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El trabajo sucio
Q

ue México controle la migración en tránsito se considera como un trabajo sucio, que históricamente se ha realizado por presión de Estados Unidos. Este asunto se vuelve complicado cuando se incrementan los flujos, como en el momento actual, cuando ya no sólo llegan migrantes centroamericanos, sino haitianos, cubanos, venezolanos, nicaragüenses y otros, que no figuraban en el panorama anterior.

Históricamente, hay varios hitos en que la cuerda se tensa y se rompe. Con Obama, el llamado deportador en jefe, se dio la crisis humanitaria de familias migrantes centroamericanas en 2014, y para paliar el asunto se incrementaron en México las deportaciones de centroamericanos, luego se formó una comisión para los asuntos de la frontera sur. En 2013 se detuvo a 86 mil migrantes; posteriormente, con la crisis la presión subió a 127 mil en 2014 y llegó a 198 mil en 2015.

Luego, en 2016 con la llegada masiva de haitianos, solicitantes de asilo en Tijuana, Estados Unidos dejó sólo una rendija para que cruzaran y obligó a que México y el Instituto Nacional de Migración (INM) se ocuparan de hacer y organizar las listas de espera de los solicitantes de refugio a ese país, lo que llaman metering, y sólo pasan los que ellos decidan. Esto se sigue llevando a cabo en la actualidad.

En 2018, Marcelo Ebrad acordó con Mike Pompeo que, por razones humanitarias, México podría recibir a solicitantes de asilo a ese país, para que esperaran hasta que se les asignara audiencia, para ver sus casos. El mal llamado programa de protección a migrantes Quédate en México.

En junio de 2019 se da la explosión de ira por parte de Trump, otros dicen que fue un bluf por el incremento de migrantes y solicitantes de asilo y la amenaza de poner aranceles a las exportaciones mexicanas. El resultado de la negociación fue un plazo de tres meses para bajar el tránsito de 130 mil al límite de tolerancia, que se considera en 30 mil. Unos 20 mil guardias nacionales se encargaron de hacer el trabajo sucio.

Luego vino la pandemia y con ello el pretexto para aplicar una ley sanitaria y el título 42, que permite a ese país devolver a extranjeros a México. Más de dos millones de migrantes y solicitantes de asilo fueron regresados al país por esa medida.

El último acuerdo o concesión de este año fue que México aceptó la devolución de 30 mil migrantes mensuales de Haití, Cuba y Venezuela a nuestro país, que hubieran ingresado de manera ilegal a Estados Unidos. Unos 360 mil al año, algo nunca visto.

La historia pone en evidencia que México no sólo hace el trabajo sucio, sino que debe hacerlo. Se ve obligado y a cambio de nada. Un caso similar es el de Turquía, con el acuerdo de 2016 de tercer país seguro, para lo cual recibió 6 mil millones de euros.

No es ningún misterio que México ceda a las presiones de Estados Unidos, pero lo que no es tan evidente es su política de no aceptar nada a cambio. En algunos casos, Estados Unidos paga de manera indirecta, financiando a la Organización Internacional de las Migraciones para que apoye programas o medidas de traslado seguro de migrantes deportados. ¿Debería México aceptar un acuerdo económico? Hasta ahora, se ha negado a firmar un acuerdo de tercer país seguro, pero ha tenido que hacer concesiones.

En el tema migratorio la soberanía ha quedado bastante maltrecha. No así con la DEA, por ejemplo, cuando después de la valentonada de tomar preso al ex secretario de la defensa Salvador Cienfuegos se produjeron cambios importantes y se limitaron las concesiones.

Las presiones excesivas del vecino de marras sobre el tema del narcotráfico, parecen estar controladas, pero no las de migración. ¿A qué se debe?

En cuanto al tránsito podemos ver tres escenarios de acuerdo con las políticas recientes.

La primera sería la de frontera abierta y bienvenida a los migrantes, incluso credencializados, el llamado nuevo paradigma, de bienvenidos hermanos centroamericanos. La segunda es la represiva y de contención. La tercera es intermedia y se maneja de acuerdo con las circunstancias y las estadísticas. El límite para Trump fueron 130 mil aprehensiones al mes y con Biden se relajó el asunto, pues se ha llegado a 230 mil y no se ha desatado una crisis ni se anuncian chantajes, aunque el tema migratorio será clave a nivel electoral.

Otra alternativa posible, en términos estadísticos pero no políticos, sería ampliar el refugio a los latinoamericanos deportados por Estados Unidos o que transitan por el país. México pierde anualmente a unos 170 mil ciudadanos al año que se van a ese país con visa de residente y la inmensa mayoría no van a volver. Un posible programa sería aceptar a unos 100 mil extranjeros al año, con ciertas condiciones, que se podrían discutir. México ya terminó su proceso de transición demográfica y hay que mantener una población estable. Muchos países desarrollados lo hacen, como Alemania, o deberían hacerlo. ¿Sería esto posible?

¿O es mejor opción tenerlos encarcelados, acosados a lo largo de la ruta o contenidos en Tapachula?