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Dolores Miranda mitiga el pesar con la magia de los cuentos

Desde hace 12 años, comparte su amor por las historias con pequeños del Hospital Pediátrico de Coyoacán

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▲ Miranda se inició como cuentacuentos en el Hospital General de Iztapalapa.Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Martes 6 de junio de 2023, p. 13

Uno de los sitios a los que un niño o niña –y sus padres– menos quisieran llegar es a la sala de espera de un hospital. Y en medio de la preocupación, la incertidumbre o la tristeza que se puede percibir en esos lugares, es donde Dolores Miranda se acerca a los pequeños con una canasta llena de historias, y les hace una pregunta muy simple: ¿Te puedo acompañar con un cuento?

Desde hace casi 12 años, la mujer se ha dedicado a compartir su amor por la historias con los menores que llegan al Hospital Pediátrico de Coyoacán, donde realiza una labor terapéutica por medio de libros infantiles con los que busca confortar a los pacientes, hacerlos imaginar mundos distintos y olvidarse por un momento del problema que los llevó ahí.

Esta tarde de junio, la sala de consulta externa está casi llena. En las sillas de plástico, donde esperan el llamado del doctor, niños, niñas y sus padres tratan de matar el tiempo viendo sus celulares, o simplemente se quedan con la mirada ausente y cansada, con la esperanza de no escuchar más malas noticias.

Es un público difícil, eso está claro. Pero sin desanimarse, Dolores los saluda de forma cálida y se arranca a leerles Las pulgas no vuelan, del escritor argentino Gustavo Roldán, además de soltar algunas adivinanzas incluidas en un libro del tamaño de un dedo meñique.

Algunos ponen más atención y se toman la molestia de responder e interactuar. Otros más, quizá de forma entendible, apenas levantan la mirada de vez en cuando. Al final, a pesar de todo, se escuchan aplausos y palabras de agradecimiento. Dolores se ve feliz porque sabe que acaba de cumplir su labor: abrir una puerta hacia las letras que, quizá, algún chico se anime a cruzar tarde o temprano.

De los rayos X a los cuentos infantiles

Aunque Miranda es radióloga de profesión, algo por dentro le dijo siempre que lo suyo era más la literatura que las placas de rayos X. Por eso, luego de terminar sus estudios técnicos, se tituló como licenciada en Letras Hispánicas por la UAM.

Sus inicios como cuentacuentos, dice, fueron en el Hospital General de Iztapalapa, donde fue nombrada responsable del programa Acompañamiento a Pacientes Hospitalizados con Lectura en Voz Alta.

Su vocación por las letras la llevó a participar en 2011 en el programa Sana, sana... leyendo una plana, del Libro Club de la Ciudad de México, donde ganó el segundo lugar con el cuento El Otoscopio, y en 2012, obtuvo un reconocimiento, con el poema titulado Vida.

Más tarde, en 2015 fue cambiada al Hospital Pediátrico de Coyoacán, a cuyo director convenció de instalar un libro-club, cuando un día, de la nada, le empezó a declamar un fragmento de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca. Sus intervenciones con los niños, cuenta con orgullo, le han merecido gran cantidad de felicitaciones en un buzón donde normalmente se depositan quejas.

Para mí, encontrar un directivo preocupado por la salud emocional de los pacientes fue y sigue siendo algo mágico y milagroso. Empecé con enfermos adultos, y cuando llego aquí a Coyoacán, es un público infantil. ¿Cómo me puede recibir un niño que no me conoce?, ¿cómo le puedo inspirar confianza?

Poco a poco, Dolores comenzó a hacerse de su pequeña biblioteca para compartir con los menores, entre cuyos autores favoritos están Roald Dahl (autor de libros como Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate y Cuentos en verso para niños perversos) y Gianni Rodari.

Acompañar a chicos que buscaron suicidarse

Aunque le ha leído a unos 2 mil niños y adolescentes de entre 12 y 17 años en su trayectoria como cuentacuentos, y ha acompañado a pequeños con diferentes malestares, tanto físicos como emocionales, lo más lacerante para mí son aquellos ingresados por autolisis, es decir, por intento de suicidio.

Me ha tocado acompañarlos en estas situaciones, que lamentablemente han aumentado en los últimos dos años. Tengo la sensibilidad a flor de piel y soy muy empática, eso me hace muy vulnerable, por lo que acercarme con quienes han tratado de acabar con su vida es una experiencia muy dura, confiesa.

Para mí, la literatura es como un alimento, y por eso me gusta encontrar historias divertidas, interesantes y con mucho contenido. Quisiera que con mi pasión, con mi gusto y placer con el que comparto las historias, a otros se les antoje leerlas. Me hace la tarde que los niños se relajen, se rían y calculen que tengo mil años, porque a lo mejor en otra vida los tuve, dice.