Opinión
Ver día anteriorSábado 27 de enero de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Infancia y sociedad

El libro de las mentiras

S

e cree que a los menores se les engaña con más facilidad que a los adultos, pero no es así. En la niñez se tiene una capacidad especial para percibir el engaño, la trampa, la mentira y a las personas falsas o que expresan sentimientos falsos. Tristemente esa sensibilidad se pierde con la educación: les enseñamos a a mentir y a mentirse, a creer en las apariencias sin analizarlas, y a aceptar verdades distorsionadas. Quizá por eso muchos adultos se manejan mejor en las apariencias que en la realidad y prefieren el confort de una mentira dulce que la fortaleza de una verdad que duela. “Nunca es triste la verdad –dice el poema– lo que no tiene es remedio”. Me contó un amigo que de pequeño su madre lo sacaba de la regadera envuelto en una toalla y le decía que repitiera sin parar no tengo frío, para que no lo sintiera. Él, todavía muy ligado a la verdad, decía: no tengo frío, no tengo frío… Sí tengo frío…

Hasta que cumplí 11 años de edad me di cuenta que las personas mienten, y fue para mí toda una revelación. Aprender a amar la verdad y a manejarse bien con ella es uno de los mejores regalos que podemos dar al educar a nuestras hijas e hijos. Eso les ayudará a construir una vida honesta, con salud mental y relaciones sanas. Si educamos a la niñez en y para la verdad, la sociedad superará los terribles vicios de nuestra cultura política. Por eso celebro El libro de las mentiras, del escritor argentino Aníbal Litvin, editorial Capicúa: desde niños nos dicen cosas que no son ciertas. ¡No te dejes engañar! Los Reyes Magos sí eran magos, pero no reyes ni eran tres. Robin Hood no era un bandido generoso que robaba a los ricos para darle a los pobres (…) El libro reúne eso y mucho más: engaños de película, las mejores falacias de papá y mamá, los mentirosos de oro, y algunas verdades sobre las mentiras.

Carl Sagan señaló: La primera gran virtud del humano fue la duda, y el primer gran defecto la fe. Por amor estimulamos en los niños la confianza, pero también el derecho de su inteligencia a dudar, a asombrarse y a construir buenas preguntas. Por la vida, la verdad y la libertad… ¡Carajo!

¿Niños guerreros en Guerrero? Votemos a nombre de ellos, de su futuro, porque si votaran el mundo sería mejor.