Número 187 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Miscelánea

Masacre en Sucumbíos, Ecuador: a 15 años de una historia de horror y de ternura

Milton Gabriel Hernández García  

La solidaridad es la ternura de los pueblos

Gioconda Belli

El primero de marzo de 2008, como parte de la llamada “operación Fénix”, la milicia colombiana bombardeó un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que se encontraba del lado ecuatoriano de la frontera, violentando la soberanía de este país. Han pasado 15 años ya de que, mediante este ataque criminal en la región de Sucumbíos, al menos 25 personas fueran asesinadas de una manera cruel, sin posibilidad alguna de defenderse.

Durante el ataque, cuatro mexicanos perdieron la vida: Soren Ulises Avilés Ángeles, egresado del Politécnico, y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Verónica Natalia Velázquez Ramírez, Juan González del Castillo y Fernando Franco Delgado o “Chac”, como era conocido entre sus amigos, así como una de las pocas personas sobrevivientes: Lucía Andrea Morett Álvarez. Los cinco eran egresados y se encontraban realizando sus investigaciones para titularse en filosofía, historia, letras hispánicas y estudios latinoamericanos.

La delegación mexicana había ido a Ecuador para participar en dos eventos que organizaba la Coordinadora Continental Bolivariana: el encuentro “Actualidad de Bolívar y los próceres de la Independencia” y el “Segundo Congreso Bolivariano”, en la Casa de la Cultura de Quito, del 22 al 27 de febrero de aquel año.

Al finalizar ambos eventos, los y las asistentes fueron invitadas a adentrarse en la selva para conocer de primera mano la realidad del pueblo insurgente que luchaba por justicia social en la zona fronteriza de Colombia y Ecuador. La delegación mexicana aceptó la invitación sin imaginar tal vez que el gobierno de Álvaro Uribe no tendría reparo alguno en cometer un crimen de guerra de esa magnitud. Por su parte, el gobierno mexicano de aquel entonces, encabezado por el usurpador Felipe Calderón, lejos de solidarizarse con los familiares de la masacre, ignoró la persecución amenazante que sufrieron.

Soren, Verónica, Juan y el “Chac” fueron estudiantes que siempre se caracterizaron por su compromiso social. Eran personas brillantes en sus áreas de estudio; estaban realizando sus tesis de licenciatura sobre el pensamiento bolivariano. Solidarios, participaban como docentes en cursos gratuitos para quienes aspiraban a ingresar a la UNAM. Cada 6 de enero colectaban juguetes entre familiares y amigos para dar un regalo de reyes a niños y niñas de escasos recursos.

Eran activistas apasionados, devoraban todo libro que caía en sus manos sobre las luchas de los pueblos latinoamericanos. Organizaban círculos de lectura y cineclubs en Filosofía y Letras y en otras escuelas y universidades. Era siempre sorprendente la fuerza de sus convicciones, así como la disciplina con la que ejercían su compromiso con la justicia social. La disciplina y el rigor en el estudio y en el activismo nunca restó ni un ápice a la alegría con la que vivían su cotidianidad, siempre de manera juguetona. En sus corazones siempre palpitó una dulce mezcla de ternura y utopía revolucionaria.

Se han acumulado ya 15 años de su ausencia física. Los familiares y amigos de Soren, Verónica, Juan y Fernando seguimos clamando por justicia. El gobierno criminal de Álvaro Uribe sigue impune por ese crimen de guerra que nos arrebató a quienes habían sido nuestros entrañables compañeros de aula, pero también de lucha y activismo estudiantil durante la Huelga de la UNAM, entre 1999 y 2000.

La masacre de Sucumbíos sigue siendo una herida abierta para la sociedad mexicana, pero también para quienes nos resistimos a olvidar a nuestros compañeros. Recordar su sonrisa y su abrazo siempre fraterno y solidario siguen siendo fuente de inspiración infinita para nunca jamás renunciar a la lucha por un mundo en el que no existan clases sociales antagónicas, donde nunca más se nos cancele el derecho a la felicidad y a la alegría. Nunca los olvidaremos, camaradas. •