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Cuando el río se tiñe de azul mezclilla
E

n Tepetitla de Lardizábal, Tlaxcala, el río, el cielo y las muertes se cubren de azul mezclilla.

En 1945, el Consejo Mixto de Economía Regional del Estado de Tlaxcala se propuso llevar a cabo, a pasos de gigante, la modernización e industrialización de la entidad por medio de la introducción de técnicas modernas de siembra, así como el fomento del abastecimiento industrial.

El crecimiento democrático devino en estandarte de la necesidad de prosperidad económica, política y social, de manos del nacimiento de la industria en sus tierras, algo que plasmó en 1956 Higinio Paredes Ramos, senador de la República, quien manifestó: La industrialización en Tlaxcala debe considerarse como una medida salvadora y necesaria, en consideración a su elevado número de habitantes y a su escasa superficie. Tlaxcala debe iniciar su trayectoria por el camino de la industrialización; en primer término, aprovechando sus recursos naturales conocidos, de los cuales se obtendrán beneficios insospechados.

El exponencial crecimiento demográfico en ese estado y la falta de planeación de esta supuesta modernización y prosperidad económica, a través de asentamientos industriales, formó parte de las bases para la implementación del Tratado de Libre Comercio en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Ello propició el apogeo de miles de industrias de diferentes giros que no respetaban ninguna normatividad, trayendo como consecuencia, a mediano y largo plazos, el infierno ambiental en que se convirtió la cuenca del Alto Atoyac.

Por ello, desde la Secretaría de Salud a través de la Cofepris, organizamos un programa de visitas de inspección y recorridos por dicha Cuenca del Alto Atoyac, con el fin de reconocer las zonas más vulnerables, los riesgos sanitarios y construir espacios de diálogo con las comunidades afectadas, para evitar que sus problemas de salud se sigan agravando y en la medida de lo posible prevenir que aumente el número de enfermos.

Los habitantes ya nos esperaban con un aromático café acompañado de fruta y pan. En el centro de la reunión también estaban presentes, alrededor de mesas de trabajo, expertas en biología, medicina, antropología, química, ingenieros ambientales y también curanderas, padres y madres de familia, jóvenes activistas y residentes de localidades aledañas. Entre todas las voces de los presentes, contextualizamos la problemática ambiental que vive la población de la cuenca del Alto Atoyac.

Actualmente, la pequeña región cuenta con casi 30 parques industriales y tecnológicos, donde los giros predominantes son el automotriz y la cadena de suministros que la abastece, textil, agroindustria, plásticos, manufactura, metal-mecánica y químico-farmacéutico. Las personas y familias que viven en esta zona se enfrentan diariamente a la exposición de múltiples sustancias químicas desechadas al aire, agua y tierra por los corredores industriales, negocios de lavanderías locales y la basura emitida y arrojada, a veces por la misma población, a través del sistema de drenaje. Vale la pena mencionar el hecho de que en este lugar se tiñe la mezclilla, pero dicho proceso se lleva a cabo en las casas de las familias, por lo que los colorantes tóxicos son vertidos de múltiples fuentes y contaminan el río.

Al momento de refrendar nuestro compromiso con la salud, Alicia Mayra Bustamante, una de las mujeres residentes en Tepetitla, pidió la palabra. Con voz quebrada y seca, exclamó: La única gota de agua transparente aquí son las lágrimas que lloramos por nuestros difuntos....

Silencio.

Una vez más, nos convertíamos en testigos que sobrevolaban la realidad del neoliberalismo explotador y la complicidad política con las acaudaladas empresas extranjeras en la Cuenca del Alto Atoyac. Ante tan devastada humanidad y tal desesperanza ambiental, cálculos, datos, cifras, proyecciones y demás numeralia de un grupo experto parecían insuficientes, hasta inhumanos. Las palabras de Alicia Mayra pintaban sobre nuestro conocimiento técnico un extenso desierto de sufrimiento donde, sea quien sea que entre allí, terminará en la invisibilidad y el anonimato, siendo la única esperanza el llanto.

Desde Cofepris creemos que es urgente proteger la salud de todas las personas en todos los lugares, con constancia y dedicación, y utilizaremos las lágrimas de Alicia Mayra y de los habitantes de Tepetitla para lograr la remediación del río venenoso y enfermo y convertirlo nuevamente en uno sano, transparente y limpio.

El programa de intervención ya comenzó.

*Cofepris

** Profesora jubilada UAM Xochimilco