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Retorno asistido: el menor de los males
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éxico y Venezuela reiniciaron el viernes pasado los vuelos derepatriación de migrantes a ese país sudamericano que se encuentran en nuestro territorio. Esta medida, denominada retorno asistido o retorno voluntario, se enmarca en las acciones acordadas por los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y Nicolás Maduro para lograr una gestión humanitaria del incesante flujo migratorio de venezolanos que intentan llegar a Estados Unidos atravesando México desde el sur.

Las autoridades dieron a conocer que se incluyen políticas de combate a las causas estructurales de este, así como de programas sociales y laborales para asistir a quienes vuelven a Venezuela.

Los vuelos estuvieron suspendidos desde el 5 de diciembre debido a la falta de liquidez para cubrir los compromisos adquiridos por parte del Instituto Nacional de Migración (INM). La escasez de recursos financieros es una justificación pueril y no se deben repetir fallas como ésta cuando están en juego asuntos de importancia política y humana. En momentos en que el gobierno federal de Estados Unidos y muchos locales de ese país aplican coerciones draconianas contra los indocumentados, los vuelos de repatriación aparecen como la menos nociva de las opciones para quienes se hacinan en la frontera norte de México o cruzan el país en condiciones de gran vulnerabilidad: las alternativas son quedar expuestos a grupos criminales aquí, correr el riesgo de perecer en el desierto o en el río Bravo, o ser encarcelados por tiempo indefinido en prisiones estadunidenses, sólo para que al final se les devuelva después de arrebatarles meses o años de vida pasados tras las rejas.

Dado que la mayoría de estos viajeros aspiran a ingresar a Estados Unidos y que México no puede aportar a ese propósito, facilitarles el regreso a sus lugares de origen y ayudar a que éstos brinden oportunidades de vida digna a todos sus habitantes resulta indudablemente mejor que sembrar la falsa expectativa de que se les reciba en la superpotencia, o forzarlos a permanecer en un país (México) en el que nunca desearon instalarse.

Con todo, es imperativo que las autoridades migratorias se aseguren de que quienes abordan los vuelos de retorno lo hagan de manera voluntaria, con pleno respeto a sus derechos humanos y a todas las garantías que la Constitución otorga a quien se encuentre en territorio nacional.

El presidente Joe Biden, tan atribulado por las presiones de políticos republicanos en torno a la crisis migratoria, podría resolver varios de sus problemas si atendiera los consejos de su homólogo mexicano: el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló que toda solución real a la migración masiva de venezolanos y de cubanos comienza por el levantamiento de las sanciones criminales que Washington ha impuesto a La Habana y a Caracas por defender su soberanía y no plegarse a los dictados de la Casa Blanca.

El titular del Ejecutivo también ha llamado con insistencia a su colega para que cese sus fútiles esfuerzos de contener a los extranjeros en la frontera e invierta en el desarrollo de los países expulsores de personas, pues a estas alturas cualquier observador sensato percibe que los flujos sólo se detendrán cuando se atajen la pobreza, la marginación, la violencia, la desigualdad y la carencia de horizontes que obligan a millones de personas a atravesar límites internacionales en busca de mejores perspectivas de vida. Cabe desear que los dirigentes estadunidenses entiendan esta realidad y obren en consecuencia.