Número 182 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 

EditorialY también Brasil

El último domingo de octubre de 2022 Luiz Inácio Lula da Silva regresó a la presidencia de Brasil y el número de países de Nuestramérica gobernados por la izquierda llegó a diez, entre ellos los mayores. Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Cuba, Chile, Honduras, México, Perú y Venezuela cuyos 532 millones de habitantes representan cerca del 90 por ciento de la población total de la región tienen hoy gobiernos progresistas. Algo inaudito que no había ocurrido nunca aquí ni en ningún otro subcontinente. Nuestra América está haciendo historia.

No se confundan, la nota no es que Lula solo le gano por un punto porcentual a Bolsonaro, que en Perú Pedro Castillo está pariendo chayotes, que la derecha boliviana tiene parado Santa Cruz o que la nueva constitución chilena no pasó, la nota es que pese a las lanzadas de la derecha la izquierda del subcontinente resultó imparable y va de gane: nueve de cada diez latinoamericanos casi dos de cada tres habitantes del continente tienen un gobierno de progresista ¿Cuándo se había visto?

Con la elección de López Obrador en México, el regreso del progresismo a los gobiernos de Argentina, Honduras y Brasil, la reversión del golpe en Bolivia y los triunfos comiciales de la izquierda en Perú, Chile y Colombia Nuestra América ha entrado en el segundo ciclo del ya largo curso emancipatorio iniciado hace casi 25 años con la elección de Hugo Chávez en Venezuela. Momento adecuado para intentar un balance prospectivo que sintetizo en 14 tesis.

  1. En lo que llevamos del siglo XXI Nuestramérica ha sido el laboratorio de la revolución mundial. Mientras que en otras geografías el desgaste del neoliberalismo canónico alimenta movimientos y gobiernos xenofóbicos y neofascistas en el subcontinente se abre paso un posneoliberalismo de izquierda.
  2. Las insurgencias sociales, los partidos de izquierda y los gobiernos progresistas en distintas combinaciones sustentaron el proceso emancipatorio. Sin movimientos que empoderan a los pueblos y desgastan a los gobiernos oligárquicos el cambio no es posible, pero sin partidos y gobiernos impulsores y ejecutores de proyectos incluyentes y de largo aliento la lucha se queda en los particularismos y el inmediatismo.
  3. para responder a su mandato los gobiernos de izquierda llamados progresistas necesitaron reestructurar y poner en movimientos estados antes corruptos, dispendiosos, ineficientes y despojados de los recursos legales y materiales para ejercer la soberanía. “Mover al elefante reumático” es la metáfora que emplea López Obrador para referirse la reactivación del Estado como conductor del desarrollo.
  4. La primera tarea política de la izquierda gobernante fue institucionalizar en las prácticas de gobierno la democracia ampliada que ya se ejercía en las calles y en Venezuela, Bolivia y Ecuador promulgar nuevas constituciones que en los dos últimos casos revolucionan el derecho al reconocer la plurinacionalidad y la presunta agencia de la naturaleza.
  5. La primera tarea económica de la izquierda gobernante fue recuperar de las trasnacionales y oligarquías los recursos naturales y sus rentas que una economía mundial en expansión hacía cuantiosas, lo que por un tiempo se tradujo en crecimiento económico y gobiernos con holgura presupuestal.
  6. La primera tarea social de gobiernos cuyo mandato era dejar atrás al neoliberalismo fue reducir pobreza y desigualdad redistribuyendo el ingreso y mejorando los servicios públicos en lo que he llamado “revoluciones de bienestar”, dramáticamente contrastantes con las revoluciones de penuria que tuvimos en el siglo XX. En vez de pasar hambre en espera de una bonanza que quizá vendría después, con los gobiernos progresistas la vida de los pueblos mejoró de inmediato.
  7. Muy lejos de las dictaduras revolucionarias de la pasada centuria nuestras revoluciones reivindican la democracia electoral y el pluralismo político. Llevadas al poder por movimientos y elecciones las izquierdas latinoamericanas tenían que asumir la democracia directa pero también la comicial. Y en las elecciones a veces se gana y a veces se pierde.
  8. Divergentes del curso férreamente lineal de las viejas revoluciones canónicas de partido único que las llevó a la dictadura, la alternancia en el gobierno impuso a nuestras mudanzas cursos fluctuantes y sincopados. Pero hacer de la democracia electoral bandera de las izquierdas latinoamericanas fue una buena apuesta pues en los comicios ganamos más que perdemos: en el mejor momento del primer ciclo emancipatorio tuvimos nueve gobiernos, luego perdimos siete -cinco de ellos a la mala- pero pronto recuperamos cuatro y ganamos otros cuatro, de modo que hoy tenemos diez… lo que son muy buenas cuentas.
  9. Las izquierdas de Nuestra América inauguraron una vía emancipatoria inédita: las revoluciones lentas y sinuosas pero persistentes y acumulativas que demanda el nuevo milenio. Sin embargo les llovieron descalificaciones algunas desde la izquierda: porque combinaron partidos y movimientos se las acusó de indecisas, porque preservaron la democracia electoral se las acusó de ingenuas, porque no expropiaron a sus burguesías se las acusó de tibias, porque recuperaron y valorizaron recursos naturales se las acusó de extractivistas, porque redistribuyeron el ingreso mediante programas sociales se las acusó de asistencialistas y de clientelares, porque derramaron poca sangre y no hubo ajusticiamientos ni expropiaciones los ortodoxos dudaron de que fueran auténticas revoluciones. Pero lo fueron y ahora el reto es que lo sigan siendo
  10. El primer ascenso revolucionario duró diez años, luego perdió fuerza y se transformó en un reflujo que dio fin al primer ciclo del proceso emancipatorio. La recesión económica, la depreciación de las materias primas y la consecuente estrechez presupuestal redujeron el margen de maniobra de los gobiernos progresistas, lo que, sumado al desgaste, al cambio de signo de los movimientos sociales y a la ausencia de verdaderos partidos facilitó el avance de las derechas que auspiciadas por el Imperio recuperaron espacios.
  11. Tras un corto invierno neoliberal con el resurgimiento de los movimientos sociales y los triunfos electorales, en 2018 arranca el segundo ciclo del curso emancipatorio subcontinental. Y es que el neoliberalismo que vive de oponerse a la izquierda nada tiene que ofrecer a los pueblos y más tarda en llegar al poder que en desfondarse. Así el progresismo regresó pronto al gobierno en Argentina, Bolivia, Honduras y Brasil, ganó en México, Perú, Chile y Colombia. Y si añadimos las nuevas emergencias sociales, es claro que Nuestra América va.
  12. Hoy tenemos más gobiernos de izquierda que nunca, pero en muchos de sus países la correlación de fuerzas interna es menos propicia que la que tuvieron los progresistas en el primer ciclo. En Perú el gobierno de Pedro Castillo se tambalea, en Argentina la vicepresidenta Cristina Fernández esta literalmente bajo fuego, en Chile no se aprobó la nueva constitución que debía sustentar al gobierno de Gabriel Boric, los grupos oligárquicos bolivianos tienen parado el departamento de Santa Cruz, el triunfo de Lula es ajustado y tendrá que gobernar en minoría legislativa… Qué se le va a hacer ¿alguien dijo que iba a ser fácil?
  13. En lo económico el primer ciclo tuvo viento a favor, hoy lo tenemos en contra. Por ésta y otras razones el espíritu y la orientación de las mudanzas pueden ser los mismos pero las fórmulas de entonces no sirven más. Financiar la mitigación de la pobreza con la puesta en valor de los recursos naturales no es pecado, pero es ambiental, económica y socialmente insostenible de modo que la segunda fase del ciclo emancipatorio tendrá que buscar nuevos caminos.
  14. Sin crecimiento económico no es posible mantener por mucho tiempo la redistribución del ingreso. Habrá pues que crecer impulsando una economía real y productiva cuya palanca sea el trabajo y no las rentas que genera la puesta en valor de los recursos naturales; crecer mediante una producción incluyente que vaya erradicando la pobreza no a través de subsidios sino gracias a la justa retribución laboral; crecer sustentados en los tres sectores de la economía: el público que conduce, el social que habrá que fortalecer y el privado que habiendo utilidades se suma; crecer mediante la inserción productiva de los más cuya capacidad de consumo sustente una economía auto centrada y un desarrollo endógeno que sin darle la espalda a los mercados globales se apoye principalmente en el interno.

Necesitamos una economía atenta a las ventajas comparativas y competitivas que sin embargo priorice los sectores estratégicos: soberanía alimentaria para que nadie pase hambre, soberanía energética que sustente la marcha de nuestra producción y consumo, soberanía laboral que garantice a todos empleos o trabajos dignos y remuneradores.

Una economía respetuosa de las personas y de las cosas que en lugar de erosionar comunidades y ecosistemas fortalezca la cohesión y la armonía productiva con la naturaleza. Es decir, una economía moral.

Un paradigma que no cancela al mercado ni excluye al capital pero que los acota mediante la acción conjunta de la sociedad y del Estado. Un nuevo orden que habremos de edificar juntos y entre todos pues en Nuestramérica el bolivarianismo sigue siendo la consigna. •