Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de noviembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Aprender a morir

Carta a una acapulqueña

R

ecordada señora: nos conocimos en circunstancias harto comprometidas, tanto por la frágil embarcación de tu marido como por tu entereza para tranquilizarme en medio de aquella tormenta enfrentito nomás de Revolcadero, disfrazado de turista audaz, cuando a leguas se notaba mi endeble condición de rata de ciudad, como me calificaste muerta de risa ante mi aterrada expresión cuando por fin tocamos tierra.

Son maneras personales de encarar el azar, terció amable el hombre de tu vida, en un intento por atenuar tu sadismo divertido. ¿No que nosotros no le tememos a la muerte?, preguntaste. Sí le tememos, contesté, por eso la disfrazamos y festejamos, no vaya a ser que lo tome personal. Tras el desalmado paso de Otis por tu ciudad natal y expoliado puerto, antes, durante y después del huracán, pues está escrito que hay paraísos cuyo infierno va con ellos, me dices que apareció una tristeza que nunca imaginaste, tanto por amistades fallecidas como por el deterioro en que quedó Acapulco.

No es ante las tragedias y la furia de la naturaleza, sino ante la vida cotidiana que se requiere adoptar la feliz cuanto olvidada frase que casi salva, juntos, al antiguo y al nuevo testamento: Bástele a cada día su propio afán. El mismo concepto utilizado por los alcohólicos anónimos: sólo por hoy evitaré beber. Esa acumulación de sóloporhoyes ayuda a aceptar, atenuar y reparar nuestras pérdidas que, en el caso de una violenta muerte colectiva, suele volverse más traumática, incomprensible y paralizante.

Bien lo sabes: de este mundo nadie, ni dioses ni hombres ni el resto de los seres sintientes, sale vivo, por lo que tiempo y circunstancias de cada pérdida o muerte no modifican su implacable puntualidad, por crueles, absurdas, injustas, inoportunas o inesperadas que sean esas circunstancias. El exitismo de la época no puede aplicar a la muerte su pueril concepto de éxito; en algunos casos prolonga cruelmente la agonía mediante mercantilizadas tecnologías.

Ya no confundas aceptación con resignación y derrota; aceptar es reincorporación gradual a nuevos escenarios y desafiantes compromisos; es evitar morirnos con nuestros muertos, enfermarnos con nuestros enfermos y venirnos abajo con nuestras palmeras y ventanas, precisamente porque somos únicos, irrepetibles y mortales. No preguntarte por qué, sino para qué aún sigues con vida. No será para lamentarte. Siempre en mi corazón.