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¿La fiesta en paz?

Futbol, beis, box y toros, mismo esquema // ¿No hay toreros premiables?

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▲ Corrida Guadalupana, en la Plaza de Toros México en 2021.Foto Cuartoscuro
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i noción del beisbol, como del resto de las actividades deportivo-empresariales, es nulo. Más que a la fanaticada, pertenezco a esos individuos cuyo cerebro no les dio para asimilar reglas, excepto una: sospechar de lo que hay detrás de lo que se nos permite ver. Mi padre me llevaba a ver jugar al equipo Club 45, de Saltillo, antecedente de los Saraperos, y las espectaculares atrapadas de un pelotero negro (¿o ya no se dice así?) de origen cubano, apodado El Babalú Pérez. Pon atención y aprende las reglas, porque el beisbol es el deporte más inteligente que hay en el mundo, me insistía sin muchas esperanzas.

Pasaron los años y lo que no pasó sino que se fortaleció fue un esquema de negocio deportivo y taurino en manos exclusivamente de la iniciativa privada (¿privada de iniciativas?) o, si se prefiere, de los barones del dinero de este país, quienes desde hace más de medio siglo han acusado una notable falta de rigor de resultados deportivos, en tanto los financieros continúan a la alza. Así, en México futbol, beisbol, box o toros se convirtieron en multimillonarias utilidades para unos o en terapia ocupacional para otros, mientras amplios sectores de la sociedad se han convencido de que su destino es ser permanentes perdedores-apoyadores de unos espectáculos degradados por mal manejados, precisamente al hacerlo de espaldas a los públicos.

No se trataba de que el gobierno en turno se convirtiera en empresario deportivo o taurino sino de que asumiera, con responsabilidad, puntualidad y amplia visión sociopolítica, su papel como alerta vigilante del desempeño de esos promotores, dada su influencia directa en el ánimo de la sociedad. Tampoco se pedía que las autoridades se inmiscuyeran en planes de negocios, metas y estrategias de los que arriesgan su dinero, sino una intervención oportuna y enérgica cuando el desempeño de esos inversionistas en materia deportiva o taurina careciera de rigor de resultados profesionales y, sobre todo, de verdadera filosofía de servicio a los públicos que permiten sus ganancias. Por ello, ya suman décadas de abusos sin sanciones ejemplares.

Empresa socialmente responsable se volvió entonces otra frase feliz pero hueca en el caso de los propietarios de estos espectáculos, habida cuenta de que ignoraron o relegaron el impacto social, económico, ambiental y sicológico que provocan en su entorno, fincando sus utilidades en estándares de dudosa calidad y en alegres importaciones, sin importarles las consecuencias del impacto negativo en la sociedad. En estas actividades la amañada autorregulación neoliberal alcanzó niveles de un cinismo inconcebible, con la complicidad de los medios y de una crítica especializada que sólo ha fortalecido tan mezquino sistema, más la connivencia o deliberada omisión por parte de las autoridades de exigir a los arriesgados inversionistas mejores niveles de rendimiento profesional y de responsabilidad social. En este sentido seguimos siendo no iguales, sino idénticos a administraciones anteriores. Aléguenle, faltaba más.

Sin haber un repunte organizativo o propósitos de enmienda en los propietarios del beisbol, fut, box o toros, entre otros, se otorgó no obstante el Premio Nacional del Deporte 2023 a exponentes buenos o regulares. ¿Y a toreros? No, esos son unos asesinos que ni abrazos merecen. No pos sí.