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El monte Carmelo
H

oy se festeja a Nuestra Señora del Carmen, nombre muy popular; seguro todos tenemos una querida Carmen cercana a quien felicitar. Vamos a recordar cómo llegó su culto a nuestro país.

En Atzacoalco, uno de los cuatro barrios principales de Tenochtitlan, se estableció una pequeña ermita que se dedicó a San Sebastián. Aquí se establecieron a su llegada, en 1585, once religiosos de la orden carmelita.

De inmediato comenzaron a levantar en las cercanías su propio convento, en la que habría de llamarse Plaza del Carmen, actualmente conocida como Plaza del Estudiante. El nombre se lo dio la Casa del Estudiante que se construyó en el porfiriato y tenía como propósito brindar albergue a los jóvenes originarios de otros estados que venían a estudiar en la Ciudad de México.

En sus buenos tiempos brindó también hospitalidad a personajes como Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Julio Antonio Mella y Tina Modotti, quienes vivieron aquí en diversos momentos.

Del antiguo convento carmelita que bautizó la plaza y el barrio sólo se salvó de la destrucción por las Leyes de Reforma el templo, que fue modificado a principios del siglo XIX para ponerlo a la moda del neoclásico. El interior conserva varias esculturas muy bellas de su época barroca, particularmente la que representa a la Virgen del Carmen, elegantemente ataviada, y tanto ella como el Niño Dios que carga en sus brazos lucen hermosas coronas doradas, que en sus buenos tiempos fueron de oro con piedras preciosas.

Este recinto religioso, importante en su tiempo, fue el pie para que los carmelitas se extendieran por los alrededores de la Ciudad de México y después por buena parte del territorio nacional, tanto con conventos de frailes como de monjas.

Cuenta la tradición que el día de Pentecostés algunos hombres piadosos, que habían seguido las enseñanzas de vida de los profetas Elías y Eliseo, abrazaron la fe cristiana. Como muestra de su devoción edificaron un templo a la Virgen María en lo alto del monte Carmelo; se dice que es el sitio desde donde el profeta Elías viera la nube que figuraba la fecundidad de la Madre de Dios.

Se nombraron Hermanos de Santa María del monte Carmelo y en el siglo XIII se convirtieron en orden religiosa. Del monte Carmelo se derivó el nombre de Nuestra Señora del Carmen.

En el siglo XVI la monja Teresa de Jesús –a su muerte fue santa– inició la reforma de la comunidad, que se encontraba en estado de total relajación, tanto religiosas como frailes. La rama de la orden carmelita que aceptó la severa reforma se nombraron descalzos y fue la que llegó a la Nueva España.

Era la de reglas más duras; en su convento dedicado a Santa Teresa profesó Sor Juana y al poco tiempo se salió, enferma por los rigores de la vida conventual. Más tarde ingresó con las jerónimas, de normas más laxas, donde escribió sus obras más importantes y falleció.

También Josefa Ortiz de Domínguez padeció la severidad de las carmelitas descalzas cuando se la trajeron presa a la Ciudad de México. Igual que Sor Juana, enfermó y la trasladaron al convento de Santa Catalina de Siena, de monjas dominicas.

En estas páginas hemos hablado de otros dos de los conventos más importantes que fundaron en los alrededores de la Ciudad de México. Uno de ellos fue el nombrado Santo Desierto de Nuestra Señora del Carmen de los montes de Santa Fe, hoy conocido como ex convento del Desierto de los Leones.

El otro fue el Colegio de San Ángel; actualmente es un hermoso museo que muestra arte virreinal y una colección de momias en el sótano, decorado con azulejos y un retablo barroco primoroso. A un costado se conserva el antiguo templo dedicado al culto católico.

Tanto en la iglesia del Carmen del Centro Histórico como en la de San Ángel, hoy hay gran fiesta, que seguramente incluye una hermosa portada de flores. Las realizan de manera excepcional los artesanos, artistas los llamaría yo, del barrio de La Asunción, en la alcaldía Iztacalco. El festejo incluye puestos de toda clase de antojitos, tamales, atole, aguas frescas y juegos mecánicos.