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La mayoría no recibe ni el salario mínimo por su labor

Para sobrevivir, migrantes se abren paso con trabajos mal retribuidos

Haitianos y venezolanos buscan mejorar su situación mientras se van a EU

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▲ Ricardnel se emplea en un taller mecánico de motocicletas donde sólo le dan 100 pesos por jornada.Foto Ángel Bolaños
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de diciembre de 2023, p. 23

La falta de permiso para trabajar lleva a las personas migrantes a aceptar labores en las que ganan entre uno y menos de un salario mínimo al día en locales comerciales, establecimientos de servicios e incluso el comercio informal, aunque algunos llegan a percibir entre 300 y 500 pesos en la industria de la construcción o en mercados como la Central de Abasto, lo que les permite subsistir en la ciudad mientras siguen su travesía hacia Estados Unidos o regularizan su permanencia para conseguir un empleo formal y mejor pagado.

Es el caso de Mertilion Job, haitiano que por el momento vende tacos de canasta de chicharrón, papa y frijol, en una calle de la colonia San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, por lo que obtiene entre 150 y 200 pesos al día, según la cuenta que entregue.

Llegó hace mes y medio a la ciudad y con ayuda del casero al que arrenda un cuarto con otros migrantes, se desempeña en esta tarea de 10 de la mañana a 6 de la tarde, aunque su oficio es ferralista, que es armar estructuras de varilla para vaciarles concreto, su intención es regularizarse para buscar un mejor empleo, yo quiero tener residencia en México para poder trabajar.

También de Haití, Ricardnel Bellevue llegó hace dos meses y tras solicitar trabajo en unos seis negocios lo ocuparon en un establecimiento de servicio para motocicletas como ayudante de mecánico, donde le pagan 100 pesos al día.

Antes vivió en República Dominicana, allí trabajó como jardinero en un hotel y no ha considerado tramitar el permiso para trabajar porque piensa continuar rumbo a Estados Unidos.

En el centro de la demarcación, Albert, un venezolano, tampoco tramitó permiso para trabajar porque dijo que se va en cuanto le notifiquen su cita para la entrevista que solicitó por medio de la aplicación CBP One para ingresar al vecino país. Mientras, se emplea en una construcción del barrio San Lucas donde no le pidieron ningún requisito por 2 mil pesos a la semana.

Su paisano Elías Carbajal, quien dice haber estudiado medicina veterinaria, se emplea en la Central de Abasto, pero no siempre le dan trabajo y es muy pesado, por 300 pesos, de las 3 de la mañana a las 6 de la tarde cargo bultos de cebolla, papa, cajas de piña, melón y toda esa vaina, aunque su compañero Darnel asegura que le han pagado hasta 500 pesos por la misma actividad, lo que les ha permitido dejar de acampar en la calle, pagar un cuarto, comprar el almuerzo, la cena y allí ya se acabó la plata.

No sufren xenofobia

¿Qué tal mami, qué talla? Pregunte, dice Gisela a una posible cliente que se detiene a mirar los jeans en el local de ropa del mercado de Iztapalapa donde atiende desde hace un mes; aunque tampoco piensa quedarse, dice sentirse a gusto porque le pagan mejor que en otros países donde ha estado y no hay xenofobia, nos tratan igual, todos muy amables.

Roberto, locatario de ese lugar que tiene empleada a otra joven venezolana, elogia su disposición al trabajo, pues tiene 15 días con ella y admite que no le pidió documentos porque sabe que su estancia es temporal, nada más tratamos de apoyarlos.

Los migrantes aprovechan también los tianguis para ocuparse vendiendo papas, empanadas o artículos como carteras o accesorios para teléfonos, incluso disfrazados de Reyes Magos en romerías de temporada, así como en locales del Centro Histórico salvando, en algunos casos, el obstáculo del idioma.