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Nosotros ya no somos los mismos

Testimonio sobre Eliezer Morales Aragón // Preguntas obligadas // Reconocimientos a Guillermo del Toro y Bertha Navarro

A

ntes de continuar con el que pienso será el penúltimo capítulo de esta serie de figuraciones sobre la reunión a la que, en uno de sus rutinarios delirium (no tremens, porque tengo entendido que él es, hasta en este aspecto, enemigo jurado de Felipe Calderón), convocó el inefable (que no puede ser descrito con palabras) Vicente Fox. Pero antes de entrar al asunto quisiera, en unas cuantas palabras, dejar un testimonio sobre el recientemente fallecido, Eliezer Morales Aragón. Nos conocimos por nuestra participación activa y combativa, en los años universitarios. Él asumía la presidencia de la sociedad de alumnos de la Facultad de Economía y yo era un sedicente presidente de la fracción izquierdista de la Facultad de Derecho. No en pocas ocasiones su apoyo y acompañamiento en las peleas que en esos tiempos librábamos, fueron decisivos para hacer valer mis opiniones y participación en el llamado Bloque Estudiantil Revolucionario. A él, a Toño Tenorio Adame, a Moisés Rivera, debo, entre otras cosas, haber logrado que el Consejo Universitario acordara que el derecho agrario volviera a formar parte del plan de estudios, con el carácter de disciplina obligatoria y no optativa, como había dictaminado el Consejo Técnico de la Facultad de Derecho, cuando Leyes, se cambió, del Centro Histórico, a la Ciudad Universitaria. El Pelón Eliezer dejó su huella no sólo en quienes lo tratamos, sino en su entrega a la docencia responsable y la digna y aguerrida tarea del sindicalismo honorable y comprometido.

Y ahora: derecha la flecha al pecho. Embravecido, como jamás se le conoció en su sexenio de gloria extrema, el otro yo del doctor Zedillo arremetió en contra de su reconocido enemigo público (y principalmente privado) número 1, desde los orígenes. Para empezar, sus burlas y cuchufletas se remontaron a la época estudiantil, cuando el joven Salinas llegaba a Economía, acompañado por sus acólitos, desde entonces Ruiz Massieu, Camacho Solís y su propio hermano Raúl. La broza, el infelizaje que era 99 por ciento del alumnado, les asignó un leve pero acertado mote: Los Toficos, pequeños chiclosos que tenían un pegajoso eslogan publicitario: ¡Toficos… Uy qué ricos! Ingenuo y simplón, pero profético apodo, pensó el otro yo zedillesco, pues es evidente que hoy Carlos Salinas, su familia y entorno más cercano, configuran uno de los grupos económicamente más poderosos de este saqueado país. Ya encarrerado este libre pensador reflexionó: si hemos de ser justos, nuestras vocaciones privatizadora y desnacionalizadora van parejas, sólo que él entró a la carrera primero que yo; salió del arrancadero (pit de salida, le decimos en Yale) con seis años de diferencia, y sus partners o associates (así les decimos en Yale a los socios y cómplices) estaban fogueados desde que eran simples Toficos. ¡Imagínenselos!, ahora que integraban el selecto club de los 40… y algunos más. Ciertamente la palabra mágica para introducirse a la cueva de los tesoros nacionales también había cambiado: ya no era abracadabra, sino 10 por ciento. Él reprivatizó la banca nacional que en 1982, el 1° de diciembre, había nacionalizado el presidente López Portillo. Fueron 18 instituciones bancarias, entre ellas, Confía, Cremi, BCH, Banpaís, Bancrecer, Atlántico, Banamex, Serfín, Internacional, Bancomer, Somex, Comermex, etcétera. Y surgen las preguntas obligadas: si los bancos son tan desastrosos negocios, ¿por qué las concesiones para operarlos son tan cotizadas y requieren no sólo de enorme capital sino, además de relaciones de amistad, intereses y conveniencias compartidas? ¿Por qué los grandes oligarcas pelean ser los dueños de esas desastrosas corporaciones financieras en sus países y en los nuestros, si no dejan utilidad alguna, y sí quebrantos de los que ellos, tan ortodoxos en los principios de la teoría económica de la que son máximos apologistas sustentan y que no tiene otra axiología que el beneficio pleno y la máxima utilidad (alias, ¡explotación del trabajo ajeno!). Se aceptan respuestas.

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▲ El ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, en imagen de 2018.Foto Yazmín Ortega Cortés

Nos quedan pendientes algunas minucias del actuar gubernamental de Zedillo, Salinas y Peña. Si ustedes creen (yo sí) que vale la pena reiterar la noche negra del depredador neoliberalismo, nos veremos en columnetas posteriores pero para terminar la entrega de este lunes, quisiera referirme a un acontecimiento alegre, festivo, del todo gratificador: la Universidad Nacional Autónoma de México ha reconocido públicamente los méritos de un mexicano y una mexicana excepcionales: Guillermo del Toro y Bertha Navarro, y antes González Iñárritu, Memo Navarro y muchos más cuyos nombres no pasarán desapercibidos, porque han contribuido para que el cine mexicano sea la expresión no sólo de una cultura milenaria, sino la voz que alega, permanentemente, en favor de que las viejas vistas de antaño y el streaming del presente, sean proveedores no sólo de divertimento y distracción, sino de respeto, empatía y fraternidad. Ojalá el arrebato emocionado del inolvidable García Riera no sea sino eso: el cine es mejor que la vida.

@ortiztejeda