífero. En vez de hacerlo, se hacen otras faraónicas muy costosas para sacar el vital elemento de la cuenca so pretexto de evitar para siempre inundaciones, como prometió el presidente Calderón. Además, por el crecimiento de la mancha de asfalto sobre tierras agrícolas y la deforestación en el Ajusco y los estados vecinos a la CDMX, no se recarga allí el manto freático, del que se extrae la mayor parte del líquido que demandan casi 25 millones de habitantes.
Las autoridades reconocen el problema, pero muestran su incapacidad de solucionarlo. Será mayor durante los próximos meses. En partes de la ciudad y en todos los estados del país, protestas por la falta el agua, en muchos casos, desde semanas. Ya no escapan de su carencia las zonas donde viven familias con un alto nivel de ingreso, como Las Lomas, en la CDMX. El dotar a los hogares por medio de pipas, insuficiente y un negocio más. Agrego la insuficiencia y mal funcionamiento de los sistemas de tratamiento; el que los nuevos y lujosos condominios y torres de negocios no tienen sistemas para captar el agua de lluvia, algo que también sucede en los edificios oficiales, la industria, los centros educativos, los hospitales.
Y, lo más grave: la privatización (no exenta de corrupción y favoritismo político) de un bien público en beneficio de la industria, la agricultura y los servicios. Incluye el próspero negocio de vender dicho bien en envases a un alto costo y que requieren virtualmente todos los habitantes del país ante la falta de agua potable.
Abundan los estudios del sector público, los centros de investigación y las organizaciones ambientales, sobre cómo enfrentar la escasez de líquido y los efectos que el aumento de temperatura ocasiona en México. Pero no se ponen en práctica.
En México, el futuro ya está presente: es la grave crisis por falta de agua. Y violencia por controlarla.