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La única forma de filmar el golpe de Estado que mató a Allende es en blanco y negro: Alfredo Castro

El actor encarna al presidente chileno en serie de tv, y al torturador Krassnoff en cinta que compite en la Mostra

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▲ El veterano histrión chileno, a su llegada a la proyección de El conde, en el festival de cine de Venecia.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Viernes 8 de septiembre de 2023, p. 7

Madrid. El veterano actor chileno Alfredo Castro recuerda muy bien el golpe de Augusto Pinochet que derrocó y mató a Salvador Allende y, exactamente medio siglo después, se adentra en el mundo de ambos hombres en dos producciones que se estrenan ahora.

Castro encarna al presidente en la serie televisiva Los mil días de Allende, que se estrenó ayer en la cadena chilena TVN, y al torturador del régimen Miguel Krassnoff en El conde, película del director chileno Pablo Larraín, que compite en el Festival Internacional de Cine de Venecia.

El 11 de septiembre de 1973 que vio morir a un Allende (1908-1973) cercado y bombardeado en el Palacio de la Moneda, transformó radicalmente la vida de Castro, que tenía entonces 14 años, explicó a Afp en Madrid.

El intérprete se acostó siendo un escolar que fingía estar enfermo para no ir a la escuela al día siguiente y no despertar en un país donde se torturaba, se mataba, con un estadio nacional lleno de prisioneros, donde yo no podía salir de mi casa.

Aquel día, su padre, médico masón y socialista, estaba secuestrado en el hospital, aunque al final le salvó la intercesión de un colega de derechas.

El conde es una película en blanco y negro de aire gótico, en la que Pinochet (1915-2006) es un vampiro de vida eterna.

La única forma que hay de filmar a ese dictador y ese momento histórico es el blanco y negro y el vampirismo, porque los dictadores siguen existiendo y se rencarnan políticamente, argumentó el actor.

Para adentrarse en alguien como Krassnoff, uno de los hombres más brutales del régimen, Castro recurrió a su método de crear un tercer cuerpo entre él y el personaje para metabolizar esa crueldad, esa maldad, y defenderla a ultranza.

Le sirvió un argumento que encontró en la autobiografía de Krassnoff, que alegó que había sido educado por el Estado de Chile para torturar y matar, y, por tanto, no era él quien debía ser enjuiciado, sino el Estado chileno, agregóel actor.

Encontré que era una tesis brutal, cruel, espantosa, perversa, pero me pareció interesante políticamente y la introdujo en la película.

La serie Los mil días de Allende, contó Castro, presta atención tanto a la vida privada como a la pública del presidente socialista, electo en 1970 y derrocado y muerto tres años después.

Trabajé mucho con testimonios privados del círculo familiar y profesional de Allende, sostuvo el actor, que recurrió, además, a filmaciones de sus discursos para recrear el estilo oratorio del mandatario y repetirlos coma por coma, silencio por silencio.

Allende era un gran histrión y tenía un sentido del espectáculo notable: miraba a la cámara cuando quería, acercaba los micrófonos, esperaba que lo aplaudieran, sabía cómo terminar un discurso, recordó Castro sobre el estilo del presidente, que considera vinculado al teatro de la época.

Los actores y actrices en los años 40 y 50 tenían un decir, un relato, un actuar que era muy épico, muy grandilocuente, añadió.

Castro no teme que abordar la historia desde la ficción la desvirtúe. La ficción, por lo menos en Chile, va a ayudar a comprender a las nuevas generaciones momentos de la historia, indicó.