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Asombros texcocanos
N

unca dejan de asombrarme las maravillas que guarda nuestro país en todos los rincones. Recientemente hicimos un viaje a Texcoco para dar una plática sobre la historia de las leyendas, que organizó la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana, que preside la gentil María Rivas.

Teníamos en la mente que Texcoco fue la capital cultural del mundo nahua y que Nezahualcóyotl fue su gobernante más ilustre. Valeroso guerrero que participó activamente al lado de Izcóatl, Tlacaélel y Huehue Moctezuma en las heroicas batallas que liberaron a México-Tenochtitlan y Texcoco del yugo de los tepanecas de Azcapotzalco.

Impulsó el poderoso pacto que conocemos como Triple Alianza que conformaron en 1427 las ciudades de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan.

Hombre sabio, destacó como estadista, poeta, filósofo y gustaba de contemplar la posición y el movimiento de los astros en el cielo.

Fue un ingeniero notable que le diseñó al gobierno de Tenochtitlan un gran dique en medio del lago de Texcoco, que separó las aguas dulces de las salitrosas y protegía ambas urbes de las constantes inundaciones. Otra obra destacada fue el acueducto que llevaba agua potable de los manatiales de Chapultepec al centro de la urbe mexica.

Los cronistas describen Texcoco como ciudad asombrosa, con armónico trazo, grandes templos dedicados a las principales deidades y numerosos edificios que albergaban a los funcionarios del gobierno. También destacaban lujosos palacios de la nobleza acolhua. Tenía una vasta biblioteca y un jardín botánico que deslumbró a los españoles.

Prácticamente todo se destruyó tras la Conquista –pensábamos–, y resulta que muchos tesoros sobreviven. La presidenta de la corresponsalía y su amable equipo nos recibieron en Huexotla –lugar de sauces–, un pequeño pueblo con raíces en el siglo XIII, que conserva primores y se encuentra a unos pasos de la ciudad de Texcoco.

Resulta que fue uno de los asentamientos más importantes de Acolhuacan, que tuvo considerables dimensiones además del área ceremonial delimitada por una gran muralla de 700 metros de largo por siete de altura. Las primeras noticias acerca de su exploración se deben a Leopoldo Batres, quien en 1904 publicó Exploraciones en Huexotla, Texcoco y el Gavilán. Posteriormente, en diversas épocas, el INAH hizo levantamientos arquitectónicos y ahora podemos admirar partes de un muro de gran belleza. Entre otros importantes vestigios, se conservan los restos de un templo con una enorme base, que se discute si era el Templo Mayor o éste estaba debajo de la iglesia y convento de San Luis Obispo.

Al admirar el inmenso atrio que preside el templo, interrumpido por una escalinata de cáracter prehispánico, entra la duda. La fachada, en estilo barroco texcocano, es un primor y conserva el sobrio claustro del siglo XVI. Nos guió el culto físico y literato Ismael Nieto Zarco, quien nos mostró muchos otros secretos, entre otros, unos olivos de hace 500 años, impactantes esculturas vivientes.

De ahí nos trasladamos a Texcoco a degustar la comida de la región en el restaurante Santa Bertha. Con tlacoyos y quesadillas de nopal de botana y un tequilita, preparamos el paladar para los platillos típicos, entre los que sobresalían la sopa de huitlacoche, col capeada en caldillo de jitomate, tiernos frijoles de la olla, carne guisada y mucho más.

De ahí caminamos al Museo Casa del Constituyente, que ocupa una hermosa casona, donde su director Antonio Huerta nos hizo un interesante recorrido. Por cierto, me llamó la atención que tienen un retrato al óleo de la famosa Güera Rodríguez de jovencita.

De ahí pasamos a un amplio salón a dar la conferencia con los amigos de la ciudad y de la corresponsalía de Chiconcuac que vinieron a acompañarnos.

Un grato paseo para un domingo es venir a visitar estos lugares y aprovechar para conocer lo que queda del jardín botánico de Nezahualcóyotl que ocupa un alto cerro.

Hay grandes tinas redondas, que llevaron al extraordinario José María Velazco a llamarlo Los baños de Nezahualcóyotl, cuando lo pintó en el siglo XIX; hay escalinatas, templos y un enorme acueducto que lo une a un cerro vecino.

Si lo quiere conocer con más detalle, puede ver en YouTube, en Canal 11, el programa que grabé sobre Texcoco, en la serie Crónicas y relatos de México.

También aparece Chapingo, con su afamada Capilla Riveriana, que muchos consideran la mejor obra de Diego Rivera y el Molino de las Flores. Todo cercano.