Música
l comentario es esclarecedor y oportuno. Señala la crítica de cine de la revista Variety, Jessica Kiang, a propósito de Música ( Musik, 2023), el enigmático filme de la alemana Angela Schanelec: el cine es más un misterio, ante el cual cabe maravillarse, que un acertijo que debamos resolver
. Son en efecto muchas las interpretaciones que el trabajo de esta cineasta inclasificable ha suscitado desde hace ya tres décadas, y la mayoría de ellas han sido, comprensiblemente, aproximativas, cuando no arbitrarias. Música no es la excepción, aunque sí tal vez una de sus propuestas más osadas y a la vez estimulantes. Se sabe, y la directora no lo desmiente, que su fragmentado argumento se inspira, de manera muy libre, en Edipo rey, la tragedia griega de Sófocles, por largo tiempo tema de muchas otras películas; la más notable, Edipo, hijo de la fortuna (1968) de Pasolini.
Pero señalar esta referencia será de escasa ayuda para descifrar la verdadera intención narrativa de la directora. La clave más factible pudiera ser el título mismo, Música, sugerencia que plantea un reto para el espectador: dejar de lado la pretensión de entenderlo todo en la pantalla y abandonarse sin reservas al disfrute de una experiencia sensorial que las imágenes y los sonidos en el arte totalizador de Schanelec procuran generosamente. Uno de los privilegios de un cinéfilo, o de todo aficionado al arte, es poder echar mano de diversas estrategias para potenciar el deleite visual que ofrecen películas quen aparentando no decir nada preciso, abren un vasto campo de estímulos estéticos nada desdeñables, a la manera, por ejemplo, de la belga Chantal Akerman.
En Música hay una desconexión radical entre contenido y forma, siendo esta última lo más atractivo de su propuesta; hay también múltiples digresiones, saltos temporales y elipses en una trama manejada más a través de conceptos (abandono, sacrificio, duelo, reconciliación, esperanza) que de claras líneas argumentales; hay también movimientos de cámara y de personajes que remiten al teatro y a la danza, piénsese en Brecht o en Pina Bausch; de igual modo, emociones sutiles o desgarradoras que se expresan en el minimalismo de un gesto furtivo o del lento desplazamiento de un pie desnudo. Toda esa estrategia artística se ha vuelto familiar para quienes aprecian los trabajos anteriores de Schanelec, El sendero de los sueños (2016) o Estaba en casa, pero (2019), e inevitablemente fastidioso para sus detractores o para convencidos prófugos del tedio. Algo es indiscutible: la belleza reside siempre en la mirada –o en la paciencia o en la frustración– de quien la contempla.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 15:45 y 20:45 horas.