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No sólo de pan

De dusselianismo sin regateos

D

esde ahora y aquí, dedico todo el resto de mi trabajo escrito y de mi actividad social al gran Enrique Dussel, Maestro de Pensar para, al menos, dos terceras partes de la humanidad.

El poder constituyente, la potenza, el poder obedenzial que se está construyendo con la Cuarta Transformación en nuestro México del obradorismo y empezó con buenos cimientos, reconocidos por cada vez mayores contingentes de la sociedad mexicana y que seguirán engrosándose y fortaleciendo en el inminente tránsito hacia la dirección nacional subsecuente, no se han podido concretar debido a otras urgencias consideradas como tales por el actual Ejecutivo.

No obstante nuestras incontables voces que por escrito en los medios de difusión o verbalmente en las redes, mítines, aulas y espacios privados, se han alzado con la misma consigna: Por el bien de todos primero los pobres, no han pesado lo mismo en todas las voces de las distintas capas sociales, debido sin duda a la disparidad de la formación vivencial, educativa y académica de todos y cada uno, habiendo ralentizado la propuesta de Enrique Dussel, de descolonizar el pensamiento (y añado: el sentimiento) de los mexicanos. De tal modo que no todos, desde la cúpula política, económica y cultural, hasta las bases más enterradas en el quehacer de la sobrevivencia, se ha considerado prioritario aprender y enseguida transmitir el sentido de la frase emblemática: primero los pobres por el bien de todos, de tal manera que su sentido ha quedado con frecuencia reducido a un reparto más equitativo de la moneda necesaria para subvenir a las necesidades de techo, alimento, educación y salud, sin contemplar en absoluto su calidad o su sentido en cuanto a que la pobreza también está en el despojo de la propia historia por la versión dominante, es decir, que se tapa con parches el deterioro de las clases menos favorecidas para evitar que, por ejemplo, un pobre, además de conmover nuestra piedad, robe a personas de las clases más pudientes. (O, como es el caso, se roben entre ellas).

En otras palabras, nadie bien nacido –diría la abuela del siglo XX– podría estar en contra de subir el nivel económico y de bienestar de las capas más lastimadas de la sociedad, limitando para ello las fuentes de donde se nutre la obscena riqueza de los grandes capitales, pero, el lector estará de acuerdo con nosotros: no basta reducir los abismos de los ingresos monetarios y capacidad de ahorro entre las capas de nuestra sociedad, sino que es fundamental, para que el ejercicio de igualdad tenga verdadero porvenir, que todos, todas y todes (inútil pero efectiva alocución) comprendamos exactamente de qué se trata la igualdad y esto fue lo que Enrique Dussel escribió en miles de páginas y pronunció en centenas de cursos y conferencias a través del mundo: (parafraseándolo) la igualdad entre los humanos depende de la concepción que cada sociedad tenga de su historia y de sí mismo, para lo que es necesario abolir de raíz las interpretaciones ajenas (coloniales) que justifican las desigualdades y su ejercicio repetitivo a lo largo del devenir humano, desde hace alrededor de 2 mil años, para ubicarse en una autoestima que fue robada durante generaciones y que, añadimos nosotros en estas líneas, poder recuperar la estimación profunda por nuestro origen, muchas veces milenario en distintos rincones del planeta y en entornos que nos hicieron posibles y durables y que en conjunto se llaman Natura.

Porque sólo con la libertad del espíritu, acompañando la libertad social de las culturas (que, recordemos, son –en las palabras originales y abreviadas de quien esto escribe y escribió en 2001– Cultura:la respuesta colectiva a los retos del entorno natural”), se podrá alcanzar el ideal (de por sí inalcanzable siendo un ideal, pero cuyo enunciado aproxima la acción virtuosamente a la realidad) que por el bien de todos se debería atender primero a los desposeídos de todo, incluida su propia historia, de la que fueron y siguen despojados con su lengua, memoria y modos de vida. Porque seguiremos cometiendo un crimen de lesa humanidad si no devolvemos las condiciones necesarias para la reproducción de las comunidades campesinas que inventaron los policultivos a través del mundo, desde luego la milpa en Mesoamérica, pero también grosso modo las culturas alrededor de los policultivos de arroz en Asia y de los tubérculos farináceos en África y Australia.

cruzadaporlamilpa.com.mx (con perdón de nuestros lectores, estamos resolviendo los problemas de activación de la página)