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A 50 años de la ignominia
Para Carmen Berenguer, el golpe es insuperable: es una herida colectiva

La autora de Plaza tomada lamenta que a medio siglo de la promesa de la Unidad Popular, aún tenemos esperanza, pero ya no puede ser la misma

 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de septiembre de 2023, p. 3

La dictadura cívico-militar que vivió Chile entre 1973 y 1990 nunca se va a sobrepasar, porque dejó una herida colectiva enorme en los sueños de una gran parte de la población, considera la poeta Carmen Berenguer (Santiago, 1946) .

La también activista añadió en entrevista con La Jornada que aquel periodo encabezado por Augusto Pinochet rompió con la idea de progreso que ofrecía Salvador Allende en un momento en que la república chilena parecía tranquila, aunque hubo matanzas anteriormente, como la de la Escuela Santa María de Iquique (1907) y otras violencias.

La dictadura fue muy larga, 17 años, durante los cuales estuve aquí, en Santiago, donde había una necesidad de maldad. Mucha gente fue asesinada o estuvieron en centros carcelarios a lo largo de todo el país. Eso partió a la sociedad chilena en dos, y luego, a quienes votaron a Allende, los dejó heridos. Cuando un país tiene una tercera parte herida es difícil congeniar.

La idea de la calle sigue vigente

La autora de Plaza tomada: poesía (1983-2020), editada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, opinó que medio siglo después las nuevas generaciones y el gobierno del Frente Amplio “han estado tratando de volver a poner en escena al pueblo, desde el estallido monumental en Chile en 2019.

“En plaza Italia hubo 2 millones 500 mil personas en la calle. Esa idea de ‘la calle’, de lo popular, de lo colectivo, todavía está vigente. Con sus proyectos ampliados en estos años ha entrado el tema de la diversidad sexual, los feminismos, las mujeres, o sea, han ingresado otros grupos pensando y revisando la democracia, el patriarcado, el neocolonialismo.”

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▲ La narradora chilena captada en la Feria del Libro de Santiago, en 2017.Foto Wikimedia Commons

La artista resumió que tras el golpe se combatió lo colectivo y la cultura se pauperizó, se institucionalizó en el Estado. Chile aprendió a hacer proyectos y no a hacer cultura. Ha sido un dirigismo político-cultural acerca del monopolio de la economía. No hay diarios de oposición. No hay muchos libros que puedan decir mucha cosa en Chile, y si los hay, no son difundidos. La información es restringida. Es una dictadura del capitalismo.

A medio siglo de la promesa de la Unidad Popular, dice la poeta, “esperanza tenemos, pero ya no puede ser la misma. Han pasado 50 años y nosotros estamos formateados también por este imperio de la información, por tanto, tenemos otras maneras de ver qué podemos hacer.

Salir a la calle hoy día significa toparse con un país militarizado, donde los carabineros son parte de las fuerzas armadas y disparan a la gente; recordemos que hay 400 personas que quedaron con una mutilación ocular. Eso es un crimen. En 20 años hay 3 mil presos políticos en Chile, o poco más, que son considerados delincuentes porque rayaron las calles. Hay que darse cuenta de que aquí se juega la democracia, que aún no existe.

La autora mencionó que la pobreza chilena es efecto de “50 años de neoliberalismo, de una economía de mercado. Ellos se instalan para hacer una nueva Constitución en la que quieren eliminar las tres causales para el aborto. La derecha extrema está pidiendo cosas extremas, quiere poner ‘orden y limpieza’ en el país, según ellos. Por eso van a imponer una nueva Constitución y si no la ganan, queda la constitución de Pinochet, la misma que hemos tenido estos 50 años”.