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La derrota de Feijóo no es el triunfo de Sánchez
L

a victoria en las elecciones españolas, empecemos por el principio, es quienes el domingo votaron con sus derechos en mente, sosteniendo el aliento y cruzando los dedos para que PP y Vox, derecha muy derecha y extrema derecha, no sumasen mayoría absoluta, como las encuestas y los grandes medios venían anunciando. Había mucho en juego, aun a escala europea, donde el auge de la extrema derecha condiciona políticas y amenaza logros básicos. El mensaje ha sido contundente e inesperado. No será el Estado español el que siga la vía italiana de Georgia Meloni. No todavía, al menos.

Por ello Alberto Núñez Feijóo, pese a ganar, fue el gran derrotado. Sus resultados fueron buenos: ganó claramente, obtuvo 47 diputados más y suyo será el grupo más grande del Congreso, con 136 parlamentarios. Pero aquí mandan las expectativas, y Feijóo, con una paupérrima campaña, quedó lejos. Su pescuezo está en manos de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la comunidad de Madrid, que ahora mismo deshoja la margarita. Un dato para la brújula: en Madrid apenas existe Vox, porque Díaz Ayuso ya ocupa su lugar.

Perdió también, y sobre todo, la extrema derecha, castigada por el sistema electoral español. Vox perdió 600 mil votos, que no son tantos, pero al quedar fuera del reparto de escaños en muchas circunscripciones, pasó de 52 a 33 diputados. Y lo que es más importante, a la ­irrelevancia.

El fracaso de la derecha, por tanto, es inapelable, aunque conviene no olvidar que, sumando dos formaciones regionalistas conservadoras, han obtenido 171 escaños. Se han quedado a sólo cinco de la mayoría absoluta. Por un pelo.

Es una de las razones por las que el triunfalismo de Pedro Sánchez chirría un poco. La otra es que no tiene garantizada su elección. La campaña del PSOE ha sido muy buena, especialmente la última semana. Han mejorado los resultados de 2019 y han logrado apropiarse de los lemas que la derecha empleaba contra ellos, lo cual ya otorga media victoria. La arriesgada decisión de adelantar las elecciones tras la derrota en las municipales de mayo se ha demostrado acertada. Siempre es reconfortante que la audacia resulte premiada, pero el escenario más probable ahora es el del bloqueo y la repetición electoral. Veamos.

En 2019, PSOE y Podemos sumaron 157 escaños, dos más que el bloque de la derecha. Bastó con que EH Bildu y ERC –independentistas vascos y catalanes– se abstuvieran.

Ahora todo es mucho más apretado, y el peso de vascos y catalanes, mucho mayor. PSOE y Sumar –una de las grandes decepciones de la noche, lo pinten como lo pinten– suman sólo 153 diputados. Si quiere ser presidente, Sánchez necesita los votos a favor de EH Bildu y ERC, que en 2019 se abstuvieron, y la abstención de Junts, el partido de Carles Puigdemont, el ex presidente catalán exiliado en Bélgica, que hace cuatro años votó en contra. Todo esto tiene un precio que no está claro que el PSOE esté dispuesto a pagar. La gran paradoja es que la investidura del presidente del gobierno español está en manos de Puigdemont, perseguido por la justicia española, como ayer recordó la fiscalía.

En el caso de los partidos vascos, más allá de las pertinentes negociaciones, el esquema es de colaboración con una nueva investidura de Sánchez. Al PNV, partido nacionalista moderado en franco declive, le habría gustado un gobierno de Feijóo sin Vox, pero no entrará en unos pactos en que también se incluya a la extrema derecha. Y en el caso de EH Bildu, los resultados han avalado el camino tomado hace cuatro años. Con excepción del PSOE, es el único partido del bloque de izquierda que ha mejorado resultados, tanto en votos como en diputados, quedando por encima del PNV.

Tras los años de conflicto armado, la sociedad vasca ha premiado la apuesta unilateral por la paz de la izquierda independentista, así como su entrada en la gobernabilidad institucional, donde ha sido clave para aplicar políticas progresistas que han mejorado la vida de la gente. Esto está atrayendo a nuevos votantes, sobre todo jóvenes. El éxito de la apuesta se vio en las municipales de mayo y se volvió a observar el domingo. Se volverá a poner a prueba en unas interesantes elecciones en el País Vasco, la próxima primavera.

Otro cantar es el de Cataluña, donde el PSOE ha ganado por primera vez desde 2008, en detrimento de un independentismo que se desinfla. Así, es difícil que Junts opte por la abstención. Los de Puigdemont han perdido un diputado y 160 mil votos, que no es poco, pero es que ERC, que abanderó el diálogo con Sánchez, ha perdido 400 mil votos y ha pasado de 13 diputados a siete. El tercer partido independentista, la CUP, quedó sin representación. Es muy complicado que Junts, visto lo ocurrido con sus adversarios de ERC, acepte negociar aspectos menores con el PSOE. Igualmente difícil será que el PSOE entre a negociar aspectos mayores con los independentistas, aunque a estas alturas Sánchez debiera tener tatuado que, en su caso, el atrevimiento es la clave del éxito. O audacia o bloqueo.

* Periodista vasco