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Política, filosofía y utopía
P

areciera que no hay mucha relación entre los conceptos de política, de utopía y de filosofía; no es así. El tiempo corre y vienen cambios en los estilos y las formas de hacer política. Un vistazo al final de este gobierno confirma lo que digo; se ha logrado mucho, obras, programas sociales, vacunas para todos, siembra de árboles, la economía se consolidó, pero lo más importante es que se ha logrado mantener por más de cinco años y vamos por el sexto, una forma novedosa de comunicación directa, a cargo del jefe del Estado.

Se trata de una lección diaria de civismo, de historia, de economía; es la mañanera, la original forma de hacer política y dialogar, un cambio de fondo; informando, planteando dudas, respondiendo acusaciones. Algunas veces se puede no estar de acuerdo con todo lo que se dice, hay libertad, pero no se puede dejar de valorar esa admirable, novedosa, pacífica forma de hacer una revolución.

La diferencia radica en que, en esta Cuarta Transformación (4T), todo se explica y todo se abre al debate, el resultado es que pueblo está enterado, politizado, participa en las opiniones y las discusiones con libertad y autonomía de criterio y eso lo debemos principalmente a las conferencias matutinas

Hay otro cambio de índole parecida; las fuerzas armadas al estilo Tlatelolco en 1968 o Ayotzinapa son cosas del pasado, hoy el Ejercito y la Armada cuidan aduanas, puertos, aeropuertos; construyen vías, puentes, hospitales y administran líneas aéreas. No se militarizó al país, se ciudadanizó a los militares sin pérdida de disciplina y espíritu de cuerpo. Y el nuevo estilo es una aportación para México y para América Latina.

La política al estilo del siglo XX quedó atrás y se logró hacer realidad la Cuarta Transformación. Fue un gran cambio, una verdadera revolución sin disparar un solo tiro, la política a partir del mensaje de la comunicación, de la tenacidad, del cumplimiento de la palabra. Lo nuevo tomó posesión aquí en México y también contagió a nuestros hermanos de la patria grande que es América Latina.

Pongo dos ejemplos. En Guatemala el pueblo con un partido nuevo, Semilla, llevó al triunfo a un candidato inesperado, no a un político profesional. A un filósofo, pertenece al mundo de la cultura es a quien los votantes otorgan su confianza y los poderes tradicionales tratan de derrocar con sus triquiñuelas. Se trata de Bernardo Arévalo; recientemente viajó a México y está al tanto de lo que se hace en nuestro país, aquí se siente camarada y amigo de quien gobierna con el nuevo estilo; cuando hago esta reflexión aún no se sabe si se respetará la democracia, como lo piden las multitudes o se logra derrocarlo como lo intentan fiscales y jueces que quedan de los gobiernos del siglo XX; el buen ejemplo, la nueva forma de hacer política encontró espacio en Guatemala.

El otro ejemplo está más cercano a nosotros, se trata de la alcaldía de Iztapalapa, aquí en la capital, ciudad de ciudades. Durante los últimos años y hasta hace unas pocas semanas, la alcaldía estuvo encabezada por una mujer que llegó a su cargo por el voto popular y gobernó con el apoyo de todos los habitantes. Iztapalapa es una de las zonas más pobladas y pobres de la ciudad, estaba llena de problemas heredados, sufría un crecimiento desordenado y falta de planeación, tenía fama de insegura y marginal y una población más grande que algunos de los países centroamericanos. Creyó en una política nueva, pacífica, en la utopía, demostró a todos que una buena idea, al modo de Tomás Moro, puede convertirse en realidad. Demostró tanto a la izquierda extrema como a la derecha neoliberal que un cambio es posible sin enfrentamiento de clases y sin revolución violenta.

Sí fue necesario predicar con el ejemplo y trabajar mucho, también valor civil y comprensión. Trabajó, cuidó los recursos, animó a la gente y en pocos años transformó a la comunidad. No fue una utopía en la imaginación, fueron muchas, palpables una en cada barrio, en cada colonia, en cada pueblo.

La utopía se materializó en centros de cultura y de deporte, desde el aire se pueden ver las albercas gratuitas que se han multiplicado, los campos de deporte y los colores con los que los artistas del pueblo llenaron calles y azoteas, con pintura de su creación e inspiración. Las utopías tienen bibliotecas, salones para aprender música, baile y escuchar conferencias. La cultura, el arte, el deporte y la sana recreación sustituyeron a la marginación, al descuido y al abandono; un larguísimo funicular cruza las alturas para comunicación rápida de la gente; se transportan y admiran lo que transformaron entre todos.

El nuevo estilo de gobierno, la transformación pacífica, distinta a las anteriores, cambió el estilo de hacer político. Ahora, no se trata de acarreos, de compra de votos, ni muchos menos de violencia. Se trata de trabajar, pensar y, principalmente, comunicarnos, forma novedosa de identificar pueblo y dirigentes.