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La oposición ve corrupción con Exxon

En Esequibo, la gente se siente guyanesa

Deja buque de guerra británico las costas frente al territorio en disputa // Nicolás Maduro repliega tropas

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▲ Frank (a la izquierda en la imagen), quien de pescador cambió a ser paseante de turistas en el lago Capoey, en las cercanías a las instalaciones de Exxon, asegura que no quiere ser venezolano.Foto Jorge Enrique Botero
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▲ En la gráfica sobre estas líneas, la publicidad de comercios refrenda que Esequibo es territorio de Guyana.Foto Jorge Enrique Botero
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Periódico La Jornada
Martes 2 de enero de 2024, p. 19

Georgetown. Para llegar desde esta capital a Esequibo hay que atravesar dos ríos, Demerara y Esequibo. Este último divide en dos a Guyana y cruzarlo lleva casi una hora. En este punto es furioso, pues le queda muy poco para llegar al océano Atlántico y ya ha recorrido más de mil kilómetros en medio de la selva.

La lancha rápida que nos conduce al territorio de 160 mil kilómetros cuadrados que Venezuela quiere anexarse, alegando derechos históricos, se ve en aprietos para llegar a la otra orilla, ya que va atestada de pasajeros con grandes equipajes. En el ocaso de 2023, en el que centenares de nativos, quienes viven y trabajan en Georgetown, pugnan por un cupo para llegar lo más pronto posible a las fiestas de Año Nuevo.

El enorme Esequibo, equivalente a dos terceras partes de todo el territorio guyanés, se extiende desde las costas del norte hasta la frontera con Brasil; al occidente limita con Venezuela, donde se le denomina Guayana Esequiba. Tiene unos 130 mil habitantes, la mayoría aborígenes que viven en resguardos dentro de la espesa selva, donde surgió, en los años 50, una de las principales industrias del país: la maderera. Guyana también exporta azúcar y oro, además exhibe enormes plantaciones de arroz, cuyo verde intenso desfila al otro lado de la ventanilla del vehículo en el que viajamos sin sobresaltos por la región que tiene en vilo al continente, luego de que Caracas anunciara, a comienzos de diciembre, que recuperará lo que considera suyo.

Nacionalidad y concesiones petroleras

Tras un referéndum en el que se preguntó a los ciudadanos si estaban de acuerdo con anexar el Esequibo, el presidente Nicolás Maduro anunció que su país les dará nacionalidad venezolana a los habitantes del territorio y –lo más desafiante– otorgará licencias para explotar el petróleo y los ricos minerales que anidan en su tupida selva.

Este anuncio se produjo apenas un par de meses después de que la petrolera estadunidense Exxon revelara el monumental éxito en sus exploraciones, tanto en tierra firme como en las aguas marítimas, frente a las costas del apetecido territorio en disputa. Expertos internacionales han pronosticado que el hidrocarburo de Guyana podría convertir a la única nación anglófona de Sudamérica –hoy situada junto con Haití entre las más pobres del hemisferio– en una potencia económica con ingresos per cápita similares a los de países árabes.

Según el analista guyanés Hydar Ally, las perspectivas de una mejor Guyana lucen bien, la economía sigue teniendo un notorio crecimiento y así seguirá en 2024. Ally pondera el avance de importantes obras de infraestructura –en manos de constructoras chinas–, como el puente que unirá a Guyana con Surinam, en el límite oriental del país, así como la terminación de un gasoducto, el cual reducirá el costo de la energía local.

Sin embargo, voceros de la oposición política, como el legislador Aubrey Norton, califican la actual administración de incompetente y –lo peor– de estar feriando los recursos provenientes del combustible fósil. Los ingresos petroleros sólo están beneficiando a la élite del gobernante Partido Progresista del Pueblo (PPP), así como a sus amigos y familiares, expuso el parlamentario en su mensaje de Año Nuevo a los guyaneses.

En declaraciones a La Jornada, Nazima Raghubir, presidenta de la Asociación de Prensa de Guyana, también puso en duda que la bonanza derivada de la aparición de mares de petróleo redunde en bienestar de la población, ya que el contenido de las concesiones otorgadas a la Exxon es un misterio.

Baccus, nuestro conductor de rasgos hindúes, e inglés imposible, enfila el auto hacia la base militar del área y explica que estamos en laRegión 2 de Esequibo, una de las nueve en la división política de Guyana.

Frente a la base militar, un guardia sonriente y amistoso me pide que no tome fotos y asegura que no hay oficiales para contestar preguntas. “Holidays”, dice. Más de la mitad de la guarnición castrense la ocupa una enorme cancha de cricket de césped cortado a ras, rodeada de tribunas y enormes torres de iluminación. Nada de cañones ni tanques de guerra ni camiones anfibios. Baccus asegura que tampoco tienen pista aérea, pero asegura que es un gran placer jugar cricket en aquel terreno.

Mientras rodeamos la base, recuerdo a Nazima Raghubir inclinada sobre el mapa de su país, explicando con un lápiz que, si Venezuela se atreviera a atacar, tendría que hacerlo en el extremo noroccidental del Esequibo, muy lejos de la Región 2 y más aún de Georgetown. El ejército de Guyana tiene 3 mil soldados, comentó Raghubir.

Unos 30 kilómetros al oeste están las aguas del gran lago Capoey, en cuyas orillas comienzan a elevarse elegantes resorts para atender la creciente demanda de funcionarios y ejecutivos de la Exxon, quienes se mueven por la región en pequeños helicópteros.

Frank tiene 60 años y ha sido pescador toda la vida, pero ahora usa su pequeña lancha para pasear turistas por el cuerpo de agua. Le pregunto sin preámbulos si quiere ser venezolano, es decir, si aceptaría la reciente oferta del presidente Maduro. Me mira con mezcla de sorpresa y enojo y contesta: De ninguna manera. Dice que todos los habitantes de Esequibo son guyaneses, y agrega que este territorio pertenece sin ninguna duda a Guyana. Se queda pensativo unos segundos y sigue hablando.

En 1973, yo era un niño, estudiaba en Georgetown y a todos los alumnos de la escuela nos llevaron a saludar con banderitas de Cuba a Fidel Castro. Él le dijo a Linden Forbes Sampson Burnham (primer ministro guyanés de la época) que apoyaba a Guyana frente a los reclamos de Venezuela.

Relata que, muchos años después, en 2004, vio en la televisión a Hugo Chávez de visita en Guyana diciendo que un diferendo no podía volver enemigos a los dos países. Y mire ahora, periodista: nuestro mar parece un campo de batalla.

Me despido del viejo pescador pensando que he obtenido una prueba más de que la política es cambiante, y emprendemos camino en busca de venezolanos que vivan a este lado del río.

Ángel y Vanessa viven hace 14 años en Esequibo, hace tiempo se convirtieron al islam y tienen un bar en el puerto, a orillas del gran afluente. Tal vez somos los únicos musulmanes del mundo que venden licor, dice ella mientras me destapa una cerveza. Abogada penalista, Vanessa es andina, de Trujillo, Ángel nació en el estado Bolívar y tienen un hijo llamado –cómo no– Mohammed. Yo, Vanessa Torres, no apoyo que el gobierno de Nicolás Maduro venga a destruir lo que muchas personas hemos construido con esfuerzo. Aquí está el futuro de mi hijo, él tiene acceso a una buena educación, así que le pido al gobierno de Guyana que no se deje quitar ni un centímetro de estas tierras.

De regreso a la capital, me entero de que el buque de guerra británico HMS Trent, que desató la ira de Caracas, ya abandonó las aguas de Guyana tras recibir a bordo a un par de altos funcionarios del gobierno, agasajados con viandas y brindis de Año Nuevo. También leo que el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino, ordenó el repliegue de navíos patrulleros con misiles y camiones anfibio, aviones de combate y 5 mil soldados que desplegó Venezuela el último día del año pasado al grito de ¡Rol de Combate!