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Sistema de oficios, gran acierto
H

ace ya varios años que el mexicano Ernesto López Villagómez y su compañero de vida Davide, de origen italiano, viajan a la Ciudad de México desde Berna, Suiza, para ver a sus familiares. Vivir en Suiza ha sido para ellos una excelente opción, porque no sólo ejercen su talento en un país esencialmente pacífico, sino que su sueldo les ofrece una vida holgada con todo y vacaciones.

–Elena, es muy satisfactorio el sistema de oficios de origen suizo que López Obrador introdujo en México con el nombre de Jóvenes Construyendo el Futuro. Este sistema lleva 50 años en Suiza y es una excelente opción para adquirir un oficio después de haber terminado la educación básica. En lugar de una formación académica que puede tomar varios años y tal vez ni siquiera permita encontrar trabajo, ejercer un oficio asegura la vida de muchos jóvenes.

–¿Los muchachos no aspiran a una carrera universitaria? En lo personal, a lo largo de los años, lo que más me entristece es no haber entrado a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) después del convento de monjas del Sagrado Corazón. Acudí a la UNAM, pero una funcionaria me dijo que no se podían revalidar ese tipo de estudios...

–Efectivamente, la universidad es algo de gran envergadura, exige años de dedicación que quizá la mayoría no tiene la voluntad o la energía de llevar a cabo. Es sabido que un numeroso grupo de jóvenes europeos se entrega a estudios universitarios, pero al terminar no encuentra trabajo. Por eso mismo, en Suiza existe la opción de aprender un oficio en el que los jóvenes dividen su horario en clases de cultura y acude a una empresa que capacita a vendedores, peluqueros, tatuadores, mecánicos y otros oficios parecidos. Jóvenes me han llegado a preguntar si les puedo ayudar a hacer su declaración de impuestos; este oficio de fiscalista de medio tiempo me lo paga el Estado y lo hago con gusto. Por él, recibo un salario que me permite estudiar también...

–¿Cuántos años dura esa capacitación?

–Dos o tres años que terminan con un certificado. Muchas veces, la misma empresa que capacitó a un joven lo contrata, sobre todo si demostró su potencial. Este sistema ha ganado fuerza a escala mundial. Lo han aplicado 50 o 60 países, México lo implementó recientemente y tiene tanto éxito que cada año se organizan las Olimpiadas de la Capacitación del Oficio Profesional.

–¿México ha destacado en oficios?

–Quizá por su experiencia, Suiza está siempre dentro de los primeros lugares junto con China; ya ves que los chinos trabajan tanto que siempre ganan medallas de oro, y nadie supera su desempeño. Los jóvenes chinos están ya en todas partes, nadie les gana. Los países europeos que conocen el sistema suizo lo elogian mucho y creen que es la solución ideal para quienes no pueden o no quieren hacer estudios muy largos; muchos jóvenes de ambos sexos buscan un trabajo en el que no sea necesario invertir tanta energía.

–Ernesto, quizá les va mejor a quienes estudian una carrera. Personalmente, siempre he lamentado no entrar a las aulas de la UNAM en vez de la capilla de en un convento de monjas...

–Elena, un filósofo, ¿de qué va a trabajar? A lo mejor ni encuentra trabajo. A lo mejor un carnicero, un peluquero, al cabo de uno o dos años de capacitación y de experiencia se lance solo o lo contrate la misma empresa que lo capacitó.

“En Suiza, se le pregunta a un chico que termina la segundaria: ‘¿Qué quieres hacer?’ Si responde que desea estudiar una carrera universitaria, lo previenen: ‘Son tantos años, vas a hacer tu tesis y a ver quién te contrata. La opción más breve es la de estudiar cultura general medio tiempo e ir a trabajar’. El pago estimula mucho a los jóvenes quienes reciben un sueldo al tiempo que aprenden un oficio. Muchos de los que escogen esta opción ganan más que si entran a la universidad.”

–Pero el sagrado llamado de la vocación es parte del futuro de muchos jóvenes mexicanos...

–Para empezar, México es un país en el que hay pocas oportunidades desde el momento de nacer, a diferencia de un país como Suiza, en el que realmente todos nacen en paridad y llegan adonde quieren sin importar de qué estrato social provienen. Aquí en México hay una disparidad tan grande entre los privilegiados y los no privilegiados que por más que uno desee ir a la universidad no lo va a conseguir o lo logrará muy difícilmente.

–¿Entonces no hay esperanza para los jóvenes mexicanos?

–Elena, creo que todos tenemos alguna vocación, aunque a veces nos cuesta trabajo identificarla, pero a todos nos apasiona algo. En la actualidad, son enormes los distractores que tienen los jóvenes no sólo en México, sino en el mundo. Cada vez que vengo de Suiza a México encuentro a jóvenes a quienes les cuesta trabajo orientarse y prefieren perder el tiempo con el teléfono celular...

–¿El celular absorbe los sesos?

–Es un distractor, pero no quiero creer que ese estado de cosas sea definitivo. Somos la primera generación, los conejillos de Indias: esperamos que la siguiente sólo recurra al celular para lo que fue creado. En México, veo un retroceso intelectual entre muchachos que ya no piensan ni imaginan, porque juegan todo el tiempo con su teléfono. Les vale su porvenir. Espero que este distractor se limite a la generación actual y que aprendamos a dar al celular el lugar que merece. Estoy convencido de que todos tenemos ganas de hacer y de ser algo, pero en la actualidad a los jóvenes les cuesta trabajo identificarlo. Cuando nos preguntaban a ti y a mí: ¿qué quieres ser de grande?, respondíamos: bombero, cartero, enfermero, maestro, reportera... teníamos una aspiración; ahora muchos jóvenes no tienen respuesta. En Suiza, el orientador vocacional ayuda a quienes no saben qué hacer consigo mismos.

–¿Si identificas el camino es fácil llegar a tu meta?

–En una sociedad como la suiza, todos tienen las mismas oportunidades y el sistema de oficios permite realizarte. En una sociedad emergente, como la mexicana, ser plomero se considera menor. A un mexicano puede parecerle denigrante ser mesero, cartero o cocinero, pero en Suiza no hay tanta diferencia entre un mesero y un traductor, porque servir la mesa quizá te va a retribuir más que una carrera universitaria.

–A las empleadas domésticas se les suele llamar gata por vivir en cuartos de azotea.

–Sí, porque la idea del poder está vinculada con las diferencias salariales. En Suiza, quien tiene trabajo de mesero tiene un poder adquisitivo que le impide sentirse menos que un médico o un maestro, pero a Suiza le tomó años alcanzar la paridad salarial. ¡Tener las mismas oportunidades al nacer es una ventaja que en México ni imaginamos! En Suiza, saber que todos pueden llegar a los estudios superiores es normal. Nadie ni nada lo va a impedir. En México, las diferencias sociales parecen insalvables. Aquí, un juez gana hasta 700 mil pesos al mes y la distancia entre él y un mesero es abismal. En Suiza, quien ejerce un oficio no tiene complejos. No es que yo desaliente la carrera universitaria, pero me es imposible minimizar otras opciones. Lo fascinante es que México es un país cada vez más joven, veo a muchachos por todos lados y sería bueno encauzar a toda esa juventud e invertir en ella.

La idea de que la universidad es lo máximo se contrapone a otras opciones. Si un muchacho, después de haber trabajado, desea entrar a la universidad, puede hacerlo. No perdió su tiempo. López Obrador implementó este programa en México y ha sido un gran acierto. Es una magnífica opción para la chaviza mexicana.