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Catástrofe en Guerrero

El mercado central aún está semivacío

Con escasos clientes, reabren centros de abasto de Acapulco

Familias cuyo local se destruyó al paso de Otis acuden a cocinas de asistencia

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▲ Algunos locales han abierto en el Mercado Central de Acapulco (imagen de arriba), mientras la población completa su canasta básica con la despensa que distribuye el Ejército o en los comedores comunitarios. La gráfica sobre estas líneas, en Caletilla.Foto Alfredo Domínguez
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Periódico La Jornada
Martes 14 de noviembre de 2023, p. 2

Acapulco, Gro., ¡Somos mexicanos y superamos cualquier obstáculo que nos pongan! Luego del huracán, salimos a la calle, abrimos caminos arriesgándonos a que nos cayera un poste, una lámina o un palo, pero hay que buscar el sustento para nuestra familia, afirmó Olga Lidia Cruz Hernández, quien después de 17 días del paso de Otis –por falta de energía eléctrica–, reabrió su expendio de pollo en el Mercado Central, donde son escasos, tanto los comerciantes que han retomado sus actividades como la gente que acude a comprar al que se considera uno de los puntos de abasto popular más importante del centro de Acapulco.

Los pescaderos tienen en sus negocios no más de 4 kilos de mojarras, a 100 pesos el kilo, y dos o tres cajas de camarón mediano listo para prepararse a la diabla o al mojo de ajo, a 150 pesos. En el Mercado Central también hay huevo, frutas y verduras, pero sus precios son más altos que los supermercados que ya reabrieron; por ejemplo, en el Central un cartón con 30 huevos vale 100 pesos y 77 pesos en las tiendas de cadena.

Entorno devastado

El centro de abasto popular está devastado. Su entorno es similar al de muchas colonias del puerto, escombros, basura y destrucción. Dentro, los negocios no sufrieron grandes daños físicos, pero se quedaron sin luz, las pescaderías tienen los refrigeradores abiertos porque su contenido tuvo que ser regalado o tirado ante el apagón que impidió mantener la requerida cadena de frío para su conservación. En las pollerías y carnicerías pasó lo mismo.

Afuera del mercado hay comerciantes con puestos improvisados, como Wendy, quien al mismo tiempo que espanta las moscas, que insistentes buscan posarse en las mojarras y todo lo que encuentran, exclama: ¡El kilo de mojarra a cien!, ¡llévela, llévela! ¡Fresca, fresca!

Las intenciones y la actitud de reactivar el comercio, su forma de vida, ya están, ahora los locatarios piden que los clientes regresen. La actitud es de gusto por retornar, ver a sus marchantes, y esperar compradores mientras degustan un taco o un guisado en platos de cartón. Los clientes son escasos, por ello todos coinciden: “¡Lo único que queremos es trabajar!, nos hace falta apoyo y que la gente venga!, ponga eso –exhorta al enviado de La Jornada–: ‘ya estamos trabajando y necesitamos que la clientela regrese!’”

Mi madre lleva 50 años sacando el sustento aquí. Somos gente de labores y es lo único que queremos. Teníamos dos semanas sin ganar dinero. Aquí le vendemos a los restauranteros, al ama de casa. Aquí estamos, saliendo adelante, dijo Wendy.

En el Mercado Central, el pollo entero, grande, se cotiza en 220 pesos, hay medianos en 200 y chicos hasta 160. En uno de los supermercados que ya reabrieron la pechuga de pollo entera cuesta 130, el kilo de pierna, 80; de muslo, a 79; las alitas, a 90, y el bistec de pollo a 166.

El kilo de plátano cuesta 20 pesos en el centro comercial, 18 en el mercado; el jitomate, a 36 en el súper y 20 en los puestos; el tomate está a 34.80 pesos en anaqueles y en los puestos a 28.

Las tortillas valen hasta 40 pesos en los expendios de las colonias, mientras en el centro comercial a 13.80 pesos.

No obstante, si bien se empiezan a llenar los anaqueles populares, hay quienes no pueden pagar su comida y acuden a los comedores comunitarios a desayunar y comer.

Sin mercancía, sin Papagayo

Mayra del Carmen y su familia, a quienes el huracán Otis les arrebató todo lo que tenían: su casa en la colonia Emiliano Zapata, y su negocio en el Mercado de Artesanías Papagayo.

Vivimos aquí, pero no quedó nada de nuestra casa. Aquí nos quedamos mis papás y mis hermanos. Mi papá como pudo levantó un cuarto con láminas que encontramos. De nuestro negocio no quedó prácticamente nada, por eso sacamos lo que pudimos, lastimado o dañado, señaló Mayra del Carmen.

En el Mercado de Artesanías Papagayo, 580 pequeños comercios se perdieron en su totalidad. Mayra del Carmen trae consigo unas cajas con conchas marinas que pueden servir de adorno o de cenicero o fragmentos de coral que un amigo de mi hermano encontró en la playa luego del huracán, y tiene algunos collares de cuentas de vidrio y pedrería, pero no vende esos artículos: los cambiamos por despensa o productos. Necesitamos comer y sólo esto tenemos, aunque sabemos que están dañados, alguien los puede querer.