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El grafiti, de acto vandálico a arte revolucionario

P

arís es un excelente ejemplo de la aventura del arte urbano que comenzó con el grafiti. Pinturas, escrituras, murales, afiches, collages tomaron los espacios públicos al arribar dicha práctica de Estados Unidos. Entre los años 60 y 70, los precursores, como Villeglé, Raymond Hains y Ernest Pignon, se ocuparon de realizar sus obras en diversas partes de la ciudad.

En los años 80, el grafiti tomó mayor impulso con el arribo del franco-estadunidense Bando (1965) y la organización del New York City Rap Tour, que recorrió triunfal importantes ciudades de Europa. En ciertas zonas de París, como en la de Stalingrad, grupos de artistas se apoderaron del espacio urbano para plasmar sus obras; se unieron a ellos diyéis famosos, como Dee Nasty. El fotógrafo Henry Chalfant, de visita en París, inmortaliza esta experiencia en el libro de culto Spray Can Art.

Sin embargo, en la década siguiente, los grafiteros padecieron una enorme represión por las autoridades y no pocos dueños de edificios. Sus obras fueron calificadas de vandalismo, actos subversivos que afean las calles con su crítica sarcástica al poder establecido. Igual sucedió en Inglaterra y Estados Unidos. En Nueva York, se les combatió ferozmente para evitar que adornaran con sus creaciones los vagones del Metro. Algunos grafiteros pagaron con su vida la odisea de pintar donde la autoridad prohibía.

Sin embargo, al final las obras de quienes tomaron sin permiso el mobiliario citadino para expresar sus ideas terminaron por crear una revolución visual, en este siglo lograron el apoyo de las instancias oficiales.

Un recorrido por la historia del arte urbano en París los pasados 60 años se ofrece ahora en la sala de exhibición de la alcaldía local. Incluye las obras de 70 artistas de Francia, entre ellos Miss Tic, Bando, Futura, André, Invader y Swoon, así como de otros países, que han dejado plasmado en los muros de la urbe sus creaciones, como Banksy.

En la exposición se destaca el poder contestatario contra el orden establecido que los grafiteros expresan en sus obras, abiertamente populares y críticas con el sistema social y político imperante. Hoy cuentan con más libertad para expresarse. A tal grado que hay visitas guiadas para admirarlas. Además, se exhiben en museos y galerías de prestigio. El grafiti evoluciona y llegó para quedarse.