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Apuntes postsoviéticos

Confesiones tardías

E

l magnate ruso Yevgueni Prigozhin, que amasó su fortuna a la sombra del Kremlin y presume de añeja cercanía con el presidente Vladimir Putin, reconoció esta semana que era cierto el segundo secreto a voces de su controvertida trayectoria, antes una y mil veces desmentido por él mismo y los distintos voceros de las instituciones del Estado.

No sólo he financiado la Agencia de Investigaciones en Internet (conocida por sus siglas en inglés, IRA, de Internet Research Agency). De hecho, se me ocurrió, la creé y la dirigí durante mucho tiempo, hizo saber Prigozhin a través de su ramificado imperio en las redes sociales.

Dicha agencia, también llamada fábrica de troles de San Petersburgo, figura en el informe del fiscal especial Robert Mueller sobre los presuntos lazos entre Rusia y el equipo de campaña de Donald Trump para las elecciones de 2016 como una de las tres organizaciones rusas que inundaron las redes sociales con toneladas de mensajes en favor del entonces candidato republicano.

Unos meses antes, en septiembre, Prigozhin también admitió en público lo que, desde tiempo atrás, se sabía: que fundó en 2014 y es el jefe de la compañía militar privada Wagner, eufemismo por grupo de mercenarios, a pesar de que la ley de Rusia prohíbe crear una organización de soldados de la fortuna y lo considera un grave delito, pero no para este magnate que hace algunos de los trabajos sucios que el Kremlin no quiere que se asocien con él, por lo cual mereció la orden de Héroe de Rusia y muy abundantes contratos del Estado para sus numerosas empresas.

No es claro qué llevó a Prigozhin a hacer esas confesiones tardías, tras años de demandar por difamación –y cobrar generosas indemnizaciones en todos los juicios en Rusia– a quien publicara que tenía algo que ver con la fábrica de troles o el grupo Wagner, pero podría ser producto de una escisión en la élite gobernante a partir del malestar que ocasiona que se atribuya cualquier avance en los campos de batalla del Donbás y ponga en ridículo a la cúpula militar.

Los medios de comunicación bajo control del Kremlin de pronto dejaron de mencionar el nombre de Prigozhin y, ante la afrenta, éste decidió quitarse toda máscara como forma de apelar a su gran protector y de sumar apoyos en Internet del sector más belicista de esta sociedad.