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La obra La figura del mundo traza un retrato privado del filósofo Luis Villoro
 
Periódico La Jornada
Martes 2 de mayo de 2023, p. 4

El escritor Juan Villoro perfila así a su padre, Luis Villoro, luego de la masacre en Tlatelolco de 1968 y durante la persecución de opositores: “Se nos acercaba alguna persona y le decía a mi papá: ‘Estás en la lista negra. ¿Qué haces aquí? Vete del país. Escóndete’. ‘Estoy con mi hijo’, respondía él como si eso fuera lo más importante”.

El narrador y cronista explicó a La Jornada que escribir La figura del mundo, el orden secreto de las cosas (Random House) le permitió descubrir “la vida privada de mi padre. Era mucho más desafiante y enigmático que conocer su vida pública. Soy su hijo, debería ser al revés.

Mi padre nunca hablaba de anécdotas personales, jamás te contaba de una novia, ni te decía si estaba contento o frustrado; nunca te decía cuál era su ilusión o su ambición: la vida personal para él era algo que no existía, pero era muy fácil hablar con él de política, de luchas sociales, y que te contara que había estado en el Partido Popular con Vicente Lombardo Toledano antes de que se convirtiera en el Partido Popular Socialista.

También hablaba de que “había ido a un encuentro en Moscú con juventudes socialistas; a Cuba, y que había apoyado su revolución; que había conocido de lejecitos al gran Jean Paul Sartre; que había estado en el movimiento del 68, del que no te podía decir –porque no le gustaba– si había tenido miedo, si se había sentido frustrado ni su reacción personal al respecto, pero te podía narrar muy bien cuáles eran las causas, las demandas y cuáles fueron los excesos del movimiento”.

La finalidad del texto era narrar una historia privada de Luis Villoro, tras bambalinas, cómo podía ser en la intimidad hasta donde sus hijos pudimos entrar en ella. Por otra parte, que también fuera un retrato social de una época de acuerdo con las luchas en las que participó, como el movimiento del 68, el zapatismo, etcétera, y de su pensamiento.

Si bien no se trata de un libro de ideas del político, ni una biografía intelectual que trate de calar muy hondo, sí expongo las reflexiones que fueron marcando su transformación como persona. Eso es importante para entenderlo, porque alguien que vivía desde el pensamiento, plasmaba lo más profundo de sí y, muchas veces, lo más sincero a través de las ideas.

Juan Villoro refirió que mantuvo la reserva en cuanto a la vida sexual de su papá. Quizá no siempre se comportó del todo bien con sus parejas, pero no quise entrar en eso. Lo menciono y lo dejo como una zona vedada, porque me parece que al hijo no le corresponde. Eso se presta siempre a revanchismos inútiles.

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▲ Juan Villoro compartió en charla con La Jornada que el libro le permitió descubrir la vida privada de su padre: Era mucho más desafiante y enigmático que conocer su vida pública.Foto Roberto García Ortiz

En el proceso de autoconocimiento con la escritura, relató el autor, me di cuenta de que mi padre me había querido con acciones concretas, sin que yo las valorara como tales. Por ejemplo, su compañía en los estadios de futbol. Sólo entendí el valor de ese gesto cuando escribí el libro, porque mi padre dejó de ir al estadio en cuanto yo pude ir por mi cuenta.

Estaba en peligro

Juan Villoro descubrió que su padre arriesgó su vida después del movimiento estudiantil del 68. “A partir de la matanza fueron arrestados muchos profesores y alumnos. Varios de sus amigos ya estaban en la cárcel de Lecumberri y él se arriesgó a ir conmigo a las Olimpiadas, porque teníamos boletos para muchas competencias. Dio una gran prueba de valentía. No me daba cuenta de que mi padre estaba en peligro.

También pude descubrir en mi escritura que quizá mi padre sentía vergüenza de no haber sido arrestado. Le daba culpa no haber corrido la misma suerte que sus compañeros. Por un lado, quería estar conmigo y exponerse a ser arrestado porque no quería fallarme; por otro lado, también le daba oportunidad a la policía de que lo arrestara y correr la suerte que sus compañeros.

Más tarde, cuando aprendí a leer los periódicos, a interesarme en la política y a acercarme a distintos temas, tuve mayor interlocución con él. Estudié sociología y, obviamente, me interesó la militancia. Fui miembro del partido que él había ayudado a fundar, el Partido Mexicano de los Trabajadores. A partir de cierta edad y con la vida intelectual fue posible una relación que antes no habíamos tenido. Era un hombre de libros y yo sabía que si yo escribía un libro, pues me iba a valorar más.

–¿Escribió el libro en pandemia?

–Algunos textos eran remotos. Hace unos 10 años escribí Mi padre el cartaginés, para la revista Orsai, de Argentina. La gente de la editorial me dijo que por qué no hacía un libro sobre mi padre. Yo dije que era prematuro, aún estaba vivo.

“Murió en 2014 y, de alguna manera, la memoria colectiva sobre él revivió, porque numerosas personas sintieron la necesidad de contarme. Sus alumnos, gente que había estado con él en las luchas sociales, alguna novia medio secreta. Me fueron confiando recuerdos y me di cuenta de que tenía que asimilar todo y cobrar distancia. Fueron unos cinco años de recibir historias de él y de pensar en el tema.

Ya con la pandemia tuve tiempo, la distancia, para hacer un libro que no fuera celebración idolátrica de una gran persona, ni ajuste de cuentas, sino el retrato de una persona interesante pero contradictoria.