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Postales de la guerra. Parte II
M

artes 5 de julio de 2023, en Nayarit, el corresponsal de La Jornada Luis Martín Iñiguez Sánchez es desaparecido. Unos días después encontrarán su cuerpo sin vida. Lunes 10 de julio de 2023, en Guerrero, más de 5 mil personas, identificadas como base social del cártel local Los Ardillos, toma la ciudad de Chilpancingo y secuestra a policías y funcionarios para exigir la liberación de un dirigente transportista. Martes 11 de julio, en Jalisco, policías municipales y estatales son emboscados y al menos seis personas mueren y otras 12 resultan heridas con minas explosivas enterradas. En México, hoy, escribimos en nuestra entrega pasada (https://n9.cl/e1dmfo), lamentablemente estamos en un contexto de guerra.

Para entender la guerra que vivimos en México es necesario comprender las viejas y nuevas modalidades en que éstas se desarrollan. En la literatura al respecto, se habla de guerra de cuarta generación, de guerra híbrida, guerra de espectro completo, guerra total, etcétera. Las guerras no sólo se libran en el terreno armado o de manera abierta, también son de forma encubierta o de baja intensidad, mediáticas, económicas, comerciales. Los ejércitos de los estados nacionales ahora también se ven integrados como milicias regionales –siempre al servicio de los centros financieros– o fortalecidos con tropas privadas, como los del crimen organizado. El fin sigue siendo la anulación y sometimiento del adversario, pero sobre todo el control del territorio y su reorganización para garantizar ganancias a la fuerza ocupante.

Aunque en la actual administración de México se abandonó la retórica guerrerista, en los hechos se reforzó la utilización de las fuerzas militares para la intervención en este escenario de guerra, dotándoles de certeza jurídica, legitimidad social, poder económico y posesión de infraestructura. Esas medidas, junto al uso de otros conceptos como seguridad nacional, dejan ver aquello de que los militares sólo saldrán de los cuarteles en tiempos de guerra.

En la guerra que estamos viviendo en México, intervienen corporaciones económicas legales que disputan los territorios y los recursos naturales. Estas corporaciones cuentan con las fuerzas del Estado que garantizan seguridad en el saqueo de minerales, agua y otros bienes comunes. Las fuerzas armadas se suman a esta labor como empresa de construcción, que ocupan y reorganizan territorios para hacerlos útiles al capital. Sea desde empresas trasnacionales o nacionales, privadas o desde el Estado, la conquista, reorganización y administración de territorios para ponerlos al servicio de capital es una de las características de esta guerra.

Otro de los actores que intervienen en el actual conflicto en México son las corporaciones económicas ilegales, crimen organizado y sus grupos armados que tienen presencia y control en diversas ramas de la economía nacional. Estos grupos tienen una fuerza económica, política y armada impresionantes. Son capaces de construir sus propios autos blindados, de financiar campañas políticas o imponer candidatos, y tienen un poder de fuego y tecnología capaz de enfrentar a secciones del Ejército, de hacer estallar coches bomba, de desaparecer a miles de personas, de llenar el país con fosas clandestinas y mucho más. Las corporaciones criminales han ganado presencia en la industria cultural y muchos aspectos de la vida cotidiana, al grado de que son, para muchos sectores sociales, fuente de empleo, referente de movilidad social e incluso, modelo de éxito.

Corporaciones legales y criminales se encuentran fuertemente entrelazadas, no sólo en aspectos como el lavado de dinero, o en el control político territorial, sino también en la utilización de servicios. En Chicomuselo, Chiapas; en Aquila, Michoacán, y en otras regiones del país, empresas mineras adquieren los servicios de los grupos armados del crimen organizado para imponer sus negocios. Despoblar territorios y anular las resistencias son parte también de los objetivos de la guerra.

En Chiapas, esta guerra por el territorio que despliegan corporaciones legales y criminales se combina con una vieja guerra contrainsurgente que el Estado mexicano dejó instalada contra los pueblos zapatistas por medio de grupos paramilitares, corporativismo y programas sociales. Es en Chiapas donde se combinan las guerras ensayadas en otras regiones del mundo como Colombia, para la conquista y reorganización territorial de una zona geopolíticamente fundamental, aderezada por el drama de la migración que bien conocen en el sur de Europa y para otros negocios ilegales transfronterizos, y agudizados por la guerra contrainsurgente que no ha parado.

La guerra en México encuentra un punto fundamental en Chiapas. Ahí se libra ya una lucha en la que los pueblos apuestan por la vida con paz, justicia y dignidad. El zapatismo es una avanzada de esa lucha, por eso debemos todos exigir alto a la guerra contra los pueblos zapatistas, que es al mismo tiempo el grito de alto a la guerra en Chiapas y en todo México.

* Sociólogo

@RaulRomero_mx