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Miguel Concha: luz de esperanza
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l 9 de enero de 2023, Miguel Concha Malo trascendió de este mundo terrenal para convertirse en una luz de esperanza, en donde sus saberes fueran una guía para el caminar en la tierra y su ímpetu, como espíritu vivo en la lucha social. El hombre bueno, sembrador de justicia y paz, el luchador, el fraile de los derechos humanos –como ha sido nombrado Don Miguel, como le decíamos algunas personas con cariño, estas formas fueron utilizadas como sinónimos, pues reflejan la persona que él era en nuestra vida y en la sociedad civil organizada.

Tratar de definir la vida y trayectoria de Don Miguel sería reducir a palabras que no dan cabida a la importancia y sustancia a sus aportes, saberes y experiencias desde su ser académico hasta su esencia más íntima como hermano y compañero de lucha. Sin embargo, sus frases nos pueden dar pistas de cómo mantener su legado vigente en el panorama actual, donde las injusticias, las desigualdades, los sistemas de opresión y las violaciones a derechos humanos siguen ocasionando víctimas en el mundo. Ante ello, Don Miguel decía que largo es en verdad el camino que la sociedad, sus organismos e instituciones tienen todavía que recorrer en nuestro país para ver salvaguardados sus derechos humanos (La Jornada, 1/1994). Si bien, las entidades gubernamentales tienen la responsabilidad de promover, proteger, respetar y garantizar, es fundamental la participación de las víctimas, colectividades, comunidades y organizaciones de la sociedad civil en los procesos de búsqueda de justicia y construcción de paz para que las propuestas vengan desde abajo y las acciones las cumplan los de arriba.

Una de las claves que nos dejó nuestro sembrador de paz es que una cultura de paz requiere para su existencia de un conjunto de condiciones que se sintetizan en la noción de justicia (La Jornada, 9/1996), una justicia que debería ser transicional y transformadora para los grupos y personas históricamente en situación de vulnerabilidad, donde los principios propersona, la no discriminación, la perspectiva de género y el enfoque interseccional estén presentes en toda acción y en todo momento. Una justicia que permita combatir la espiral de las violencias y a los actores que las perpetuan para encaminarnos a mundos donde no haya guerra y reinen la paz y el amor. Don Miguel no hablaba de amor romántico, pero expresaba amor político en cada acción que promovía en colectivo con las víctimas y las comunidades, cuya esperanza en la resistencia civil estaba presente en cada acción, en cada palabra de aliento y en cada sentimiento común que acompañaba desde la espiritualidad que también lo caracterizaba. Esta última resistía y rexistía en comunidad ante el entramado institucional que continúa revictimizando y violentando a quienes buscan la verdad, la memoria, la reparación integral y la justicia.

Como mencionaba el fraile de los derechos humanos, es importante que los obispos favorezcan y faciliten al máximo la participación del pueblo y de todos los sectores de la Iglesia en el examen crítico y lúcido del proceso socioeconómico, político y cultural (Unomásuno, 01/1978). Pues, con base en la teología de la liberación surgida principalmente en América Latina, las personas y los pueblos se liberan a sí mismos de las estructuras que históricamente les han oprimido, para incidir sobre su realidad en comunidad y mejorar sus condiciones de vida, por lo que nuestra responsabilidad social consiste en transformar esa mística en herramientas pedagógicas, críticas y políticas que hagan praxis ese mundo que buscamos.

Sin duda, Miguel Concha Malo fue un hombre bueno que buscó siempre tender la mano a quienes más lo necesitaban y perseguir la verdad, la justicia y la paz hasta el último de sus días, ya que nuestro caminar es “[…] una apuesta política de semejante magnitud [que] siempre está en construcción, en camino de sembrar, florecer y cosechar, porque lo suyo tiene que ver con un nuevo amanecer. Con la construcción de otro mundo posible.” (La Jornada, 30/10/2021).