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Hablar catalán en Europa
“L

a lengua es el alma de un país y merece muchas atenciones”, dijo la escritora catalana Mercè Rodoreda. Lo decía con toda la estima por la lengua catalana, el pilar básico de nuestro país, Cataluña, que nos vertebra y nos cohesiona. Una lengua que nos define como europeos, como todas las lenguas románicas. Una lengua milenaria, que contribuye a enriquecer la diversidad cultural y lingüística de Europa y que, lejos de ser minoritaria, mantiene toda la vitalidad y es una de las 15 lenguas oficiales más habladas en el continente.

El catalán, como todas las lenguas, merece muchas atenciones. Para el gobierno de Cataluña, la defensa, la promoción y la plena normalización de la lengua son una prioridad absoluta. Por eso llevamos años reclamando lo que este 19 de septiembre debatirá el Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea: que el catalán se convierta también en lengua oficial de la Unión Europea, una decisión que los 27 estados miembros deben acordar por unanimidad.

Para Europa y para la sociedad catalana es una gran oportunidad de corregir la grave anomalía histórica que representa que millones de ciudadanos europeos todavía no tengan garantizados, al día de hoy, sus derechos lingüísticos, en términos de igualdad con la inmensa mayoría de la ciudadanía europea.

Desde Cataluña somos conscientes de que esta oportunidad puede ser vista con desconfianza desde algunas partes de Europa. Pero los catalanes no reivindicamos un trato de favor, sino simplemente la igualdad lingüística. Somos Europa y creemos en Europa. Y sólo pedimos poder hablar con Europa como lo hacen casi todos nuestros conciudadanos: en nuestra lengua.

En Cataluña hemos sufrido durante siglos los efectos de un nacionalismo español excluyente que ha utilizado todos los instrumentos del Estado para arrinconar las otras lenguas históricas. Durante la dictadura franquista, el catalán fue prohibido y perseguido, como una herramienta más de represión hacia lo diferente. Actualmente, también existen determinados partidos españoles que intentan impedir la plena normalización de nuestras lenguas. Es la misma actitud –contraria a la igualdad, al plurilingüismo y a la diversidad– que ha generado tantos conflictos en el Estado español y en la propia Europa, y que se aleja de los valores que representa la Unión. Desde Cataluña, y con Europa, queremos evitar que estas actitudes excluyentes prevalezcan.

Algunas voces han alegado dificultades económicas para el reconocimiento de nuevas lenguas. Nosotros entendemos que la defensa de los derechos de los ciudadanos no debería depender de una discusión económica, pero, en cualquier caso, recordemos que el gasto anual de las instituciones en traducciones supone sólo un 0.2 por ciento del presupuesto comunitario y que las nuevas tecnologías pueden reducir notablemente los costos en los próximos años. Además, el gobierno de Cataluña estamos a disposición de las instituciones europeas para explorar mecanismos para superar todos los obstáculos.

Otras voces sugieren que hay que poner un límite a la adopción de nuevas lenguas oficiales. Es un argumento discutible, porque lo único necesario para entrar en el club de las lenguas oficiales de la Unión Europea es ser oficial en algún Estado miembro. Sólo hay cinco lenguas en Europa, en estos momentos, que aún no son oficiales en la Unión pese a serlo en su Estado miembro. El catalán es una de ellas, plenamente oficial en varios territorios del Estado español y mucho más hablada que un buen número de lenguas ya oficiales en las instituciones europeas.

Por último, sabemos que existen suspicacias por la creencia errónea de que ésta es una petición coyuntural del gobierno español, que actualmente preside el Consejo, en un momento de complejidad política en España, después de unas elecciones generales y mientras se está negociando la investidura para formar un nuevo gobierno. Nada más lejos de la verdad.

La petición de que el catalán sea lengua oficial en las instituciones europeas es un compromiso del gobierno del Estado adoptado hace más de un año en el espacio de negociación entre los gobiernos de España y Cataluña para resolver el conflicto de soberanía entre las partes. Pero la reivindicación de poder hablar nuestra lengua en Europa viene de muy lejos, está basada en la profunda vocación europeísta de la sociedad catalana y está reconocida en nuestro Estatuto de Autonomía.

Este 19 de septiembre, el Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea no debate sobre la relección de Pedro Sánchez como presidente del gobierno español. No tiene sus atribuciones ni le corresponde. Debate sobre el reconocimiento de los derechos lingüísticos de 10 millones de ciudadanos europeos. Y éste debe ser el único prisma que guíe su decisión. Está en juego el compromiso de la Unión Europea con la libertad, la igualdad y el plurilingüismo, y con el lema que nos hermana, unidos en la diversidad.

Los catalanes no estamos reclamando ser una excepción en Europa. Estamos reclamando dejar de serlo.

*President de la Generalitat de Catalunya