Opinión
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La oposición política
E

l reto mayor para los partidos como el PRI, el PAN y el PRD, reunidos en el autodenominado Frente Amplio por México, no es ganar la Presidencia de la República, lo cual a estas alturas es imposible. El logro político rumbo a las elecciones de 2024 será mantenerse unidos y mediante fórmulas electorales a modo conservar solamente el registro como partidos.

Como ha quedado demostrado desde hace cinco años, el gobierno federal no interviene en las elecciones como sí lo hicieron todos y cada uno de los que le antecedieron. De ahí que sobresalga en esta etapa inédita de elecciones primarias partidistas, con rumbo a las elecciones presidenciales, el caótico panorama organizativo que tienen los integrantes de dicho bloque opositor.

Al perder independencia tienen que soportar como máximo dirigente a un grupo de empresarios encabezado por Claudio X. González y, al no contar ya con militantes se han tenido que refugiar en los brazos de un grupo de académicos y ex funcionarios electorales afines a los intereses del PRI o del PAN, quienes por cierto desde 1988 engañan presentándose como ciudadanos libres o académicos independientes. Intento grotesco que ya a muy pocos convence. Son profesionales de derecha, sin más.

Los panistas-yunquistas no han aprendido la lección y quieren, a pesar de su fracaso estrepitoso en los comicios recientes, mantenerse a toda costa en el escenario del poder. Los más recientes ataques a los libros de texto de su dirigente principal y de la gobernadora de Chihuahua anuncian con sus actos que están dispuestos por todos los medios a violentar la voluntad de los mexicanos, de ahí que multipliquen sus campañas propagandísticas fascistoides.

El PAN ilusamente pretende que la candidata impuesta Xóchitl Gálvez sea aceptada sin condiciones por sus aliados menores. De ahí la urgencia de algunos por construir un grupo ad hoc denominado Misión de Acompañamiento Cívico, que enfrentado al comité organizador del Frente Amplio tendrá la última palabra para legitimar el previsible triunfo de la senadora. La suerte de la presunta coordinadora nacional de la oposición depende todavía del pataleo de priístas, quienes encabezados por Rubén Moreira, del comité organizador, tendrá muchos intereses de su partido que defender.

El viejo partido de Estado (PRI) sufre la agonía del poder. Condicionado toda su vida a depender del Ejecutivo federal en turno, del erario federal, estatal y municipal, y del corporativismo sindical, no se ha podido sobreponer a las múltiples derrotas electorales que le han ocasionado la pérdida de territorios, militantes y presupuestos.

Por lo general estaba reconocido en el PRI que sus órganos ejecutivos presentaran su renuncia ante la asamblea al cumplir su periodo de mandato o lo que fue más evidente desde el año 2000, si sucedían derrotas, el primero que se iba era el líder nacional. Alejandro Moreno no sólo no salió de la dirigencia, sino que prorrogó su mandato.

El aval del Tribunal Electoral de la Federación al Consejo Político Nacional, órgano secundario que pasó por encima de la Asamblea Nacional del propio partido no sólo modificó los estatutos para permitir a Alito Moreno (la peor dirigencia de la historia, que hizo pedazos al partido) extender su dirigencia, sino que se le autorizó además, a formalizar alianzas electorales con otros partidos.

Si el PRI perdió entre 2019 y 2023 en total 21 de 23 gubernaturas, así como 2 mil 50 presidencias municipales, la prórroga del mandato de su actual dirigente ocasionó hace poco la renuncia al tricolor de algunos senadores y 250 ex legisladores, ex alcaldes y ex dirigentes locales.

La única pista favorable a los intereses del PRI en el Frente Amplio es conseguir, si no la candidatura presidencial, sí el mayor número de las posiciones estratégicas en el próximo Congreso: Senado y Cámara de Diputados. La disputa por candidaturas entre lo poco que queda de la militancia priísta con los empresarios que dirigen el frente y los acomodaticios académicos y ex funcionarios electorales será todo un acontecimiento político.

El PRD, ese partido que alguna vez representó a amplios sectores de la sociedad mexicana y combatió dignamente a sus aliados de hoy, ya no tiene ninguna influencia. Carece de todo aquello que acompaña a un partido político. Hasta sus fundadores se fueron.

* Sociólogo e historiador. Investigador titular del IISUNAM.