Roma. Poco más de 21.5 millones de dólares y unos 10 años de trabajo serán necesarios para evitar el desplome de la torre inclinada Garisenda, símbolo de la ciudad de Bolonia, en la norteña región italiana de Emilia Romaña.

De acuerdo con las autoridades municipales de esa urbe, publicada en el sitio digital informativo del canal televisivo Sky TG24, avanza la recaudación de fondos para salvar esa edificación medieval, que data del año 1100, la cual desde hace 700 años está ladeada 4 grados, sólo un poco menos que la de Pisa.

El alcalde de Bolonia, Matteo Lepore, señaló a medios informativos que gastaremos no menos de 20 millones de euros, tal vez más, para restaurar y consolidar la torre, y consideró que la recaudación de fondos para ese fin va muy bien: hemos alcanzado 1.5 millones de euros en promesas de pago.

En cuanto al tiempo que demorarán las labores, Lepore manifestó que para la Torre de Pisa se necesitaron 10 años en la intervención y el proyecto de restauración, y apuntó que no existen motivos para considerar que el plazo será menor en el caso de Garisenda.

Tanto esta torre como la de Asinelli, que se alza a su lado, con 97 metros de altura y una inclinación de un grado, ocupan un importante lugar en el patrimonio nacional, por el alto valor cultural, histórico y económico de las mismas, a la vez que integran un conjunto monumental considerado una de las mayores atracciones turísticas de esa región.

A finales de octubre los científicos y técnicos que integran una comisión que periódicamente evalúa el estado de esa estructura dieron la señal de peligro, ante lo cual la alcaldía dispuso cerrar el área alrededor de ambas torres y realizar una evaluación de la situación con el propósito de decidir acciones para evitar el derrumbe.

En el siglo XIV, ante su marcada inclinación y posible desplome, se redujo la altura de Garisenda a 48 metros de los 60 originales, para luego decretar su total demolición, la cual no se ejecutó debido a que el municipio de Bolonia carecía entonces de fondos para comprarla a sus dueños.

Esa torre fue reforzada en 2020 con estructuras metálicas de acero inoxidable destinadas a consolidar sus muros perimetrales, y se le instalaron sensores para monitorear su estado, los cuales indicaron las vibraciones y oscilaciones que evidenciaron el actual peligro de desprendimientos y de posible derrumbe.