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La marcha de la economía mexicana: la cuarta
D

ice el brillante Keynes que toda pérdida de riqueza se explica por la presencia de un excedente del consumo por encima del ingreso. Se gasta más de lo que se ingresa. A menos que –aclara el notable británico– ese gasto se financie con ahorros. Pero si no hay ahorro, con deuda. ¿Cuánta deuda?, pues la que se pueda pagar.

Dice mi amigo Perogrullo que si se orienta a un consumo que –digamos– no genera riqueza, el servicio (amortización y pago de intereses) se carga sobre las actividades que sí la generan y aunque en diversas teorías se postula que toda actividad genera riqueza, incluso valor, lo cierto es que no toda actividad es productiva en dicho sentido. Hay formas de riqueza que no se asocian a producción e incremento de valor.

No entremos aquí a la discusión afortunada de los Clásicos y su Crítica en Marx, desde el Tableau Économique de Quesnay hasta El Capital.

Obliga a revisar con cuidado, al menos, la Riqueza de las Naciones de Smith, los Ensayos de Población de Malthus y los Principios de Ricardo, y llegar, también al menos, al importante debate de Keynes con lo que llama –siguiendo a Marx– economía clásica. En ella integra a los seguidores de Ricardo. Sí, a John Stuart Mill, Marshall, Edgeworth y Pigou, como lo indica específicamente. Luego, por cierto y así sea brevemente, menciona a otros como Hayek, Walras y Wicksell. Por lo demás, se trata de uno de los núcleos teóricos que deben ser estudiados a fondo en toda escuela de economía y ciencias sociales del país. Más aún en las escuelas públicas, en las que la reflexión sobre la desigualdad –naturaleza, causas y alternativas para enfrentarla– son responsabilidad esencial.

¡Y qué decir de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México en la que este eje esencial de la reflexión teórica es obligado!, no sólo en escuelas de economía y ciencias sociales, sino en toda tarea, escuela, facultad, centro, instituto, y programa universitario. Aquí retomo la relación que guarda el combate a la desigualdad con el endeudamiento y su servicio, y me permito insistir en la insuficiencia de postular la estabilidad de la relación del endeudamiento con el PIB, como indicador privilegiado para juzgar el manejo de las finanzas públicas. Máxime si no se analiza el destino productivo o improductivo de la deuda contratada y los beneficios económicos, sociales y financieros de su utilización.

Concluyamos con los más recientes datos de deuda proporcionados por la Secretaría de Hacienda. Sí, el endeudamiento total en 2023 –interno y externo (75 y 25 por ciento, respectivamente)– rondará 45 por ciento del PIB. Es decir, 821 mil millones de dólares, equivalente con un tipo de cambio promedio estimado (17.84 pesos por dólar), que será menor al de 2022 (20.24 pesos por dólar).

Por ello, los números de la deuda interna se incrementan en dólares, aunque también los del PIB, lo que no deja de ser paradójico, pues representan más capacidad de compra en el exterior, con todos los beneficios y perjuicios que eso genera. Esto lo ha documentado y debatido continuamente nuestro compañero profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, Arturo Huerta. Importante atenderlo.

Pues bien, lo cierto es que este año se ha dispuesto de casi 8 mil millones de dólares de deuda externa. Y sólo se amortizaron 4 mil millones de dólares. Por ello, el endeudamiento externo neto se elevará en cerca de 4 mil millones de dólares, incrementando el peso de este componente. No sería ocioso que los especialistas de nuestra UNAM abrieran un debate sobre este punto tan relevante y, al menos, señalaran algunas alternativas de manejo de la deuda a seguir en el próximo gobierno, incluso en otros casos muy relevantes: energía, infraestructura, agua, medio ambiente. Y, el más acuciante, desigualdad. De veras.

NB Mi solidaridad y admiraciónpor el Centro Pro… Siempre… Amén.