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Ver día anteriorLunes 25 de septiembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Días de sed
L

unes. El golpe de nudillos contra la puerta era imperioso. Desesperado. Lagañudo todavía, abrí. ¿Qué pedo? Era Baltazar, en piyama, desorbitado. No hay agua, gimió. Ni una pinche gota. Ni que fuera para tanto, pensé. Siguió con el reporte: primero chorreó un como lodo, y ya. Otros vecinos fueron asomando, en distintos grados de enmarañamiento. Coincidían con Baltazar. Me puse los primeros tenis que encontré y subimos en caravana a la azotea. Me ofrecí para escalar al tinaco, lo destapé y me metí. Seco. Una capa salitrosa en el fondo.

La del 7 ya anda consiguiendo una pipa de agua. Que hoy ya no había, mañana en la tarde, posiblemente. Fue tan repentino. No estamos preparados. Los afortunados tendrán un garrafón extra de agua. En las tiendas están volando. Refrescos, cervezas, jugos, leche, en mi caso deslactosada y light.

En la noche llamé a Román y Gaby, a ver si me podía bañar en su casa. Viven en otra alcaldía y todo, pero tampoco tienen agua. En la calle se forman corrillos, como organizándose. Los noticieros dicen que la situación es generalizada, fue sorpresiva, pero las autoridades trabajan en el asunto. El tráfico es insoportable.

A Clotilde no la vi. Yo creo que está, pero nunca se asomó.

Martes. Ayer omití mencionar el calor, está cabrón. Últimamente la media han sido 41 grados a la sombra. Los noticieros recogen expresiones contradictorias de vecinos de barrios y colonias del oriente y del Estado que padecen escasez crónica del precioso líquido y ya se cansaron de cerrar avenidas y apedrear oficinas. Están saqueando los refrigeradores en las tiendas de conveniencia. Unos dan consejos y se muestran solidarios. Otros se burlan, para que vean lo que se siente, pinches privilegiados. Diluvio de memes. El ejército y la policía distribuyen botellas de plástico con agua y la etiqueta de conocida refresquera. La del 7 sigue pidiendo la pipa, pero le dan largas. Baltazar se emborrachó desde temprano, por eso no le abro.

Por la ventana vi salir a Clotilde cargando unos botellones vacíos que colocó en su bicicleta y desapareció. Ya es de noche y no ha regresado. No echo de menos el baño, pero me cambié dos veces de ropa.

Miércoles. No sé cuántos días sirva el desodorante antes de volverse horrible con esta peste a la francesa. En algún momento de la noche debió volver Clotilde, su ventana está abierta y cuelgan de ella sábanas y una toalla.

Sólo la policía reparte hoy las botellas. Al ejército lo pusieron a cuidar instalaciones y eso. Como hay cierres y protestas por todos lados, muchos han considerado no circular. No sólo no corre el líquido. El que hay se evapora aceleradamente. Algunos ricachones lograron huir en avión en las primeras horas, pero ya cerraron los aeropuertos. Los gatos del parque chupan las llaves del jardinero y mastican lodo en los rincones. Tengo dos botellones y medio de agua, por suerte, alcanzan para varios días. Y dos cubetas jabonosas. Dijeron que hoy llega la pipa. Todos pusimos, hasta de más, está pagada, pero los piperos dan largas. Veo menos memes, y menos graciosos.

Viernes. La gente deambula con cubetas vacías. Almas en pena bajo un paraguas. Comienza a titubear la energía eléctrica. Que las presas no dan. Ya ven, dijo uno en la tele, lo que pasa por no apostar a la energía nuclear. El imbécil ha recibido muchas adhesiones. El segmento se volvió viral antes de que perdiéramos la señal. La empresa de la pipa ya ni estaba contestando.

Le dejé un papelito a Clotilde debajo de la puerta. Que si estaba bien. Si necesitas algo, me pongo a tus órdenes. Y mi número de departamento, por si no lo sabe.

Sábado. Se fue la luz de plano. Hay crisis que avanzan rápido, casi en cascada (perdonen el símil, puede ofender la sensibilidad de los sedientos). Ya ven el muro de Berlín o el terremoto del 85. De un día para otro. Así como esta súbita y atroz ausencia generalizada de agua. Fuera de descartar el sabotaje, las autoridades no explican nada. La noche, a oscuras. ¡Hasta se ven las estrellas!

Avaricia, desconfianza, deslealtad, miedo y sed nos dan en el plexo. Hasta las pandillas de maleantes perdieron las ganas de operar. Hoy me limpié como los gatos, mojando un pañuelo con la humedad del baño. Me froté lo que pude. Odio el desodorante cuando la gente apesta.

El sol está furioso con nosotros. Golpea a puñetazos. Salí a buscar habas. Sólo encontré secas. Gasté mucha agua en hervirlas, mis reservas hídricas están menguadas, y eso que soy díscolo. En la calle casi me desmayo deshidratado por una sensación de calor de casi 50. Le toqué a Clotilde. No abrió. Deslicé un papelito: Tengo caldo de habas. Por si le apetece, pensé. De mi parte, no tengo hambre.

Martes. La gente se está yendo. Que antes de que sea demasiado tarde. ¿Adónde creen que van? Las gasolineras cerraron. Las familias llenan sus carros con cubetas vacías y cosas que no necesitan. Se alejan calle abajo. Se habla de dos viejitos por separado que fallecieron en el edificio de enfrente. La tienda quedó vacía, ni siquiera hubo quien cerrara la puerta. Los labios me duelen. Lo bueno es que no tengo de qué sonreír. Las habas quedaron pasables, les puse hierbas de frasco y el último muñón de cebolla. Dejé casi todo.

Miércoles. Un papelito bajo mi puerta. De Clotilde. Abrí enseguida pero no había nadie. Tengo caldo de hongos rehidratados y un poco de limonada. ¿Es una invitación?

Vengo de echarle otro papel bajo la puerta: ¿Fría, la limonada? Esperé un rato. No abrió. Regresé despacio. Finalmente, ahora bajo mi puerta: . Y ahí voy a la suya: ¿Qué tanta?. Como media hora después en la mía: Poca.

Viernes. Es más fácil dejar de comer que de tomar líquido. Hace 24 horas que no bebo. Mi reserva es mínima, trato de aguantar. Me refresco en las baldosas de baño. Viendo el reloj y el calendario en la pared doy por supuesto que Clotilde ya no tendrá limonada. ¿Por qué me importa ella, a estas alturas? Si ni viene a tocarme. Aunque dejé abiertas las ventanas, el poco aire que circula quema de respirarlo. La calle, desierta y cochina. Extraño a los policías repartiendo botellitas de agua. Las coladeras están cubiertas por los cascarones de plástico. Antes de dormir me concedo un vaso de agua turbia.

Sábado. No me podía despertar. Y al hacerlo me arrepentí, pero era demasiado tarde. Permanecí en la cama sin abrir los ojos. Me duele el estómago. Sangré de la nariz en la madrugada. Me impongo el esfuerzo de escribir. ¿Qué será de Clotilde? Si tuviera energías iría a tocarle. Casi me ahogo al morder un antiácido. Nada de saliva. Me asusté.

Domingo. Amaneció nublado. Lloverá. Lejos se ve que en las montañas ya está lloviendo. Qué alivio. Se soltó un aguacerazo y saqué cubetas al balcón. En esas, del fondo de la calle salió un torrente llevándose carros y gente. El cadáver de Baltazar quedó atorado entre los cables de un poste caído. Luego lo cubrió el torrente.

Tocan a la puerta. Es Clotilde. Nos vamos. El agua ya alcanzó el segundo piso. Advierte que no sabe nadar. Yo tampoco.